Usted está aquí: martes 15 de abril de 2008 Opinión “... Como en Nueva York”

Marco Rascón
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“... Como en Nueva York”

Y mientras se detiene con estridencia (por unos días) el albazo de la reforma petrolera y se abren grandes yacimientos de demagogia a favor de la privatización, en la capital continúa la imposición del plan Giuliani, utilizando a la izquierda para someter la ciudad a los intereses de la derecha y la intolerancia.

Se ha dicho que se quiere hacer del Distrito Federal una ciudad “como la de Nueva York” y, tras lo que ha sido Rudolph Giuliani tanto en la gran manzana como durante su asesoría al Gobierno del Distrito Federal en 2003, hoy existen elementos que, si bien han sido presentados de manera aislada e inconexa, al unirse dan el concepto de ciudad que se está imponiendo bajo el signo de la izquierda y que constituye, por así decirlo, el “crimen perfecto, pues con la izquierda se construye el proyecto de ciudad de la derecha”.

Bastó llamarle “la ciudad de la esperanza” o “ciudad en movimiento” para repartir puestos y presupuestos, para someter toda la fuerza opositora que al final del siglo XX frenaba los objetivos de la ciudad segregada y neoliberal y hacer impunemente lo que no podían ni el PRI ni el PAN.

Bajo el concepto de “cero tolerancia” no sólo avanza el criterio policial de seguridad, sino un nuevo control social que da lugar, a su vez, al nuevo desarrollo inmobiliario segregacionista y expulsor de los sectores empobrecidos. Ya desde antes de Giuliani en Nueva York se venía aplicando la estrategia urbana de expulsar negros y pobres del centro, para desde ahí en forma centrífuga empezar a cambiar el orden de las ciudades.

En Nueva York se empezó con Times Square, llena de hoteles baratísimos, que albergaba lo que alguna vez vimos en Taxi Driver. Hoy ya no existen más en esa zona, fueron expulsados y el área fue limpiada, al igual que el Centro Histórico de México, lo cual todos festejamos al reconocer que el problema del desempleo era ficticio. Así, zonas deprimidas, como el Soho de Nueva York, habitadas por artistas que dan prestigio al área, son sustituidas por tiendas caras y grandes edificios que se levantan en zonas exclusivas como apunta ya el corredor de la Alameda. Conforme avanza la fuerza inmobiliaria, la arruga ambulante también se desplaza para refugiarse en la Tabacalera, Roma, Juárez y Cuauhtémoc.

En esta lucha por el espacio y la remodelación, colocan cámaras de video por todas partes, lo que se traduce en un éxito, luego de ver actuar a terroristas y narcotraficantes poniendo bombas en una estación de policía.

Los kioscos de periódicos se llenan de noticias amarillistas de crímenes. La policía no uniformada se disfraza de emo, dark o vagabundo del Metro o el transporte público. Se cierran centros nocturnos en el área central y se remodelan espacios públicos, seccionándolos para impedir grandes concentraciones, como ahora en el Zócalo.

La universidad nacional es un objetivo, pues se considera que de ahí salen ideas que impiden el desarrollo de la nueva ciudad que ya cuenta con ley antifumadores para justificar y preparar el hecho de que los ciudadanos se vuelvan policías de los otros ciudadanos, gracias a que existe un número telefónico para denunciar a tu vecino fumador y luego como terrorista. Esta ley sirve para dividir abajo: entre ciudadanos limpios y los que matan al prójimo. En Nueva York subió el precio del tabaco y ahora se compra en los estados vecinos, así como ahora se puede ir a fumar al estado de México, con gran beneficio económico para los municipios conurbados.

Hay también leyes antigrafiti y se promueve un fascismo ecológico que demanda endurecer, vigilar y segregar más a los vecinos. Las manifestaciones y protestas neoyorquinas son reguladas; sólo pueden efectuarse caminando. Para allá van los asambleístas locales, mientras las manifestaciones actuales, con los más pobres y sujetos a estructuras clientelares, abren el clima para “reglamentar las manifestaciones”.

De la misma manera que la ley antifumadores no salió del PRD, sino de la mano invisible de Elba Esther Gordillo, la ley antimanifestantes saldrá de la oposición, pero por arte de magia hará mayoría a favor del plan Giuliani.

¡Ésa es la ciudad que queremos! Es lo que dicen algunos, pero eso tampoco tiene nada que ver con la ciudad participativa y democrática, incluyente y solidaria por la que luchaba la izquierda.

La ciudad de México ha sido aislada deliberadamente, pues cada provincia vive un proceso similar de autonomización, pero todos marcados por la visión segregacionista, mercantil y autoritaria a la que muchos teóricamente aluden en su crítica antineoliberal, pero en los hechos dejan pasar y respaldan.

A partir del año 2000 en el Gobierno del Distrito Federal hay una expulsión de terciopelo de la izquierda. ¿Se imaginan un segundo piso, ley cívica de “cero tolerancia”, asesoría de Giuliani, ley fascista antifumadores, desaparición de ambulantes, contratismo sin licitación, por iniciativa de un gobierno panista o priísta?

No hay duda: con el PRD ocupado como está, el crimen fue perfecto.

 
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