Usted está aquí: martes 22 de abril de 2008 Política Los mariachis callaron... en Nueva Orleáns

Los mariachis callaron... en Nueva Orleáns

Claudia Herrera Beltrán (Enviada)

Nueva Orleáns, Luisiana, 21 de abril. Los mariachis callaron en las nuevas oficinas del consulado... y los acordes del jazz los sustituyeron.

Engalanados con trajes negros, sombreros de charro y listos con sus guitarrones, los seis integrantes del Mariachi México Típico aguardaron la llegada del presidente Felipe Calderón para consentirlo con su corrido predilecto: Caminos de Michoacán.

Pero el Servicio Secreto estadunidense no tuvo indulgencia para proteger al anfitrión George W. Bush ni con quienes iban a dar un toque de mexicanidad a la ceremonia. “Nos quitaron los instrumentos”, relató Salvador Vázquez, integrante del grupo que viajó explícitamente desde Houston, Texas.

Invitados por el consulado, Vázquez y sus compañeros se quejaban: “dejaron caer a la patria”.

Porque, lejos de los discursos que Bush y Calderón pronunciaron aquí en pro de “hermanar” a las dos naciones, las medidas de seguridad y hasta la diferencia de idioma hicieron aflorar las tensiones entre los dos países.

“¡Felicidades, Eduardo!”, exclamó el Presidente para resaltar la nacionalidad mexicana de Edward Moreno Galindo, a quien había entregado su acta de nacimiento.

Quizá poco habituado a la imagen del Presidente mexicano, el pequeño Andrés García le retiró la mejilla al invitado y luego se limpió el beso, provocando risas nerviosas de la comitiva presidencial.

Edward o Eduardo, Andrés, Jonathan y Jeremías –los nuevos mexicano-estadunidenses que recibieron sus papeles– forman parte de una comunidad creciente en Nueva Orléans. Después de la devastación que dejó el huracán Katrina, las tareas de reconstrucción atrajeron tal cantidad de mano de obra mexicana que ahora suman 83 mil en Luisiana y 27 mil en Misisipi, 50 por ciento más que antes del meteoro.

Desde un templete de la calle Fulton, ubicado afuera del consulado, Bush resaltó incluso que eligió esta ciudad del sureste de Luisiana como sede de la Cumbre de Líderes de América del Norte para enviar “una señal muy clara al pueblo de mi país de que Nueva Orleáns ya está trabajando, se ha convertido en una ciudad llena de esperanza”.

Calderón estaba contento de tener a su lado a Bush, porque “es una muestra de la importancia que su gobierno da a la relación con México”, y de que las relaciones no sean sólo económicas: también, dijo, tienen profundos vínculos de amistad.

Sí, pero, con todo y amistad, la música mexicana quedó para después. Y en su lugar se escuchó una grabación de jazz, género musical que acompañó al visitante desde que el grupo Preservation Hall se encargó de dar la bienvenida en el aeropuerto a él y a una numerosa comitiva integrada por cuatro secretarios de Estado: Juan Camilo Mouriño, Patricia Espinosa, Eduardo Sojo, Javier Lozano y varios integrantes del llamado staff Pinos.

Los diablos de Los Pinos

Entre encuentros privados con Bush y el primer ministro de Canadá, Stephen Harper, lo más cerca que Calderón estuvo de las expresiones culturales de su país fue cuando visitó una pequeña Sala del Juguete Mexicano en el Museo del Niño, donde pudo apreciar piezas antiguas, como unos muñequitos de rosca de Reyes de 1920 y unas “pulgas vestidas”.

Entusiasmado al ver un balero, como los que se vendían el jueves de Corpus en su natal Michoacán, contó que “es un juego mágico; todos los niños mexicanos saben el secreto, pero yo nunca lo aprendí”. Luego intentó jugar con el balero, pero falló y mejor lo dejó en su lugar.

Y en medio de las pugnas por la reforma petrolera, el Presidente aprovechó la visita a este espacio infantil para dejar un mensaje sobre sus adversarios, pero sin revelar nombres. “Todavía hace unos días, en Semana Santa, quemamos un judas, ahí en Los Pinos. Por cierto, quemamos dos judas.”

La directora del museo, Julia Bland, le preguntó si identificaba unas figuras que se encontraban a la vista.

“Es el Diablo y se le prende fuego. Representa a Judas durante la Pasión de Jesucristo. Es toda una historia.”

 
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