Usted está aquí: miércoles 23 de abril de 2008 Sociedad y Justicia Carecen adolescentes de espacios públicos de convivencia: expertos

■ La falta de contacto con personas diferentes provoca intolerancia

Carecen adolescentes de espacios públicos de convivencia: expertos

■ Actualmente enfrentamos una sociedad con enorme fragmentación, señalan

Laura Poy Solano

El índice de intolerancia y exclusión que revela la Encuesta Nacional de Exclusión, Tolerancia y Violencia en las Escuelas Públicas de Nivel Medio Superior en México es resultado “tanto de una sociedad conservadora, cómo de la pérdida de espacios públicos donde los adolescentes puedan convivir con otros diferentes a ellos, pues ni la escuela ni la familia ni los lugares de esparcimiento son una alternativa para entrar en contacto con quienes son diferentes tanto en grupo social, cultura, religión o preferencia sexual”, aseguraron investigadores y especialistas en identidades juveniles y el sistema educativo nacional.

Luego de que se diera a conocer la investigación realizada por el Instituto Nacional de Salud Pública, el pasado lunes, destacaron que hoy en día prevalece una sociedad “más fragmentada, con presencia de grupos extremistas, y donde la educación no puede suplir el papel fundamental que tiene la acción en la formación de valores, es decir, no se trata de un conocimiento de pizarrón, sino de una práctica cotidiana”.

José Antonio Pérez Islas, coordinador del núcleo de juventud del Centro de Investigaciones Multidisciplinarias de la UNAM, agregó que a diferencia de los años 70 del siglo pasado, cuando la escuela era un espacio de convergencia para diferentes grupos sociales, hoy en día, afirmó, enfrentamos una sociedad con una “enorme fragmentación, donde pocos jóvenes conviven con jóvenes distintos a ellos, y esto produce actitudes de poca tolerancia”.

Sin embargo, destacó que la familia aún tiene un papel “prioritario” en la formación de valores como tolerancia, respeto a la individualidad de los demás, solidaridad y convivencia con quienes son diferentes, porque los jóvenes, insistió, reproducen lo que “viven en su entorno, y si el espacio familiar sigue siendo cerrado y aislado, entonces es un factor que debemos evitar, porque las familias colapsan en la medida que se cierran a otros grupos, de ahí la importancia de recuperar los espacios públicos como ese lugar de encuentro con el otro que es diferente a mí”.

Carlos Muñoz Izquierdo, catedrático de la Universidad Iberoamericana y director del Instituto de Investigaciones para el Desarrollo de la Educación de esa casa de estudios, agregó que el sistema de valores “no se adquiere en la escuela, sino en la familia, y a pesar de que se deben reforzar en el aula, es con la práctica cotidiana como se va formando a un individuo, pues no se trata de impartir cursos de valores, sino de vivirlos como una conducta cotidiana”.

En entrevista por separado, destacó que si existe una “clara tendencia hacia la intolerancia en nuestros jóvenes, quiere decir que la formación en valores como el respeto y la tolerancia apenas se está tomando en cuenta, pero es una tarea que corresponde tanto a la sociedad, padres y maestros, como a los propios jóvenes”.

Al respecto, Manuel Gil Antón, catedrático de la UAM y especialista en el sistema educativo, afirmó que si bien es “positivo tener los resultados de una encuesta sobre esta problemática, debemos tener muchos más datos y a lo largo de un tiempo más prolongado para tener mayor certeza en las conclusiones, aunque no podemos sorprendernos de que nuestros jóvenes sean intolerantes, si viven una sociedad profundamente intolerante, homofóbica y racista”.

No obstante, señaló que a pesar de los retos que aún enfrenta la escuela para consolidar valores como la tolerancia, “al parecer estos resultados indican que está mucho mejor que el espacio familiar, donde los propios jóvenes reconocen que viven con miedo, y esto es muy grave, porque ellos aprenden lo que viven en casa, en el barrio, en los medios de comunicación, no sólo en la escuela, y es evidente que enfrentamos una juventud crispada ante una sociedad cada vez más precaria, y un modelo educativo autoritario. Si consideramos estos elementos, la pregunta sería cómo no tener jóvenes intolerantes, y esto obliga a una profunda reflexión de todos los actores sociales y educativos”.

 
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