Usted está aquí: lunes 28 de abril de 2008 Opinión Aprender a morir

Aprender a morir

Hernán González G.
[email protected]

■ ¿Temor al amor?

Elba Flores Núñez escribe: con respecto al miedo a morir de muchos que se suponen creyentes, leí un texto que dice: “…Creemos que después de la muerte nos encontraremos con Dios, a quien decimos amar. Sin embargo tenemos miedo a morir. Entonces, ¿qué clase de amor es el que teme ir con quien dice que ama?”

En algunos momentos –prosigue Elba– he sentido deseos de morir (no de quitarme la vida), no precisamente para estar con Dios, sino por miedo de vivir o deseos de huir ante una situación difícil o dolorosa. En otras ocasiones no he querido morir, no por miedo a la muerte sino por el deseo de seguir viviendo la experiencia de amor, amistad y crecimiento que experimento y disfruto.

Deseo vivir mi vida intensa y plenamente, darme cuenta de cada momento, “estar ahí”. Cuando muera, saber que dejo la vida, despedirme –no abandonar– real o simbólicamente de las personas, cosas y realidades que he amado y disfrutado, pero también de aquellas que han dolido o he rechazado. Ojalá fuese con el menor dolor físico posible, pero definitivamente darme cuenta de que estoy muriendo y aceptar ese momento.

Cuando mi papá tuvo el cuarto infarto cerebral me dolió su soledad y no haber expresado suficientemente mi gran amor por él. Al despedirme, los abrazos, besos y caricias que le doy y la expresión de su rostro al recibirlas me dan la certeza de que sabe que lo amo y el placer de sentirme amada por él. Sin medicamentos ni hospitales, su vida está ahora en manos de Dios con los cuidados de mi mamá y mi hermana. No sé si estaré físicamente con él cuando muera pero no me preocupa, porque me he despedido y nos hemos expresado lo que necesitábamos.

Entubado, en terapia intensiva, parecía que había que tenerlo ahí para evitar que muriera, no para que recobrase su salud. Tuve la certeza de no querer que alguien hiciera por mí lo que yo hacía por mi papá. Al recuperarse un poco, me reclamó haberlo tenido en esas condiciones y me hizo prometerle que nunca más sería así.

A veces esos lugares, en vez de prolongar la vida, prolongan la muerte. Muchas preguntas quedan: ¿qué vida?, ¿cuándo se prolonga ésta y cuándo la muerte?, ¿qué es vida digna?, ¿quién y cómo decide?, ¿con base en qué? Termino recordando que un tonto responde a una pregunta con otra y asumo mi parte, concluye Elba.

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.