Usted está aquí: viernes 2 de mayo de 2008 Cultura Desenmarañan la soledad y los sueños de Rosario Castellanos

■ Celebraron 25 años del foro Casa de la Paz de la UAM

Desenmarañan la soledad y los sueños de Rosario Castellanos

■ Ofelia Medina prestó garganta y figura a la poeta chiapaneca

■ El teatro vive y haremos que siga diciendo la verdad, expresó la actriz

Mónica Mateos-Vega

Ampliar la imagen Escenas del montaje Íntimamente, Rosario de Chiapas, con escenografía de Carmen Parra, que se presentó en Casa de la Paz. Sobre estas líneas, Ofelia Medina. Escenas del montaje Íntimamente, Rosario de Chiapas, con escenografía de Carmen Parra, que se presentó en Casa de la Paz. Sobre estas líneas, Ofelia Medina. Foto: José Carlo González

Ampliar la imagen La actriz con la chelista y ahora alientista Jimena Giménez Cacho La actriz con la chelista y ahora alientista Jimena Giménez Cacho Foto: José Carlo González

“El teatro vive, es nuestro derecho y vamos a hacer que siga diciendo la verdad”, afirmó Ofelia Medina al concluir la obra Íntimamente, Rosario de Chiapas, la cual presentó la noche del martes en el teatro Casa de la Paz de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), para celebrar 25 años de ese recinto cultural.

Fue precisamente en ese foro –antes de que éste perteneciera a esa casa de estudios– donde la actriz debutó hace cuatro décadas con la obra H3O, de Alejandro Jodorowsky.

Ahora Ofelia Medina regresó acompañada por la chelista Jimena Giménez Cacho, en una emotiva representación de la palabra poética de la autora de Balún Canán.

Las palabras de Castellanos y la música lo impregnaron todo: el escritorio blanco, parecido al rincón favorito de la escritora en sus noches de insomnio, y la bañera adornada por sus versos, su último lecho.

Las marcas de Chiapas

Ofelia Medina prestó garganta y figura a la poeta chiapaneca para hacerla hablar, durante poco más de una hora, y llorar, reír, explicar y compartir con los espectadores la angustia que acompañó su vida, certezas y desvelos, su “modo de ser río, de ser aire, de ser adiós y nunca”.

Nadie acompañó a Rosario cuando murió el 7 de agosto de 1974 en Tel Aviv, Israel. Al irse se llevó todos sus secretos, menos la poesía, herencia con la cual Medina confecciona un gran homenaje, en esta ocasión con la participación del chelo de Giménez Cacho.

La intérprete también tocó la flauta y actuó como una suerte de amiga imaginaria o alter ego, paciente, amorosa, solidaria.

“Te voy a decir todo cuando muramos. Te voy a contar, palabra a palabra, al oído, llorando. No será mi destino el del viento, que llega sólo y desmemoriado”, dijo Ofelia desde la bañera, como desde “el centro puro de un diamante”, para que la poesía desencadenara imágenes, sensaciones.

Así contó la historia de una mujer que afirmaba: “yo ya no espero, ¡vivo!”

La actriz retozó sobre los poemas, bailó, sintió miedo ante la violencia descrita hace décadas por Castellanos, palabras que siguen siendo vigentes: “Chiapas tiene marcas en su rostro a fuego de injusticias”.

No sólo se habló de los claroscuros del alma o las inercias de género, sino de las tragedias sociales: “la oscuridad engendra violencia. Por eso el 2 de octubre aguardó hasta la noche, para que nadie viera la mano que empuñó el arma, porque la oscuridad engendra el sueño”.

Así enarboló la voz Ofelia, es decir, Rosario: “prefiero tener una que otra cicatriz que tener la memoria como un cofre vacío”.

Así se abrió el diario íntimo de una poeta, para desenmarañar sus sueños y conocer no sólo la expresión de su soledad, sino de sus momentos de placer.

Morir de amor

Con picardía, Rosario, es decir, Ofelia, confesaba: “soy soltera, sí, pero no virgen”, para después rebelarse: “sufro por hábito, por herencia, por no diferenciarme más de mis congéneres que por causas concretas”.

La breve y eterna estancia con la poeta conmovió a los presentes en la parte final del espectáculo, cuya escenografía diseñó la pintora Carmen Parra.

Las palabras estremecieron: “no voy a morir de vejez, ni de angustia, voy a morir de amor. No me recuerden, no repitan mi nombre hasta que el aire no sea transparente otra vez”. Ofelia Medina, transformada en poeta eterna, se sumergió en la bañera, abrazada a una lámpara, que al apagarse iluminaría para siempre el recuerdo.

 
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