Usted está aquí: sábado 3 de mayo de 2008 Cultura Gritón se “mete al paisaje rural” para aproximarse a la cultura vasca

■ El pintor exhibe cerca de 40 obras en la Universidad de Navarra

Gritón se “mete al paisaje rural” para aproximarse a la cultura vasca

Merry MacMasters

Acercarse al paisaje rural desde distintos ángulos estéticos es el común denominador de la obra en primera instancia “ecléctica” de Antonio Ortiz Gritón, realizada en Guelbenzu, España, que muestra en la Universidad de Navarra, en las afueras de Pamplona.

La exposición El paisaje actual: cinco aproximaciones/ Gaurko paisa: bost hurbilketa comprende alrededor de 40 obras del artista mexicano, la mayoría pinturas al óleo y acrílico, pero también fotografías.

Desde hace dos años Antonio Ortiz Gritón (DF, 1953) ha pasado temporadas de siete u ocho meses en Guelbenzu, pueblo de 13 habitantes –incluidos, él y su esposa–, en medio de un bosque de robles, en un valle “muy pro- cultura vasca”.

Al respecto, explica: “Mi proyecto aquí, en general, ha sido hacer lo mismo que en la ciudad de México: meterme en la cultura local y trabajar con base en sus necesidades, según las veo. Mi paisaje diario es el bosque, por eso muchos de los cuadros son de tonos verdes. Junto hay una iglesia, entonces, también hay algunos de corte religioso.

“Hace mucho leí un ensayo de Heidegger sobre la obra de san Agustín, donde habla mucho de lo que es la fe y la religión cristiana, que finalmente uno cree en algo que no existe, pero cree y hasta allí. Planteo una especie de juego, porque son cuadros totalmente abstractos. Se ven puros cuadritos, sin embargo, uno significa el nacimiento de Cristo, otro la Anunciación, por ejemplo. Así retomo el hecho que muchos pintores y también músicos, en los años 30 y 40, exploraron esto desde el punto de vista de la abstracción.”

En cuanto a la otra parte, de la cultura vasca, Gritón la encontró “hasta cierto punto parecida a la náhuatl. Las dos son de tipo animista, es decir, los dioses existen de maneras abstracta y concreta. Entonces, fue trabajar con el significado de algunas palabras y simbologías de los vascos”.

Como en Guelbenzu se dedican mucho a la cría y pastoreo de ovejas, el entrevistado empezó a utilizar lana en los cuadros, para explorar sus cualidades estéticas y como símbolo.

El libro Puerca tierra, de John Berger, también impulsó a Gritón a “meterse” en la cultura rural. Ahora, con la globalización, en esas comunidades “sigue existiendo una especie de identidad de por qué vives, cuáles son tus raíces. En cambio, en las urbanas la identidad se limita nada más a vivir para consumir, sin otro futuro. Berger propone regresar a lo que son las comunidades rurales y empezar a establecer un diálogo con las ciudades”. El intercambio empieza con Pamplona.

Gritón desea repetir la experiencia en México. También prepara un “breviario visual del náhuatl”. En la exposición de la Universidad de Navarra utiliza el euskera en algunos cuadros. Aquí quiere hacer lo mismo, pero con el náhuatl. Su experiencia de Guelbenzu le ha enseñado que es bueno para el artista de repente situarse en un contexto totalmente distinto al de siempre, porque “obviamente, si siempre estás en la ciudad, siempre estás decodificando sus signos y expresándolos en tu obra. Pero son obras para la ciudad misma y evidentemente cuando te vas a las comunidades rurales todo esto pierde sentido, porque tienen otro código. Entonces, ¿quién suple las necesidades de arte de estas personas?”

Quiere regresar a México porque desde el año pasado Gritón gestiona un proyecto ante la Secretaría de Cultura del Gobierno del DF, en el que 16 artistas colocarían igual número de esculturas monumentales al parecer en el Circuito Interior. En cuanto se confirme el lugar, “me imagino que empezarán a conseguir los recursos necesarios”.

 
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