Usted está aquí: lunes 5 de mayo de 2008 Opinión Dos tragedias por agroquímicos... y negligencia

Iván Restrepo

Dos tragedias por agroquímicos... y negligencia

El sábado anterior se cumplió el 17 aniversario del incendio en las instalaciones de la empresa Agricultura Nacional Veracruzana, mejor conocida por Anaversa. Por décadas, se dedicó a elaborar, en plena zona urbana de la ciudad de Córdoba, diversos plaguicidas de enorme peligrosidad para el ser humano y el medio ambiente. A pesar de resentir en su salud los efectos adversos de la exposición a esos productos, los trabajadores que allí laboraban y los habitantes de esa ciudad ignoraban el peligro al que estaban expuestos hasta que las llamas consumieron las 50 diferentes sustancias tóxicas almacenadas en el local. El fuego hizo evidente el grado de complicidad, negligencia y corrupción entre el sector privado y el mundo oficial, supuestamente encargado de velar por la salud pública y cuidar los recursos naturales. A su vez, la falta de estrategias para enfrentar accidentes como el descrito. Mientras los funcionarios renovaban periódicamente los permisos para que la empresa funcionara, desatendían las continuas quejas de la población.

La de Anaversa figura entre las grandes tragedias debidas a la industria de agroquímicos. Ninguno de los responsables pisó la cárcel, mientras muchos inocentes han muerto y muchos más padecen las secuelas de la exposición a las sustancias que consumió el fuego y a las que posteriormente se produjeron: las peligrosísimas dioxinas. La doctora Lilia Albert, quien siguió puntualmente el caso y es reconocida internacionalmente en el tema ambiental, advierte que las dioxinas son de los contaminantes más tóxicos que existen: entre otras cosas, son capaces de producir malformaciones permanentes durante el periodo prenatal al organismo en desarrollo. Estos defectos pueden causar el aborto espontáneo.

Las autoridades pretenden que se olvide el caso Anaversa y todavía amenazan a los que exigen justicia para las víctimas. Así ocurrió en agosto de 2007 con la presentación del video El perro que ladra a la luna, realizado por dos jóvenes periodistas españolas: Charo Ruiz y Sandra Soler. La entonces alcaldesa de Córdoba, la priísta Yolanda Monlui Fernández, amenazó con deportarlas si lo proyectaban en público o en privado. Sin embargo, lo exhibieron tanto en esa ciudad como en Xalapa.

Aunque la Comisión Nacional de Derechos Humanos emitió una resolución condenando a las instancias oficiales responsables de lo ocurrido, cayó en el vacío. Eran tiempos en que Patricio Chirinos desgobernaba Veracruz. Tampoco han prosperado las demandas para aclarar el manejo de los fondos destinados a atender a las víctimas. La propiedad de la empresa siempre se atribuyó al exitoso maestro Carlos Hank González.

Nunca sabremos tampoco el número de víctimas ocasionadas por otra empresa: Cromatos de México, que laboró de 1958 a 1978 en un predio ubicado en el municipio de Tultitlán, estado de México. Ante las reiteradas quejas de la comunidad, las autoridades se vieron obligadas a clausurarla. Pero dejó abandonada una herencia mortal: además de 16 mil metros cuadrados altamente contaminados, 75 mil toneladas de residuos muy tóxicos capaces de ocasionar hasta cáncer y deteriorar el ambiente, en especial el agua. Ni el contenedor construido años después de la clausura de las instalaciones para depositar tal tonelaje, ni otras medidas de mitigación resolvieron el problema. Por el contrario, los acuíferos de la zona se contaminaron. Apenas ahora, 30 años después de que Cromatos de México dejó de funcionar, el sector público anuncia la demolición de la planta y medidas para “asegurar” los residuos allí abandonados. Por supuesto, al igual que en Córdoba, los culpables gozan de cabal impunidad.

Al recordar estas dos tragedias, esperamos que la negligencia no desencadene otra en la nucleoeléctrica de Laguna Verde. Según la Comisión Federal de Electricidad, en esa central está a punto de saturarse la capacidad de almacenamiento de desechos contaminados de bajo y medio nivel. Por falta de recursos, no existe la infraestructura para depositar los equipos y los nuevos materiales contaminados que generará la planta nuclear: más de 5 mil toneladas. Mientras, el gobierno malgasta las divisas petroleras.

 
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