Usted está aquí: lunes 5 de mayo de 2008 Política Acosta Naranjo sesentayochea y ofrece “nuestra mano tendida” a adversarios

■ Serán los perredistas, y nadie más, quienes decidan el rumbo del partido, advierte

Acosta Naranjo sesentayochea y ofrece “nuestra mano tendida” a adversarios

■ “Aquí hay partido, que se oiga lejos, hasta San Luis Potosí”, aunque no se refería al estado

Arturo Cano

Ampliar la imagen Gerardo Unzueta interpela a Camilo Valenzuela durante el sexto Consejo Nacional perredista Gerardo Unzueta interpela a Camilo Valenzuela durante el sexto Consejo Nacional perredista Foto: Marco Peláez

Desmemoriado o dicharachero, ungido unos minutos antes presidente nacional sustituto del Partido de la Revolución Democrática (PRD), Guadalupe Acosta Naranjo ofrece a sus adversarios: “Tienen nuestra mano tendida”, dice, y sólo algún despistado encuentra un eco sesentayochero en la desafortunada fórmula del recién designado.

Antes de que lo voten –en fórmula con la amalista Martha Dalia Gastélum–, Acosta Naranjo ya sabe que su nombramiento será impugnado por Alejandro Encinas y sus seguidores. La “mano tendida”, por esa razón, se acompaña de la advertencia: “Tendremos la firmeza para que sean los perredistas, y nadie más, quienes decidan el rumbo del partido”.

Y más en una sesión de Consejo Nacional, donde los ajenos a Nueva Izquierda y aliados se pueden contar con los dedos de las manos: “¡Nos doblan, pero no nos quiebran! ¡Que se oiga lejos, hasta San Luis Potosí, que aquí hay partido!”

No es la primera referencia al hombre que ocupa una oficina en la calle con ese nombre: el “partido de un solo hombre” ha terminado, diagnostica Guadalupe Acosta, y puede que tenga razón. Pero si nos atenemos a lo sucedido esta tarde, el partido de un solo hombre acaba sus días sólo para dar paso al partido de los 114 consejeros –de 360–, los que votan a Acosta y Gastélum para dirigir los destinos del sol azteca en tanto se resuelve la entrampada elección de marzo.

“Es una relección, Cota nunca fue exactamente presidente”

El primer presidente perredista, ya no por la voluntad de un solo hombre, sino del bloque mayoritario en el aparato del partido, termina su discurso entre una ovación, breve pero sentida, con los consejeros puestos de pie.

Baja de la tribuna y lo primero que hace es bromear con los reporteros: “En realidad es una relección, porque Leonel Cota nunca fue exactamente presidente”.

Chascarrillos aparte, Acosta sabe que su elección será impugnada de inmediato en la Comisión de Garantías del PRD. “Están en su derecho”, dice; apunta en sus declaraciones hacia el tribunal electoral, donde ha de terminar, cualesquiera sean los movimientos de estos días, la elección interna del sol azteca.

“Ya nadie puede ganar esta elección, pero no hay autocrítica de ninguna de las dos partes”, dice el diputado Juan Guerra, uno de los pocos que sostienen abiertamente que la única salida es anular los comicios.

Termina el discurso de Guadalupe Acosta Naranjo con un llamado a asistir a la fiesta por los 19 años del PRD. Los chuchos y sus aliados se ponen de pie y aplauden. Los del otro lado tendrán su propia fiesta.

En los agitados días previos a la sesión, la corriente encabezada por Alejandro Encinas mantiene la postura de suspender el consejo e ir por la prórroga del mandato de Leonel Cota.

Sin acuerdo, varios consejeros encinistas se presentan de mañana a la sede del acto, pero no se registran. Llevan un notario que da fe de que a las 11 horas no hay ni 50 consejeros necesarios. Al mediodía vuelven a contar: hay 113, de los 122 necesarios para declarar el quórum. Camilo Valenzuela, presidente del consejo, extiende la espera y a las 12:40 declara que hay 130 consejeros presentes.

En su calidad de “componedor”, Graco Ramírez informa sobre las negociaciones de la víspera. Relata dos reuniones, efectuadas los pasados lunes y martes, con la presencia de los gobernadores perredistas y el jefe de Gobierno del Distrito Federal, los coordinadores parlamentarios y los candidatos.

Según el senador, se habría pactado ahí anular la elección, nombrar un presidente interino por cuatro meses y crear un “comité político” en el cual participaran todas las corrientes para organizar el congreso de “refundación” del partido.

Mientras Graco habla, un grupo de reporteros se traslada del centro al sur de la ciudad, donde Alejandro Encinas ofrece una conferencia de prensa.

Ramírez y Encinas sólo coinciden en un punto: que se pactó elaborar un proyecto de convocatoria al congreso nacional.

La historia es conocida: mientras se cocina ese documento, la Comisión Nacional de Garantías anuncia que da por válida el acta de cómputo emitida por el comité electoral –Encinas resulta ganador con ese documento–, y el “acuerdo político” se va al basurero. “Se saboteó el acuerdo que estábamos construyendo”, dice Graco Ramírez.

Encinas argumenta que, dada esa resolución de Garantías, no tendría que ser un interino ni un comité político los convocantes de un congreso, sino él como presidente del partido.

Así, el debate que no se da en el Consejo Nacional –“esto es casi un monólogo”, define un orador– ocurre a través de las declaraciones que la prensa recoge de uno y otro bandos.

Sesión de autoconsumo

–Es una sesión de autoconsumo –se dice a Graco Ramírez una vez que se anuncian los primeros diez oradores.

–Es el consejo.

–Todos de una corriente.

–Ahí está Gerardo Unzueta.

Y sí, el viejo comunista toma la palabra para pedir que se convoque a una nueva sesión, porque una sola porción del partido no puede tomar las decisiones. Voz en el desierto.

Y ya, cada quien con su agenda. René Arce dedica largas intervenciones a defender las modificaciones al Estatuto de Gobierno del Distrito Federal y a la defensa de Ruth Zavaleta, la presidenta de la Cámara de Diputados. También advierte que las instituciones son más grandes que cualquier otra cosa: “Nunca lo coyuntural está por encima de lo que es el devenir histórico de las cosas”.

Lorena Villavicencio pone el toque autocrítico: “En la historia negra de las elecciones, ésta quedará en primer lugar”.

Fernando Belaunzarán dice en tribuna lo que otros miembros de Nueva Izquierda repiten abajo: “Si Andrés Manuel López Obrador no está en la mesa de negociaciones, los acuerdos nunca se cumplirán”.

En la misma línea habla Jesús Ortega, afuera del salón: “No me interesa atacar a Encinas, pero llevamos cuatro reuniones y nada”.

Los acuerdos se toman y no se cumplen, dice Ortega Martínez. “De la reunión del lunes salimos todos contentos. El Güero Javier González Garza me dijo: ‘¡Hijo de la chingada, ya salió, ya salió!’ Y luego sacan esa resolución de Garantías.”

Ortega se pone memorioso. Dice que los dos PRD vienen desde el congreso de Oaxtepec (1995), con el debate “transición pactada” versus “gobierno de salvación nacional”. Esos dos agrupamientos “ahora son más nítidos”, asegura quien sólo ve dos salidas posibles: el congreso, para formalizar un “partido-frente”, o “que digamos: aquí se rompió una taza y cada quien para su casa”.

¿Una taza? Del día de su elección a la fecha los perredistas ya rompieron toda la vajilla, pues el problema es, justamente, que se están peleando la casa.

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.