Usted está aquí: viernes 9 de mayo de 2008 Mundo La ONU, “decepcionada” por el escaso acceso que se le ha permitido en Myanmar

■ Mientras el pueblo ruega por ayuda, la junta militar reparte televisores

La ONU, “decepcionada” por el escaso acceso que se le ha permitido en Myanmar

■ Posponer el referendo y dedicarse a esfuerzos de socorro a víctimas del ciclón, pide la oposición

Andrew Buncombe (The Independent)

Ampliar la imagen Residentes de Yangón reparan los daños causados por el ciclón Nargis a su paso por Myanmar Residentes de Yangón reparan los daños causados por el ciclón Nargis a su paso por Myanmar Foto: Reuters

Nyung Wine, Myanmar, 8 de mayo. La gente en el poblado de Nyung Wine, a poco menos de una hora de distancia de Rangún, se pregunta por qué nadie los ha visitado. De las aproximadamente 200 casas que se encuentran cerca de la reluciente pagoda dorada junto al río Kyauktan, unas 185 resultaron dañadas por el ciclón Nargis.

“Nadie ha venido a ayudar”, dijo el aldeano, U San Dey, mientras nos guiaba por entre las ruinas de los hogares destrozados por la tormenta que arrasó el delta del Irrawaddy el pasado sábado, matando al menos a 23 mil personas y dejando a millón y medio de personas a la intemperie, según las más recientes estimaciones de la Organización de Naciones Unidas (ONU).

En la aldea vecina, U Mya Wine, un comerciante de bambú, dijo que los dos hogares ocupados por los miembros de su familia quedaron destruidos. “Estoy triste. La casa está dañada, no hay agua ni electricidad, pero nadie viene y eso me pesa en el corazón”.

Las noticias que dan los expertos en desastres desde la devastada región del delta confirman la amarga realidad. Según un reporte interno de una organización internacional de ayuda, “ es horrible la situación en los campamentos de refugio provisionales. No hay agua. La gente sólo tiene algo de cereal cocido para comer. No hay suficientes techos.

“La mayoría tienen sólo la ropa que tienen puesta, muchos se están cubriendo con costales de yute. No hay agua potable ni instalaciones sanitarias. Hay muchos heridos que no reciben atención. Se cree que hay 100 mil personas en 26 de estos campamentos”.

Sheri Villartosa, la diplomática de mayor rango en Myanmar, dijo que temía que el número de muertos fuera de más de 100 mil. Pero pese al obvio sufrimiento, la devastación masiva y las presiones para que tomen medidas urgentes, las autoridades de Myanmar insistían este jueves en que todo estaba bajo control. En la primera plana del New Light of Myanmar, un periódico gubernamental, apareció hoy la fotografía del primer ministro Thein Sein entregando más de 20 televisores y 10 reproductores de DVD como parte de las operaciones de “socorro”. Esto en una región en la que no ha habido electricidad desde que la tormenta, con vientos de 209 kilómetros por hora, azotó la región.

Lo que se necesita es agua, alimentos, medicinas e instalaciones sanitarias para cientos de miles de personas, y la capacidad de llevar estos suministros a las áreas remotas donde la tormenta provocó los peores daños. Por el contrario, lo que el gobierno de Myanmar está haciendo es provocar más obstrucciones y retrasos.

Pese a que este jueves las autoridades finalmente dieron luz verde al primer cargamento aéreo importante de ayuda, organizaciones humanitarias se quejan de que la junta militar aún no coopera y no tiene disposición de dar visas a decenas de socorristas.

“Existe una ventana temporal muy reducida en todo desastre antes de que todo se vuelva irremediable y estamos, en estos momentos, muy cerca de que venza ese plazo”, afirmó Christopher Kaye, director para Myanmar del Programa Mundial de Alimentos de la ONU. “Hay alimentos almacenados en el país, el gran problema es llegar a las zonas afectadas. Las únicas personas que tienen acceso a esos alimentos son nacionales de Myanmar, mientras que no se ha permitido a los extranjeros llegar a esos lugares”.

Evidencias reunidas por organizaciones de ayuda y otros grupos que han visitado el extremo sur del delta de Irrawaddy, revelan una espantosa realidad. Cadáveres hinchados se han ido depositando río arriba, la mayoría de los cuales se han quedado ahí, en estado de descomposición, mientras los sobrevivientes intentan reconstruir sus hogares y buscan alimentos y agua potable. Algunos de los muertos han sido despojados de sus ropas. Cadáveres de animales flotan en el agua que la gente utiliza para lavarse.

En los campos de refugio instalados por el gobierno para los que quedaron sin techo existe la preocupación de que surjan brotes de cólera y malaria, además de que se teme que hayan quedado destruidas todas las fuentes de sustento de la gente, como son animales de cría, botes de pesca y otros. Los arrozales, de los que depende la vida de millones de personas en Myanmar, quedaron inundados de agua salada.

Richard Horsey, cocoordinador regional de las operaciones humanitarias de la ONU, aseguró que es imperativo que el gobierno de Myanmar “se abra y permita que la ayuda internacional a gran escala llegue al país”.

Lentitud que indigna

En Nueva York, diplomáticos de Estados Unidos ante la ONU expresaron su “indignación” por la lentitud con que la junta militar está respondiendo a las ofertas de asistencia. El jefe del área humanitaria, John Holmes, dijo que la ONU está “decepcionada” por el nivel de acceso que se le ha permitido en Myanmar.

Con todo, el gobierno insiste en que ha tomado las medidas necesarias. El mismo diario que muestra al primer ministro repartiendo aparatos eléctricos incluye un artículo que declara: “Varios subcomités se han formado, con miembros preparados en cuestiones de desastres naturales, y han visitado las áreas y dado ayuda a las víctimas. Se han tomado medidas de auxilio y reubicación”.

Una cuestión crucial ahora es si tanta tristeza y frustración puede resultar en protestas como las que sacudieron Myanmar el pasado septiembre, cuando decenas de miles de personas y monjes budistas tomaron las calles para manifestarse contra la junta que ha gobernado el país por dos décadas.

Un diplomático occidental en Rangún, quien pidió anonimato, señaló: “Después de septiembre, no es que las manifestaciones se hayan calmado. La gente fue sacada de las calles pero las autoridades nunca se tomaron la molestia de escuchar las demandas. Si la situación aquí sigue deteriorándose, la gente se desesperará y existe gran potencial para la violencia y el pillaje. Si llega el ejército disparando, la gente se volverá contra los uniformados. Existe gran potencial para una crisis política”.

Entre el nuevo graffiti que aparece repetidamente en los puentes de Rangún abundan las “X”, símbolo para votar “no” en el referendo programado para esta semana y crear una nueva Constitución que perpetúe el régimen militar.

La opositora Liga Nacional para la Democracia, partido político encabezado por Aung San Suu Kyi, urgió a la junta militar a posponer la consulta y concentrarse en los esfuerzos de socorro.

Suu Kyi está bajo arresto domiciliario en Rangún. Como millones compatriotas, que no pertenecen o están vinculados con la elite militar, la premio Nobel se ilumina en su hogar con velas. Un vecino dijo que su tejado está dañado.

© The Independent

Traducción: Gabriela Fonseca

 
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