Usted está aquí: sábado 10 de mayo de 2008 Política Sólo hubo un tirador, señalan los primeros peritajes criminalísticos

■ No siempre pernoctaba en la colonia Guerrero, indican informes

Sólo hubo un tirador, señalan los primeros peritajes criminalísticos

Gustavo Castillo García

Sólo un tirador, Alejandro Ramírez Báez, ejecutó el pasado jueves a Édgar Millán Gómez, coordinador general de Seguridad Regional y Proximidad Social de la Policía Federal Preventiva (PFP), señalaron funcionarios federales de alto nivel tras conocer los primeros peritajes en criminalística y las declaraciones de los agentes que resultaron heridos en el patio del inmueble número 132 de la calle Camelia, colonia Guerrero.

La noche del miércoles, horas antes de morir, Millán Gómez recriminó en broma a uno de sus compañeros que no lo invitaran a participar en las actividades que el presidente Felipe Calderón y el gabinete de seguridad realizarían en Tamaulipas este viernes.

Fue la última vez que el funcionario de la PFP habló con su amigo en broma. Los últimos minutos del miércoles, Millán Gómez los ocupó para leer el parte informativo mediante el cual se le reportó la detención de nueve sicarios, integrantes del grupo de los hermanos Beltrán Leyva, en Xoxocotla, Morelos.

Informes oficiales indican que el jefe policiaco salió poco después de la medianoche de su oficina en la llamada Torre Pedregal de la PFP en el sur de la ciudad de México.

Él y el agente Leobardo Plata Hernández abordaron la camioneta Blazer blanca, placas 300-UWV, mientras otros tres policías federales los siguieron en un automóvil.

Los primeros indicios que ha obtenido la Procuraduría General de la República (PGR) refieren que aparentemente Millán Gómez y sus hombres se dirigieron a Camelia 132, colonia Guerrero, zona de narcotienditas, muy cercana al barrio de Tepito.

Según las versiones obtenidas, la causa de que Millán llegara a Camelia 132 fue su separación matrimonial, hace año y medio. No siempre llegaba a ese domicilio, a veces pernoctaba en otro sitio, solo. Pero cuando iba a Camelia, llegaba tarde y ostentando lo menos posible su escolta.

La madrugada del jueves pasado, Millán Gómez llegó a bordo de su unidad blindada. Metros atrás de la camioneta iba el coche espejo, es decir, un vehículo con escoltas atentos a un posible ataque lateral o por la retaguardia del funcionario en custodia.

El agente federal Leobardo Plata Hernández estacionó la camioneta Blazer frente a la fachada roja con número oficial en color oro. El coche espejo se ubicó metros atrás, pero en la acera de enfrente. Cuidaría el perímetro.

Camelia 132 está a mitad de camino entre las calles Soto y Zarco –la iluminación en el área es deficiente–, se localiza en medio de varias vecindades y viviendas construidas tras los sismos de septiembre de 1985.

Los funcionarios federales narraron: “Édgar Millán y Plata Hernández bajaron de la camioneta, abrieron la puerta de acceso peatonal del inmueble y ésta se cerró tras ellos. Caminaron unos 10 pasos dentro y, como Plata llevaba en las manos el saco de Millán, lo entregó a su jefe.

“El agente se despidió; dio media vuelta, y no había avanzado tres pasos cuando un hombre que estaba escondido entre las plantas que existen en los linderos de los departamentos comenzó a disparar a Millán Gómez.

“Nueve tiros recibió el jefe policiaco. Todos los aguantó de pie. Ramírez Báez le vació la carga de una de sus armas, mientras Plata Hernández reaccionaba y cuando iba volteando le tocaron dos balazos, uno le rozó la mejilla, el otro le hirió una pierna.

“Los agentes del auto escucharon los disparos. Uno esperó en el lugar, cuidaría el perímetro. Dos se lanzaron contra el zaguán y lo abrieron a patadas.

“Nada más uno entró, Daniel de la Vega Hernández. Otro, José Alfredo Álvarez, se quedó vigilando la puerta ante el aviso de Leobardo Plata de que el tirador estaba escondido entre los carros que los habitantes estacionan en el patio del inmueble.

“Entre Plata, De la Vega (quien también resultó herido) y Álvarez, sometieron al tirador solitario, Ramírez Báez, quien trató de seguir disparando, ahora a los escoltas, pero las dos pistolas que utilizaba ya no tenían cartuchos”, indicaron los funcionarios federales.

En ese momento “Millán se abalanzó contra su agresor y lo golpeó en el piso; parecía no darse cuenta de que estaba herido; sus hombres tuvieron que quitarle al detenido. El esfuerzo lo hizo desangrarse más rápido y morir horas después en el Hospital Metropolitano”.

Los primeros peritajes médicos refieren que el tirador, presuntamente contratado por la banda Beltrán Leyva, estaba drogado cuando actuó. “Había consumido ice (droga sintética) y otra porquería”, señalaron los entrevistados.

En el patio de Camelia 132, luego de la detención se descubrieron dos pistolas, calibres .762 y 380. Las versiones oficiales refieren que fueron las únicas armas utilizadas y que Ramírez Báez actuó solo, pero tuvo colaboración de alguien cercano a Millán para asesinarlo.

 
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