Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 11 de mayo de 2008 Num: 688

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Un pornógrafo sublime
RAÚL OLVERA MIJARES

Poética
ARIS ALEXANDROU

La batuta de Morricone
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Morricone en Oriente
LEANDRO ARELLANO

Ricardo Martínez:
rigor y poesía

MARCO ANTONIO CAMPOS

Escribir y ser otro
JUAN MANUEL GARCÍA Entrevista con MARIO BELLATIN

Leer

Columnas:
Mujeres Insumisas
ANGÉLICA ABELLEYRA

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
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Ana García Bergua

Notas a la distancia sobre la obra de Inés Arredondo

1. A casi un par de décadas de la muerte de Inés Arredondo quien, de no habernos dejado tan pronto, nos pudo haber entregado, quizá, un par de libros más, La señal, Río subterráneo y Los espejos son muestra de una escritura plena de una densidad que ya no se practica, quizá porque tampoco se vive ya. Más que concluida la transición que representó para la cultura y la literatura mexicana el arribo renovador de la generación de los sesenta, retornamos a la obra de Arredondo para encontrarnos de nuevo con aquel gozne que unió a la añeja cauda de prejuicios de la provincia mexicana con las visiones cosmopolitas del erotismo, la muerte y la perversidad, visiones que la unen con sus contemporáneos Juan García Ponce, Juan Vicente Melo o Salvador Elizondo. Sin embargo, en los relatos de Inés Arredondo prevalece la conciencia de la pureza perdida, de una rectitud inicial que después se pudre. Este refinamiento perverso en una provincia asfixiante y entrañable convierte a Arredondo en una autora inasible: moderna y a la vez clásica, densa e irónica, grotesca y espiritual.

2. Ver no es observar. En contraposición a la literatura visual de hoy, la de Inés Arredondo resplandece como una literatura de profunda observación y escucha. Sus personajes se transforman al paso del mundo y sus latidos, su interior avanza en correspondencia con una naturaleza que es también espíritu, el trasfondo telúrico del agua que pudre y el sol camusiano que enloquece. En esta literatura de pulsiones todo transcurre al mismo paso, con minuciosidad. “Tú no tomas en cuenta el río y sus avenidas –dice en ‘Río subterráneo’–, el sonar de las campanas, ni los gritos. No has estado tratando, siempre, de saber qué significan juntas las cosas inexplicables, las cosas terribles, las cosas dulces.” Esa metáfora de la locura es también una imagen de la literatura: una indagación sobre las cosas inexplicables, terribles y dulces.

3. En la escritura abismal de Inés Arredondo no hay lugar para la felicidad completa; los pocos instantes de dicha que viven algunos personajes les cuestan la vida o quedan despojados de sentido frente a la conciencia del otro lado: la muerte, la caída. Y en la caída y el pecado se encuentra ya presente la conciencia del cumplimiento de un destino: “Me levanté lo más rápidamente que pude, con la cara ardiéndome de coraje y de vergüenza, pero al enfrentarme a él me olvidé de mí y entré como un autómata en la pesadilla…” La Sunamita entra como un autómata a la pesadilla, de igual manera que lo hacen las heroínas de “Las mariposas nocturnas” y “Sombra entre sombras”, mujeres jóvenes y plenas tocadas por un viejo lascivo, como la manzana fresca que se pudre al contacto con la manzana podrida, y quedan hipnotizadas por aquella visión del abismo.

4. Pocos cuentistas mexicanos tienen su Combray proustiano, un escenario en el que se representan sus historias de manera un tanto ritual, como Inés Arredondo tuvo El Dorado: paraíso entrañable de sitios señalados –la casona, el ingenio azucarero, el río, la avenida de bambúes– y también escenario de transformaciones incomprensibles

5. Pocas veces he visto una mirada tan atenta y sutil a la homosexualidad masculina como en “El amigo”, relato que parece dar pie a otros similares en los que un hombre vive vicariamente la relación con el hombre que ama a través de la mujer. Esta idea del trío se desarrolla en otros cuentos como “Atrapada” , “Las mariposas nocturnas” y “Sombra entre sombras”. “Opus 123” trata de dos “amanerados” de provincia escondidos por sus familias quienes se salvan a través de la música. La tragedia de estos dos hombres es no poder nunca encontrarse. Arredondo es una maestra en la construcción de relaciones frágiles e inusitadas en ambientes rígidamente conservadores, sin recurrir al fácil expediente de la victimización o la falsa liberación. Escritora amarga, les reserva la misma soledad existencial en que transcurren las vidas del resto, si bien a Feliciano y a Pepe Rojas (el que interpreta la misa solemne de Beethoven oculto como una especie de fantasma de la ópera) les concede el consuelo de las vidas paralelas, de los vasos comunicantes.

6. Dos o tres décadas de postmodernismo han relativizado la idea del mal en la vida y la literatura. El mal, en nuestra época, ha mostrado su cara banal, igual de siniestra que la del mal representado por el pecado. Podríamos decir, parafraseando el final de “Los espejos”, que sobre la amargura de los cuentos de Inés Arredondo se yergue, en su ligereza, gran parte de nuestra cuentística actual