Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 11 de mayo de 2008 Num: 688

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Un pornógrafo sublime
RAÚL OLVERA MIJARES

Poética
ARIS ALEXANDROU

La batuta de Morricone
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Morricone en Oriente
LEANDRO ARELLANO

Ricardo Martínez:
rigor y poesía

MARCO ANTONIO CAMPOS

Escribir y ser otro
JUAN MANUEL GARCÍA Entrevista con MARIO BELLATIN

Leer

Columnas:
Mujeres Insumisas
ANGÉLICA ABELLEYRA

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
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Un pornógrafo sublime

Raúl Olvera Mijares


Foto: Héctor García

Juan García Ponce en sus novelas, relatos y cuentos consagró su pluma a la exploración del deseo, ese lento y avasallador despertar de los sentidos. Su estilo es denso, no tanto en los vocablos o el lenguaje, sino en ese oscilar continuo en círculos concéntricos cada vez más estrechos. Como ensayista dejó un legado inmenso, consagrado primordialmente a sus grandes modelos: Thomas Mann, Robert Musil, Hermann Broch, Pierre Klossowsky, Georges Bataille, Cesare Pavese, Italo Svevo y otros. Su fascinación por el universo germánico es notable; la más grande entre los autores mexicanos de peso. No el mundo de los nazis como en las novelas En busca de Klingsor, de Jorge Volpi, Amphitryon, de Ignacio Padilla, Malebolge, de Soler Frost, o más recientemente Viena roja, de Tryno Maldonado, sino más bien el estilo de cláusulas largas, complejas, llenas de inversiones y casi con el verbo al final; la penetración en el análisis del alma y las motivaciones últimas de los personajes, eso fue lo que García Ponce tomó del universo alemán.

A propósito de sus incursiones en otros campos, como el teatro y la crítica, el mismo autor en su Autobiografía precoz (1966) declara expresamente que fueron actividades que le abrieron las puertas de las grandes revistas y más tarde de las jugosas becas. García Ponce hizo crítica en periódicos y revistas para ganarse el pan de cada día. Es una verdadera lástima que el grueso de los lectores y de los escritores –que en este curioso país es lo mismo– sólo recuerden historias como aquella de El gato, pues quien ha leído con fruición y detenimiento obras tan fundamentales en la historia de las letras hispánicas como Inmaculada o los placeres de la inocencia (1989), o bien Crónica de la intervención (1982), sabe que su autor alcanzó una maestría y una sensualidad raras en la literatura en castellano.

La mujer, el eterno femenino, constituye uno de los temas centrales en la obra de García Ponce. Como escribió en uno de sus libros de ensayos, Las huellas de la voz (1982): “La máxima calidad a la que puede aspirar la mujer es convertirse en objeto. Como objeto no se pertenece ni siquiera a sí misma y, simultáneamente, está abierta al uso y la contemplación. Perdida toda identidad, transformada en un cuerpo sin dueño que se desplaza por la vida, entra al campo de lo sagrado y permite la aparición de lo divino: aquello que se puede percibir, que es susceptible de sentirse, pero que nadie es capaz de poseer.” Plagado de paradojas de resabio filosófico entre esa reificación de la mujer y su exaltación al plano sobrenatural, el pensamiento de García Ponce, por caminos abiertamente tortuosos, alcanza una claridad apodíctica. Es el único entre los autores de expresión española que, por los resbaladizos caminos de la pornografía, accedió a lo sublime en sus novelas. Es notable la vigencia y la modernidad de la obra de un autor al que el lector común, si no por otra cosa por morbo, debería acercarse.