Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 11 de mayo de 2008 Num: 688

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Un pornógrafo sublime
RAÚL OLVERA MIJARES

Poética
ARIS ALEXANDROU

La batuta de Morricone
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Morricone en Oriente
LEANDRO ARELLANO

Ricardo Martínez:
rigor y poesía

MARCO ANTONIO CAMPOS

Escribir y ser otro
JUAN MANUEL GARCÍA Entrevista con MARIO BELLATIN

Leer

Columnas:
Mujeres Insumisas
ANGÉLICA ABELLEYRA

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 

Luis Tovar
[email protected]

Cinco historias conocidas cinco (II de III)

La cuarta de las bien conocidas historias que suele cocinar el cine, de cualquier nacionalidad pero muy en particular el mexicano y sobre todo a últimas fechas, consiste en la apropiación, adecuación y reproducción de las usanzas narrativas, dramáticas e incluso formales que suelen privar en el bastante repetitivo, elemental, balbuciente, romo, hiperpobre, distorsionado y distorsionante infragénero conocido acá como telenovela y en otros lugares bajo el muy gráfico de culebrón.

Ejemplos de esto hay como para echar parriba, mas como el espacio es poco, concentrémonos en un par de casos tan vigentes como su actual presencia en cartelera.

CAPÍTULO ENE

“Tarde o temprano, cada uno de nosotros se verá enfrentado a un momento irreversible que cambiará nuestras vidas para siempre. Si todavía no te sucede… te va a suceder. Bella es una auténtica historia de amor, acerca de cómo un día en Nueva York transformó para siempre a tres personas.” Con alardes así de rotundos de lugarcomunesca y mercadotécnica estulticia se promovió, hace medio año en Estados Unidos, la exhibición de Bella, culebronesco capitulote cometido por el tamaulipeco Alejandro Gómez Monteverde, bajo el formato de una coproducción México-Estados Unidos.


Escena de Bella

Sin caer jamás en la tentación de atisbar siquiera eso que algunos conocen bajo el nombre de originalidad, la hora y media más un minuto de que Gómez Monteverde dispuso le sirvieron para descerrajar a todo trapo, con impiedad y casi podría decirse que con saña, el catálogo completo de tics, malas maneras y escamoteos tan propios de aquello que encumbrara mediática y televisivamente a personas como Verónica Castro, Lucía Méndez, Thalía y otros pináculos de la actuación igual de incontestables. Así pues, tiene que haber sido por razones de capacidad histriónica y no por criticables y simples ganas de guiñarle el ojo a la taquilla –a menos que se deba al hecho de que director y actor principal son paisanos–, que para su personaje protagónico Gómez Monteverde echó mano del más que probado talento de Eduardo Verástegui, actor que se templó en las arduas fraguas dramáticas de Soñadoras, Mi querida Isabel y un par más de telenovelas de ésas que luego Televisa, productora, cacarea urbi et orbi porque consiguió exportarlas en calidad de gatoliebres. Quienes gustan de certificar la calidad profesional tanto de quienes están detrás como delante de las cámaras por medio de los premios obtenidos, sepan que el único galardón en las vitrinas del señor Verástegui es el vigesimocuarto lugar entre las 101 celebridades con los cuerpos más sexis de 2005. No es de extrañar, entonces, que Gómez Monteverde aproveche el cromo de su guapo-guapo en desmedro de una trama que, por lo demás, tampoco ofrece demasiada agua donde beber si lo que uno busca en Bella tiene que ver con el cine-cine y no con la elongación –a saber si de plano involuntaria, producto no de la trampa creativa sino de la incapacidad ídem– de un capítulo telenovelero quintuplicado no únicamente en extensión cronológica sino en lo que hace al contenido: joven con futuro promisorio ve cancelado ese futuro por trágico accidente para más tarde, sin querer ni proponérselo, salir del marasmo personal por medio de la propia generosidad y, claro está, del amor de una mujer que también ha sufrido lo suyo…

QUINTA HISTORIA CONOCIDA

Esta última tiene que ver con la perspectiva bajo la cual cierto cine reciente insiste en estructurar ficciones supuestamente emanadas de la situación que viven los latinos en Estados Unidos. En resumen, esas películas –Bella es una suerte de compendio– porfían en contar el cuento feliz de la minoría asimilada en su segregación; es decir, narran la manera en que uno o más latinos acceden, así sea simbólicamente, al éxito, entendido éste como la celebridad o la riqueza material, haciendo al doble eso mismo que a un sajón le bastaría con la mitad para alcanzar la muy anhelada cumbre de la fama –medíatica, se entiende–; y cuando no, como le pasa al futbolista con cara de modelo en Bella, narran el modo en que según esto la frustración puede sublimarse en una vida anónima, como la de un chef taciturno e indiferente a la suerte que corre su propia historia, que se realiza por gracia del amor que siempre tuvo frente a sus narices pero que no alcanzaba a ver de tan deprimido que andaba.

Quinta historia conocida bis: el otro lado de estos fairy tales son, por desgracia, inverosímiles colecciones de infortunios que el latino sufre uno tras otro, siempre resueltos bajo la tónica de las películas de acción, en el último momento y con las uñas.

(Continuará)