Usted está aquí: sábado 17 de mayo de 2008 Cultura La Caja Beethoven

Disquero

La Caja Beethoven

Pablo Espinosa

El pasado 26 de marzo se cumplió otra efeméride de uno de los músicos más populares de la historia y por tal motivo esplende en los anaqueles de novedades discográficas todo un acontecimiento: una caja espléndida con 85 discos compactos (¡!) que contienen las obras completas del Sordo de Bonn, epíteto tan gustado por propios y extraños para referirse a Ludwig van Beethoven, de quien el 26 de marzo de 2007 se cumplieron 180 años de su fallecimiento y por tal motivo la disquera holandesa Brilliant puso a circular esa fabulosa Caja Beethoven, en una edición inicial de cien discos compactos en una sola caja (¡!) que circuló en México en diciembre y ahora retorna en una versión de 85 compactos.

En el Disquero y en la Sección Cultura de La Jornada se ha expuesto el intenso debate suscitado a partir de la aparición, hace año y medio, de la Caja Mozart, con 170 discos y todas las partituras que escribió Volfi.

Esa celebración discográfica de su cumpleaños 250 revolucionó la industria de la música, pues existe una Caja Mozart anterior a ésta, de la marca Philips, pero que cuesta 800 por ciento más que la Caja Mozart de la marca Brilliant; mientras la Caja Philips cuesta 24 mil pesos –cantidad que sólo unos cuantísimos pueden desembolsar, según un cálculo rápido del científico social Don Perogrullo–, la Caja Brilliant cuesta 3 mil pesos.

En Europa la polémica no se limitó a melómanos y compradores de discos, sino se extendió a las mismísimas oficinas bursátiles, consejeros de economía, estrategas de marketing y todo un ejército de profesionales que hasta entonces nada tenían que ver con el arte de la música.

A los bajísimos precios para el comprador que pone Brilliant al frente de su estrategia, se aúna –arma letal contra la competencia– la elevada calidad de las interpretaciones musicales de esa tan exitosa Caja Mozart.

Por tanto, siguió una Caja Bach, con 155 discos en una sola caja, todos por menos de cien euros. Y luego una Caja Chopin. Y ahora una Caja Beethoven, todas editadas por la casa holandesa Brilliant. Por cierto, de las tres primeras cajas, las dedicadas a Mozart, Bach y Chopin, hasta el año pasado se habían reportado ventas por 320 mil unidades, es decir que 320 mil melómanos tienen en sus casas las obras completas de su compositor favorito y sin necesidad de salir en las páginas finales de Forbes.

La Caja Beethoven, el más reciente de los brillos de Brilliant, cuesta en México entre mil 700 y 2 mil 200 morlacos, dependiendo el lugar de venta. Es decir, a 20 pesos cada compacto. Y esta numeralia amplía el debate hacia otro factor determinante del consumo cultural de hoy día en el planeta: la piratería, pues si bien en los vagones del Metro se consiguen pinche mil canciones de lo que usted quiera por 10 pesos, difícilmente la subindustria de la piratería podría igualar la calidad de sonido de las cajas abracadabra, es decir, las cajas de discos Brilliant, las cuales el Disquero ha reseñado sucesivamente.

Otra parte interesante del debate es la posesión, pues el avance tecnológico que vivimos ofrece entre sus ventajas resolver el problema de almacenamiento. Así como las bibliotecas personales llegan a convertirse en un problema de espacio por los demasiados libros, las discotecas individuales –y eso que ya son compactos los discos– también. Si muchas personas ya optan por los sistemas de compresión digital y depositan sus audiotecas en ningún lugar –el famoso ciberespacio– o en algún pequeño dispositivo MP3, Ipod u lo que sea, resulta pertinente preguntar: ¿y a qué hora va a escuchar la gente las cantidades astronómicas de horas de música que se consiguen por doquier?

La discusión termina cuando tenemos frente a nosotros un cofre de tesoros: la Caja Beethoven se abre efectivamente como un baúl de esos que pintan llenos de collares de perlas, piedras preciosas y otras joyas, pero aquí las gemas vienen perfectamente clasificadas, ordenadas, a la mano y al oído.

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