Usted está aquí: domingo 18 de mayo de 2008 Política Bolivia: la ley y la fuerza

Guillermo Almeyra

Bolivia: la ley y la fuerza

El texto de la ley es una cosa, otra es la fuerza que la impone y la hace real. Por eso, es absurdo caer en el fetichismo del texto legal escrito, olvidando la relación de fuerzas que le da vigencia y que permite aplicarlo. Porque, si ésta no es favorable, el texto constitucional o legal es simplemente un pedazo de papel mojado.

Evo Morales proclamó un referéndum revocatorio de los mandatos del presidente y del vicepresidente y de los prefectos (gobernadores) de los departamentos bolivianos. Como dicho referéndum pasó en el Senado gracias a los celos de Tuto Quiroga, jefe del partido derechista Podemos, ante el creciente liderazgo en la derecha de la oligarquía de Santa Cruz, y puesto que el resultado previsible del mismo amenaza a varios prefectos, dividió al frente derechista, y seguramente serán confirmados en sus puestos Evo Morales y Alvaro García Lineras. Hay quien cree que la medida es una maniobra hábil, pero la realidad es diferente.

En primer lugar, de aquí a agosto puede pasar mucho agua bajo los puentes, y la derecha presentará muchos hechos consumados; mientras el gobierno se aferra al texto de la Constitución (que la derecha repudia y cuya modificación exige), y también trata de conseguir la mayor cantidad de votos posibles para el futuro referéndum, la derecha en cambio toma medidas económicas, políticas, jurídicas, sociales y militares construyendo su poder ilegal.

Para colmo, si en el referéndum ganase nuevamente Evo Morales (como seguramente lo hará), y fuese también confirmado en Santa Cruz el puñado de oligárquicos racistas que está construyendo un Estado paralelo, el empate catastrófico continuaría, pero a un nivel superior, aún más grave, ya que no habrían opciones pacíficas para resolverlo. Mientras el gobierno pelea su batalla de papel, Santa Cruz organiza sus paramilitares, crea su equipo de recolección de impuestos y de chantajes a las grandes trasnacionales –así como su sistema jurídico antinacional–, organiza el comercio exterior de la región por la vía de facto, trata de incorporar a su legislatura ilegítima representantes de las etnias indígenas locales (que tienen viejos agravios por cobrar al poder de La Paz), concede servicios sociales para todos y un salario mínimo que duplica el vigente en el resto del territorio nacional, para ver si compra a algunos despistados.

Además, Quiroga cedió en la idea del referéndum revocatorio, pero lo hizo para que el gobierno no llevase a cabo el referéndum sobre el tamaño máximo de las propiedades rurales, que habría dado un golpe duro a la oligarquía de la Media Luna y habría sido un importante instrumento para la movilización y organización campesina para imponer un masivo reparto de tierra agrícola. Aunque ponga en discusión su mandato, Evo Morales aparece discutiendo el poder en La Paz y de La Paz (todos, en efecto, saben que no será revocado), mientras sus enemigos construyen un Estado camba (blancos burgueses) frente al Estado colla (indígenas) y construyen rápidamente un núcleo de poder (que sin duda será apoyado por las trasnacionales y todas las fuerzas reaccionarias, además de Estados Unidos). Mientras Evo Morales organiza una elección, la derecha en cambio organiza su derrocamiento ilegal y violento, y desconocerá los resultados del referéndum si así le conviniera, del mismo modo que ha desconocido la Constitución.

La propuesta de Antonio Peredo de enjuiciar a los dirigentes cruceños por sedición tiene por el contrario una firme base legal y permitiría, si la justicia los condenase, dejar en claro que no se está discutiendo la autonomía ni se está ante una mera disputa por la interpretación de la Carta Magna y de las leyes, sino frente a un intento de golpe de Estado y de usurpación del poder legal y frente al secesionismo promovido por motivos racistas y de clase por delincuentes que están fuera de la ley. Pero eso significaría que el gobierno debería utilizar la fuerza para hacer aplicar el fallo judicial. O sea, que debería recurrir no sólo a la parte de la policía y de las fuerzas armadas que no quiere la división del país, sino sobre todo a la fuerza organizada de los campesinos, cruceños y de todo el país, y de las organizaciones sociales, que el gobierno sólo estaría dispuesto a movilizar in extremis, cuando esté por perderlo todo. Ahora bien, lo tímido e inadecuado de sus reacciones comunica vacilación, confusión y desánimo a los millones de trabajadores y pobres que lo apoyan, mientras en el campo opuesto, la arrogancia y las iniciativas de los racistas cruceños dan confianza a las derechas nacionales e internacionales. ¿Nadie leyó en La Paz la historia de la Revolución española, que perdió, entre otras cosas, porque no liberó las colonias, quitándole así los moros a Franco, ni hizo una reforma agraria (dejándole los campesinos gallegos y navarros), y porque frenó la revolución “para salvar la República”, perdiendo así a ambas? ¿Nadie recuerda a Danton, que decía que en una revolución se necesita audacia, audacia y siempre audacia?

Lo cierto es que si Evo Morales no adapta de inmediato medidas agrarias urgentes y no se dedica urgentemente a movilizar sus bases de apoyo, encarando una situación que es de emergencia nacional, no es seguro que pueda arrastrar fuera de la influencia de la derecha a vastos sectores de las clases medias urbanas, que se mueven sobre todo por motivaciones nacionales (estatización petrolera, destrucción del poder de la tradicional rosca oligárquica, mejoras sociales en todos los terrenos claves).

 
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