Usted está aquí: miércoles 21 de mayo de 2008 Opinión La diversidad religiosa y el INEGI

Carlos Martínez García

La diversidad religiosa y el INEGI

La diversificación religiosa crece en México, es de esperar que los instrumentos para medirla se afinen para ponerse a tono con la pluralidad de creencias en el país. El Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática tiene la oportunidad de hacer una mejor contabilización de la adscripción religiosa en la nación mexicana dentro de dos años, en ocasión del Censo General de Población y Vivienda 2010.

Para estimular que el INEGI amplíe y refine sus criterios respecto de cómo las personas se identifican en el rubro de pertenencia religiosa, ha comenzado a circular una carta entre especialistas y estudiosos del campo religioso mexicano para expresarle al doctor Gilberto Calvillo Vives, presidente del instituto, la necesidad de ensanchar tanto las posibilidades de respuesta presentadas a los censados en el cuestionario como la mejor definición de cada apartado existente en el censo de 2000. En este último las clasificaciones en cuanto a religión fueron: católica, protestante/evangélica, bíblicas no evangélicas, judaica, otras, sin religión, no especificada.

La iniciativa epistolar la tomaron las investigadoras Renée de la Torre y Cristina Gutiérrez Zúñiga, de reconocida trayectoria en el estudio del fenómeno religioso en el país. Ambas coordinaron el amplio volumen Atlas de la diversidad religiosa en México (CIESAS-El Colegio de Jalisco-El Colegio de la Frontera Norte-El Colegio de Michoacán-Universidad de Quintana Roo-Subsecretaría de Población, Migración y Asuntos Religiosos de la Secretaría de Gobernación-Conacyt, 2007).

En la misiva al presidente del INEGI, las especialistas argumentan, en primer lugar, que es verificable el proceso de pluralización de las creencias y que, consecuentemente, tal hecho demanda adecuación metodológica para medirlo de la mejor manera posible. Aunque no es automática la relación entre mayor conocimiento de la diversidad de creencia en México y el fortalecimiento de la tolerancia que ese conocimiento conllevaría, sí es una muestra de apertura y respeto, desde los órganos e instituciones gubernamentales, reflejar más adecuadamente los cambios confesionales que vienen sucediendo al interior del ámbito religioso porque ello tiene expresiones sociales y culturales. El campo religioso entre nosotros tiene una iglesia mayoritaria, la católica, pero sus índices disminuyen constantemente y en algunas regiones de México las distintas iglesias protestantes/evangélicas, en conjunto, le están ganando terreno de manera acelerada.

Entre los varios puntos que tocan en su escrito De la Torre y Gutiérrez Zúñiga, quiero destacar el referente a quienes se definen como protestantes/evangélicos. La categoría tiene que ser definida claramente –aunque sabemos que de inicio toda definición trata de aprehender lo que con frecuencia es elusivo y reacio a capturarlo en marcos conceptuales– y con suficiente amplitud para que en tal familia confesional puedan ser reconocidos una amplia variedad de integrantes. Tal vez ayude a delimitar la pertenencia protestante/evangélica las fronteras marcadas por un pentágono, cuyos puntos serían las siguientes creencias: sola fe, sola gracia, sola Biblia (sin deuterocanónicos), sólo Cristo y la evangelización. Tales puntos los comparten metodistas, presbiterianos, bautistas, la amplia gama de pentecostales, menonitas, adventistas, interdenominacionales, discípulos de Cristo, hermanos libres, los neopentecostales, luteranos y anglicanos (ponen poco énfasis en la quinta característica, la de la necesidad de evangelizar), quienes se hacen llamar sólo cristianos y un largo etcétera.

Al tener a su disposición el encuestador, y quienes emprendan el procesamiento de la información, un cuidadoso catálogo de las asociaciones religiosas, podrían adscribir a la categoría general protestante/evangélico a quienes se identifiquen con algún grupo y/o asociación religiosa previamente clasificado en la categoría general ya mencionada. Tal ejercicio no asegura que, por ejemplo, sea puesto en el casillero protestante/evangélico quien compartiendo el pentágono que hemos descrito, responda que él (o ella) no tiene religión porque solamente sigue las enseñanzas de Cristo. Es necesario tener esto en cuenta, porque con mayor frecuencia enseñan a sus congregantes en ámbitos neopentecostales o en las llamadas iglesias emergentes (muchas de ellas optan por constituirse en asociaciones civiles en lugar de hacerlo como asociaciones religiosas) que sus creencias son principios espirituales y no un sistema religioso. Sin embargo, tales agrupaciones, con el tiempo tienden a establecerse, en la práctica, como instituciones religiosas coincidentes con los postulados de las iglesias protestantes/evangélicas.

En la confección del cuestionario sobre identidad religiosa del próximo censo, y cómo se clasifican sus resultados, el INEGI debiera incorporar las recomendaciones de los especialistas que se están sumando a la iniciativa de Renée de la Torre y Cristina Gutiérrez. Al mismo tiempo tiene que, como ellas dicen, “convocar a dirigentes de las asociaciones religiosas para convenir en las mejores formas de nombrar a las identidades”.

 
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