Usted está aquí: viernes 23 de mayo de 2008 Opinión Ciudad Perdida

Ciudad Perdida

Miguel Ángel Velázquez
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■ Continúan ataques al DF, ahora a planes educativos

■ Remplazo en la UNESCO

Cuentan que la recomendación, si así se le puede llamar, se realizó en París, en la sede la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO por sus siglas en inglés), y que provino de aquí, de la ciudad de México. Que se trató, para decirlo mejor, de una petición de las más altas autoridades del gobierno federal, por lo que no podía ser ignorada, y debido a ello la historia del embajador de esa área del organismo internacional en este país, Juan Manuel Tiburcio, llegó a su fin, la próxima semana tomará el avión que lo trasladará a nuevos destinos.

Otras versiones aseguran que no fue necesario que la petición se hiciera desde tan altos niveles, que fue el representante de México ante aquel organismo, Homero Aridjis, quien hizo saber a la gente de la UNESCO que su representante en estas tierras ya no era bien visto por Los Pinos, y que se preferiría un cambio.

Sea como fuere, y aunque se supone que la organización internacional no hace caso a caprichos de gobiernos locales, el remplazo de Juan Manuel Tiburcio es un hecho, es más, se supone que quien deberá sustituirlo, cuando menos de manera interina, ya está en tierra mexicana.

Y es que en el fondo de la inconformidad se encuentra un hecho que resultó intolerable para el gobierno de Felipe Calderón. Si bien es cierto que el hombre de la UNESCO jamás hizo críticas públicas sobre el quehacer de las autoridades educativas a nivel nacional, sí se interesó en los proyectos que en materia de educación planteaba el Distrito Federal.

Así las cosas, la UNESCO apoyó en serio el plan Ciudad Educadora, que nace en el Distrito Federal y se convierte en el proyecto más importante de esa área de la ONU en toda Latinoamérica, trabajo que molestó profundamente a las autoridades del gobierno federal.

El proyecto, que ya está en marcha en esta capital, plantea la participación social, es decir, de la gente en la definición de las reglas educadoras de las escuelas, o para decirlo de otro modo, la gente deberá estar involucrada en las políticas de educación que se apliquen en el DF.

El trabajo ha ido sorteando los obstáculos que la Secretaría de Educación Pública federal ha impuesto; por ejemplo, no permitir el ingreso de las autoridades del gobierno de la ciudad en los planteles de educación básica para entregar libros de contenido educativo, o la creación de videos con ese mismo fin. Para no parar, el plan que advierte que además de la educación formal debe existir otra de mayor amplitud que permita acercar a los jóvenes a las escuelas, y además aprovechar lo que allí se enseña.

Tal situación llenó de ira, según nos cuentan, al representante de México en la UNESCO, Homero Aridjis, quien reclamaba a los oídos de quien podía que el apoyo de la agencia no era el más correcto porque México no es nada más el DF, y más reclamaba que las acciones emprendidas no le hubieran sido consultadas.

Al parecer la inconformidad quedó zanjada, Juan Manuel Tiburcio se va de México, pero dicen sus colaboradores que con la satisfacción del deber cumplido.

Sin querer hacer una ligazón de mala leche, este asunto nos recuerda que también se dio por terminada, no hace mucho, la actuación de Américo Incalcaterra, relator de la ONU para los derechos humanos en nuestro país, en condiciones que no favorecen el espíritu de su labor. ¿Qué coincidencias, verdad?

De pasadita

Hace un par de semanas estuvo de visita en el país un grupo de políticos estadunidenses que se entrevistaron con varios funcionarios mexicanos, y en una cena a la que los convidó el jefe de Gobierno, Marcelo Ebrard, se dio una charla que pinta al político mexicano de cuerpo entero.

Aseguran algunos de los presentes que en algún momento de la cena, el líder del Congreso del estado de California, Fabián Núñez, de origen al parecer mexicano y republicano por convicción, lanzó una puya, muy al estilo gringo, al mandatario local.

Le dijo, más o menos: “…¿y usted cree que con ese partido –en clara referencia al PRD– se puede ganar la presidencia de México?

La respuesta tardó lo que el jefe de Gobierno tomó en una breve exposición de lo que debería suceder con el PRD, y luego, con la misma diplomacia con la que se le increpó, dijo:

“Así están las cosas, diputado, pero dígame: ¿ustedes creen que con ese candidato van a ganar las elecciones en Estados Unidos? ¡Cuas!

 
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