Usted está aquí: miércoles 4 de junio de 2008 Cultura Isocronías

Isocronías

Ricardo Yáñez

■ Las poetas del megáfono

La noche del martes que acudí al Café Teatro o Casa Mora, que de ambos modos le llaman, me equivoqué. Sabía que las poetas del megáfono cocinaban el tema de la cocina, pero olvidé que tocaba ese día. Aún sin enterarme me asomé al cafecito, unos cuantos jóvenes regados por aquí y allá. Uno de ellos, poeta, salió a saludarme, lo que agradecí, y luego otra, Diana Reza, a quien de momento no conseguí reconocer. Ambos aligeraron la tensión o la presión por la edad y entré.

Chin, la cocina, me dije después. Y nada, que las chicas lo resolvieron estupendo. Quedé muy sorprendido. Me sorprendió también el uso del megáfono, del que sinceramente desconfiaba: un uso lo suficientemente íntimo y público a la vez. Reza, comentan semanas después en otro café, el San Pablo, de la Portales, las poetas del megáfono, es una especie de integrante golondrina, va y viene, aparece y desaparece. Las constantes son, en orden alfabético, Anaïs Abreu, Eva Cabo, Ximena de Tavira, Ana Cecilia Delgado, Lauri García Dueñas, Haydée Ramos Cadena, Marina Ruiz y María Tabares.

Nueve de cualquier modo en total, buen número, que martes a martes, a las 21 horas, desde inicios de este año se dan cita en Tonalá 261, en la Roma Sur, para leer poemas, si así puede decirse, por encargo del grupo mismo. Dije antes que quedé sorprendido. N’ombre: me puse muy contento. Por su soltura, su calidad, por la respuesta de los asistentes. Al fin, poesía viva, me dije; no lectura que se aplaude al parecer porque se terminó.

Debo advertir que ya adentro encontré algunos amigos y dos libros, uno de armonía, que de inmediato adquirí, y algunas cervezas. Pero de todos modos, el ambiente era cordialísimo, de todos para con todos. Araceli Romero, a quien hacía años (así este DF) que no veía, contribuyó como invitada con un poema sobre un letrero en un baño de mujeres que fue ampliamente festejado. El cantautor David Aguilar me llamó la atención, y es increíblemente joven, respecto a mi –evitemos la palabra sentimentalismo– efusividad a la hora de recitar un soneto mío que de alguna manera entraba con el tema del día. Anoche tocó el tema espiral. Para ilustrar este espacio, Nicole me dio un papelito:

 
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