Usted está aquí: sábado 7 de junio de 2008 Opinión Los de Abajo

Los de Abajo

Gloria Muñoz Ramírez
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■ Provocaciones

La comunidad de La Garrucha, enclavada en la cañada de Patiwitz, en la selva Lacandona, fue la primera que recibió abiertamente a la sociedad civil y a la prensa de todo el mundo en marzo de 1994, apenas terminadas las primeras negociaciones entre el EZLN y el gobierno federal, en la catedral de San Cristóbal. Finalizado ese primer diálogo, el subcomandante Marcos, vocero y jefe militar zapatista, se refugió en esta cañada y, desde ahí, se abrieron los pueblos para explicar las razones de su lucha. Catorce años después, en este mismo poblado, el líder rebelde concedió la última (o la más reciente) entrevista a un medio de comunicación (en octubre de 2007), y aquí se le vio por última vez públicamente, durante una fugaz aparición antes del encuentro de mujeres zapatistas con mujeres del mundo, a finales de diciembre y principios de enero de 2008.

Hace 15 años, en mayo de 1993, en esta misma zona se dio el “bautizo de fuego” del aún clandestino EZLN: el primer enfrentamiento con el Ejército federal, negado durante meses por la Secretaría de la Defensa y por el entonces presidente Carlos Salinas, quienes argumentaron que se trató de un enfrentamiento con una banda de narcotraficantes, teniendo claro que se trataba de una formación insurgente.

La Garrucha, además de ser sede de una de las cinco zonas autónomas zapatistas, es una comunidad emblemática e histórica del movimiento. Desde aquí se dio a conocer la Sexta Declaración de la Selva Lacandona y en esta región se dieron los primeros pasos de la actual iniciativa política y pacífica. En 1994 llegaron aquí los comunicadores de todo el mundo, antes de que las miradas se trasladaran a Guadalupe Tepeyac y La Realidad, en la selva fronteriza, comunidades que durante años sufrieron la persecución y el hostigamiento dirigido, pues casualmente en ambas, como recientemente en La Garrucha, se realizaron las apariciones públicas de la comandancia general zapatista.

El pasado 4 de junio pudo ser un día fatal. Unos 200 soldados del Ejército federal, Seguridad Pública, policía municipal y agentes de la PGR intentaron entrar a La Garrucha. Luego se dirigieron a los pueblos de Hermenegildo Galeana y San Alejandro, en la misma región, donde fueron repelidos por mujeres, hombres y niños armados con palos, piedras y resorteras; es decir, armados de coraje y dignidad. Dentro de la cascada de agresiones que han sufrido las comunidades en los últimos dos años, esta incursión denota pretensiones oscuras y sumamente preocupantes. Es falso que busquen plantíos de mariguana; urge parar la provocación. En México y en muchos sitios del mundo se preparan acciones que impidan un desenlace de graves consecuencias.

 
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