Usted está aquí: lunes 9 de junio de 2008 Deportes José Tomás

TOROS

José Cueli

José Tomás

José Tomás en transe místico cachondeaba la muerte representada en los diabólicos pitones de los toros de Victoriano del Río, en la celebración de las corridas de aniversario de la plaza madrileña de Las Ventas, llena a reventar y la reventa desorbitada. Entró en delirio, el torero nacido en Galapagar perpetuó con avidez esos refilonazos angustiosos que se dan en el toreo cuando no es técnica o mera estética. Obsedido por lo hondo, dramatizó su quehacer, le prestó encarnadura trágica, ansiosa, palpitante y paralizó a los madrileños. Éxito sobrado bellamente –quieto, seguido, despacio, relajado– lo que puede revelar esa confesión íntima que fue su presentación en el coso madrileño después de seis años de retiro.

Raza subterránea, volcánica la de José Tomás. Su necesidad de torear prescindía del público: lanceaba al margen de los que lo contemplaban. Más allá de todo tipo de expectativas que generó su regreso a los redondeles. El torero gozaba de las verónicas con que hipnotizó al gentío, o los pases naturales cruzados a pitón contrario, enlazados a los de pecho indescriptibles o la estocada en el centro del redondel recibiendo al toro de Victoriano. El goce era fundamentalmente el del torero. Hacía abstracción de la multitud próxima e inventaba con ciertos acomodamientos sensitivos la ilusión de hallarse en relación directa, minoritaria con cada aficionado, hasta generar la sensación de que sólo para él toreaba.

Tan es así que cada espectador salió forjándose una imagen especial, intransferible de José Tomás. Lo mismo que los que estaban en el coso o los que seguimos vía la televisión española. Es decir, el madrileño no resiste la mostración colectiva de sus actuaciones. Congruente con su manera de entender el toreo; su no brindis tradicional al rey, las orejas cortadas a cada uno de sus toros, la salida a hombros o los gritos de torero. José Tomás la hondura torera actúa para él mismo. La catarsis colectiva está reñida con él. José Tomás es un punto y aparte del resto de la torería.

Al terminar la corrida añoraba la tarde de su presentación como novillero en la México que nos volvió locos a mi desaparecido amigo Jaime Avilés y al que esto escribe.

 
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