Usted está aquí: lunes 9 de junio de 2008 Deportes Repite color Montoyita y corta una oreja en el cuarto festejo de la temporada

TOROS

■ La mayoría bien presentado, al encierro de Campo Hermoso le faltaron toreros

Repite color Montoyita y corta una oreja en el cuarto festejo de la temporada

■ Labastida, con disposición pero sin oficio

■ Campuzano no dijo; la banda de música, sí

Leonardo Páez

Ampliar la imagen Manuel González Montoyita con su segundo enemigo de la tarde Manuel González Montoyita con su segundo enemigo de la tarde Foto: Jesús Villaseca

Hay ritos que permanecen por encima de las circunstancias. Puede haber frío, calor, lluvia, crisis, incertidumbre, divisiones, falsas modernidades o animalismos diversos, que el culto por la deidad táurica y concretamente por el toro bravo, no parece tener fin.

Ayer sin ir más lejos, la sexagenaria pero imperturbable Plaza México pudo atestiguar, con más paciencia que pasión, los afanes tauromáquicos de tres jóvenes y la vocación de Pablo Suárez Gerard, ganadero de Campo Hermoso, quien envió seis ejemplares de muy buena presencia que, para no variar, merecieron mejor suerte en el sorteo… de sus matadores. Por su comportamiento destacaron los lidiados en segundo, cuarto y quinto lugares, acusando sosería los otros tres.

Antes del festejo saludé a un adolorido Miguel Ángel García, el joven cronista del periódico Esto, quien el día anterior había toreado en el festival que en honor de la prensa taurina ofrece cada año ese gran aficionado que es don Raúl Ibelles en el cortijo de su propiedad, allá por los rumbos de Sayavedra, estado de México, muy cerca de donde antaño pastara una ganadería del mismo nombre.

Ojalá que ese propósito de unir afectos, voluntades y criterios por parte de don Raúl, sirva de ejemplo para que la desarticulada familia taurina se ponga las pilas, establezca objetivos realistas y se comprometa en alcanzarlos. Si un hombre que hace poco estuvo al borde de la muerte fue capaz de reunir nuevamente a comunicadores-aficionados prácticos en santa paz y armonía, ¿no podrán los dueños de la fiesta coordinar de una vez por todas sus esfuerzos e inversiones y entender que, por el bien de México, urge remontar el espectáculo taurino?

–¿Pues qué te pasó? –pregunté a Miguel Ángel, que exhibía la muñeca derecha vendada y anotaba con dificultad.

–Pues que al entrar a matar me lastimé y para colmo caí con el cóccix, así que con dificultad me puedo sentar.

–Pues que esa dolorosa experiencia no inhiba tu sentido crítico con los toreros, ¿eh? –le reviré.

Por alguna razón, la Banda de Música de la Plaza México, cuyo espléndido cd con los pasodobles más cadenciosos que usted pueda imaginar aún está a la venta, tocó con inspirada interioridad, al grado de que volvió a robarle las palmas a los esforzados diestros. Gracias, maestros, por tamaños quites musicales.

Tras gran par, el banderillero Gustavo Campos salió al tercio en la lidia del cuarto novillo, y Efrén Acosta hijo se llevó una carretada de aplausos luego de picar al quinto, un auténtico toro.

Manuel González Montoyita estuvo aseado con su deslucido primero. Con su segundo, delantero, brocho de cuerna y claro de embestida, quitó por gaoneras bien intencionadas, sin necesidad se hincó en los medios para dar dos derechazos, incorporado estructuró una faena de menos a más, ejecutó de pronto un cambiado por la espalda que calentó a la asistencia y volvió a matar de certera estocada, por lo que fue premiado con una oreja. Cuando Manuel entienda que esto es un espectáculo y sin traicionarse a sí mismo se empeñe en darlo, los resultados serán superiores.

Una eternidad anduvo el cuerpo de Pablo Labastida entre los pitones de su primero, al que muleteó con sabor, y maltrecho, sin rodaje ni callejón, poco pudo hacer con su segundo. Y el ecuatoriano Martín Campuzano, fornido de muslos y pantorrillas, afanoso lo intentó todo pero a la postre no le salió nada. Ay, Sudamérica taurina, tan lejos de ti misma y ante España tan gallina.

 
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