Usted está aquí: martes 10 de junio de 2008 Opinión Atrevimiento

Javier Flores

Atrevimiento

Lo que resulta admirable y sorprendente es el atrevimiento. No es poca cosa. Se trata de entender el origen y la evolución del universo. Preguntas que han obsesionado a los seres humanos de todos los tiempos. Nosotros habitamos una minúscula partícula del cosmos y nuestra existencia es apenas un suspiro en una historia que abarca al menos 15 mil millones de años. Y aun así somos capaces de preguntarnos, desde la pequeñez de nuestro espacio y nuestro tiempo, de dónde venimos, mientras observamos maravillados la vastedad inalcanzable de otras galaxias y otros mundos sin renunciar jamás a encontrar las respuestas a nuestras dudas… Quizá porque nuestra vida es tan corta debemos atrevernos a todo.

Eso fue lo que pensé al conocer la noticia de que un científico mexicano, Alejandro Corichi, del Instituto de Matemáticas, Unidad Morelia, de la Universidad Nacional Autónoma de México, había encontrado, junto con sus colegas del Instituto Perimeter de Física Teórica, en Canadá, datos que refuerzan la idea –en la que han coincidido otros científicos, pero que ahora queda bien demostrada– de que el universo no se originó de la gran explosión (el big bang), sino que existe una historia anterior a ese evento en la que ocurrió el colapso de un universo previamente expandido.

Aunque siempre ha sido cuestionada, durante muchos años la teoría más aceptada sobre el origen del universo fue la del big bang. De acuerdo con ella, en el origen toda la materia y la energía estaban concentradas en un punto, una especie de átomo primigenio. A partir de este estado de máxima concentración diferentes parámetros físicos como la temperatura, la densidad y la energía se fueron al infinito y ocurrió un estallido que ha dado lugar a todo lo existente. Entre las pruebas más creíbles de este modelo se encuentra el hecho de que las galaxias se alejan del punto de observación, lo que demuestra que se trata de un universo en expansión.

Para Corichi y su grupo hay, sin embargo, una historia previa. De acuerdo con sus cálculos, el origen del universo podría quedar inscrito dentro de un modelo cíclico, pues antes del big bang pudo haber un universo con un movimiento en sentido contrario, es decir, de un estado de máxima expansión hacia el punto de máxima concentración. Esto es de la mayor importancia, pues modifica todas nuestras creencias anteriores. Introduce la cosmología cuántica de lazos, que elimina la idea de los infinitos con lo que se confirma con gran precisión la teoría del “gran rebote”.

El artículo de Corichi y Singh, publicado en el Physical Review Letters, en abril de este año, se plantea una interrogante realmente sorprendente: si el universo retiene, después del rebote, la memoria sobre épocas previas, o si sufre de amnesia cósmica. De acuerdo con sus cálculos, hay una memoria universal. Al considerarse un momento en la etapa posterior a la explosión, éste coincidiría con un momento previo al big bang con condiciones semejantes. Querría decir que el momento actual en que el universo se expande existió antes de la explosión, como una especie de hermano gemelo. Por esta razón los resultados de este estudio tienen implicaciones importantes no solamente desde el punto de vista de la física o las matemáticas, sino además de la filosofía.

Lo anterior demuestra la capacidad de los científicos mexicanos para plantearse preguntas de gran envergadura sobre el origen y la evolución del universo, corregir modelos previos y plantear nuevas interrogantes sobre un tema que ha obsesionado a la especie humana durante siglos. Se trata en este caso de un investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México, Alejandro Corichi, quien trabaja en Morelia. Debemos sentirnos orgullosos de su atrevimiento.

Paracelso, filósofo, médico y astrólogo del Renacimiento, basado en las ideas platónicas de identidad entre el macrocosmos y el microcosmos, se planteaba uno de los mayores atrevimientos. Los astros influyen sobre los humanos, sostuvo, pues ambos están formados de la misma materia primigenia: entonces, los humanos también pueden influir en los astros.

 
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