Usted está aquí: miércoles 11 de junio de 2008 Opinión Autoriza el Papa misas en tzotzil y tzeltal

Bernardo Barranco V.

Autoriza el Papa misas en tzotzil y tzeltal

En entrevista con Notimex, el obispo de San Cristóbal de las Casas, Felipe Arizmendi, declaró que el Vaticano autorizó a la diócesis el uso de las lenguas maternas tzotzil y tzeltal para el desarrollo de la liturgia católica, que será oficiada por sacerdotes autóctonos. Asimismo señaló que “lo autóctono no es sólo lo indígena, sino también lo mestizo, lo tradicional, lo cultural propio de la región, y que una Iglesia autóctona nunca significará una Iglesia autónoma, al margen del Papa y de la Iglesia universal (La Jornada 4/6/08).

Sin duda es un logro importante que han obtenido los obispos de la región, encabezados por Arizmendi, quien con paciencia y terquedad ha obtenido comprensión y un poco de apertura del receloso y desconfiado Vaticano para cuestiones indígenas.

Comentar en Roma sobre las culturas indígenas es un desafío y una aventura; el mismo Arizmendi sufrió a finales de 2005 la negativa de Roma al cancelar toda posibilidad de ordenar diáconos indígenas porque aún estaba latente la ideología de la teología de la liberación implantada por Samuel Ruiz con todas sus “bifurcaciones” de “Iglesia autónoma” y “teología india”.

Además, en carta fechada el 26 de octubre de 2005 la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina externaba: “alimentar en los fieles expectativas contrarias al magisterio y a la tradición, como en el caso de un diaconado permanente, orientado hacia el sacerdocio exorado (casado), coloca al Vaticano en la situación de tener que rechazar las distintas peticiones y presiones y, de este modo, se le hace aparecer como intolerante”.

La respuesta fue categórica y no sin contrariedad los obispos de la zona acataron con disciplina la negativa determinante del Vaticano; sin embargo, con tenacidad Arizmendi negociaba mayor respeto para las culturas autóctonas, al pretender utilizar las lenguas maternas en las ceremonias litúrgicas; todavía el año pasado reconocía que: “aún falta que se revisen los diversos textos de la misa, los cuales ya remitió al Vaticano para su reconocimiento: el deseo del Papa es buscar la unidad, dentro de la legítima pluralidad. Es el camino que hemos de seguir nosotros, en el interior de nuestras comunidades” (Apro, 7 agosto de 2007).

Si uno toma en cuenta el regreso a la misa en latín, las reticencias del papa Benedicto XVI a las innovaciones litúrgicas que salgan de la estética eurocétrica y las imprecisiones que el mismo pontífice externó en torno a la evangelización del mundo indígena en su mensaje central de Aparecida (mayo de 2007), la información sobre la autorización de las lenguas tzotzil y tzeltal para la liturgia católica es una gran noticia y una señal alentadora.

La diócesis de San Cristóbal de las Casas fue creada el 19 de marzo de 1539 y en 1545 fray Bartolomé de Las Casas llega a Chiapas. Desde siempre ha sido sujeta de presiones políticas y avorazamiento para la explotación tanto de los recursos naturales como de los propios indígenas. Se trata de la quinta diócesis del continente por orden de antigüedad y han pasado por ella 40 obispos. Cuenta con cerca de 150 religiosas de 28 congregaciones, ejercen aproximadamente 60 sacerdotes diocesanos y religiosos, que cuentan con más de 100 diáconos permanentes indígenas y campesinos. El 75 por ciento de su población es indígena, de cinco etnias distintas; la diócesis se extiende en 37 mil kilómetros cuadrados, con muchas poblaciones dispersas y sin carreteras. Además de los diáconos, la diócesis históricamente ha cuidado la formación de catequistas indígenas en su mayoría; actualmente son más de 8 mil.

Al respecto, el arzobispo de Tuxtla, Rogelio Cabrera López, manifestó que “al reconocerse el tzotzil y el tzeltal para la prédica y las lecturas bíblicas, se reconoce la idiosincrasia y la cultura de los pueblos originales y se fortalece el tejido social comunitario, lo cual es altamente positivo” (El Universal, 6/6/08).

Sin duda es una buena noticia para una diócesis no sólo castigada por Roma, sino que ha estado sujeta a intensas presiones políticas que se remontan a los últimos años de Samuel Ruiz como obispo titular.

Recordemos cómo se removió al obispo coadjutor Raúl Vera a la diócesis de Saltillo en diciembre de 1999, bajo la decisión del secretario del Estado Vaticano, Angelo Sodano, por haberse convertido a las causas de los derechos indígenas y plantado con valentía ante las presiones del gobierno de Zedillo, quien en ese momento acusó a ambos de ser partidarios de una “teología de la violencia” y de impulsar una “pastoral de la hipocresía”.

La noticia es buena y ayudará no nada más a proporcionar mayor reconocimiento de las culturas, sino a apaciguar el racismo y la segregación a que se ven sometidos los indígenas en relación con los coletos. En términos eclesiales significa un paso tímido, pero al fin y al cabo un avance en la perspectiva de la “policentralidad religiosa” que debe privar en la Iglesia y que sustentaron los obispos sinodales al evaluar los logros del Concilio Vaticano segundo en 1983.

En las culturas indígenas, en cada pueblo, hay un saber latente, cultivado en su historia recreada en cada generación; aparecen también los relatos, los mitos y leyendas; esa sabiduría debe ser reivindicada, ese pensamiento y esa literatura deben ser salvaguardadas y protegidas porque están enlazadas con la realidad del pasado y del presente de nuestra cultura.

Lamentablemente, en las ciudades vemos la imagen del indígena siempre en situaciones de conflicto por la tierra, por la sobrevivencia, la migración, la salud y en los desastres naturales. La vida de los pueblos indígenas en todas las dimensiones se manifiesta en el arte de vivir, en la profundidad de las palabras, en los rituales que simboliza la propia vida y la vida de la tierra, como señalan los antropólogos: todo lo acerca como algo sagrado.

Por ello, esperamos que la autorización de misas en tzotzil y tzeltal sea un primer paso de reconciliación y acercamiento de lo indígena con la Iglesia católica y que recoja la tradición pastoral contenida en Fray Bartolomé de las Casas y en el propio Samuel Ruiz.

 
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