12 de junio de 2008     Número 9

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

LA HORA DEL CAFÉ

DATOS DUROS
La cafeticultura en cifras

Número de productores : 490,722

El 63 por ciento de los cafeticultores registrados en el padrón de 2006 cuenta con menos de una hectárea; sólo míl 89 productores, o sea 0.22 por ciento, tiene más de 20 hectáreas cada uno, y acumulan 11 por ciento del total nacional . El café es cultivado por 4 mil 500 comunidades, con predominio indígena y 3.5 millones de personas dependen económicamente del grano.

 Hectáreas promedio por productor : 1.4

Hace 25 años el promedio nacional era de 3.5 hectáreas por productor.

 Superficie nacional de siembra : 700 mil hectáreas

 Superficie nacional de cosecha : 600 mil hectáreas

 Población de árboles de café : 880 millones

Estados productores : En orden de importancia por volumen , Veracruz, Chiapas, Puebla, Oaxaca Guerrero, Hidalgo, Nayarit, San Luis Potosí, Jalisco, Tabasco, Colima y Querétaro. Los tres primeros generan 71 por ciento de de la producción nacional. Existen microclimas propicios para el café en Durango, estado de México, Michoacán y Morelos.

Producción nacional : entre 4.2 y 4.5 millones de sacos (de 60 kilos cada uno) en 2007/08. El grueso de la cosecha es café arábiga, y alrededor de 250 mil sacos son de la variedad robusta. En los cinco años recientes la producción es 20 por ciento inferior a la de fines de los años 80s.

Comercialización : Hay un oligopolio en manos trasnacionales: AMSA (Atlantic Coffee) Nestlé, Cafés California (Neuman), Becafisa (Volcafé). El 85 por ciento del mercado nacional y de exportación entra en estos circuitos, sólo 15 por ciento es comercializado directamente por productores (en vínculos con cafeterías y con compradores extranjeros tanto de café orgánico como de café gourmet y genérico).

Consumo interno : 2 millones de sacos (de 60 kilos)

En los siete años recientes la cifra se elevó de 1.3 millones a 2 millones de sacos. El consumo per cápita pasó de unos 600 gramos a 1.2 kilos. Aún se está lejos de los 5.4 kilos que registra Brasil, y el reto de elevación del consumo es mayor si se considera que en los países nórdicos cada persona toma entre 10 y 12 kilos.

 Producción mundial : 117 millones de sacos en 2007, según la Organización Internacional del Café (OIC). Del total de la producción 51 millones proviene de América del Sur, con un aporte del país líder, Brasil, de casi 34 millones de sacos, y Colombia, de casi 12.5 millones. Centroamérica y México aportan 18.7 millones de sacos; Asia y Oceanía ofertan 32 millones de sacos, y África, 14.8 millones. Del total mundial 60 por ciento es café arábiga y el resto es robusta.

 Consumo mundial : 122 millones de sacos en 2007, según la OIC.

Del total del consumo, 89.5 millones ocurre en países importadores, y 40.6 millones son absorbidos por la Unión Europea. Estados Unidos capta otros 21 millones. En los países productores se consumen 32.8 millones de sacos, de los cuales 17 millones corresponden a Brasil.

Fuentes: USDA, CNOC, OIC:

Tema del mes

Cultivo orgánico y comercio justo:

Esperanza y Realidad

Leonardo Durán Olguín


FOTO: CNOC

La cafeticultura mexicana se ha caracterizado por estar principalmente en manos de familias campesinas, en su mayoría indígenas. Por ser un cultivo de sombra, ha sido adoptado por los pequeños productores bajo una estrategia de diversificación. Asociadas al aromático, crecen miles de especies de plantas. De esta manera los cafetales mantienen la estructura de un bosque.

Desde el punto de vista económico-social, los cafetales con sombra diversificada tienen la virtud de proporcionar una serie de productos (además del café), que pueden complementar los ingresos económicos o proveer de bienes de autoconsumo a las familias productoras.

En cuanto a lo ambiental, pocos sistemas productivos proporcionan tantos beneficios a los ecosistemas, como la conservación de la biodiversidad, retención de humedad, captura de carbono y conservación de suelos. Si se toma en cuenta, además, que las zonas cafetaleras se ubican en las regiones montañosas de transición entre los climas tropicales y templados, mismas que conservan buena parte de los recursos naturales y de la riqueza étnica de nuestro país, se puede apreciar la importancia estratégica de la cafeticultura en México.

Once años críticos. Sin embargo, aun con todas estas bondades, nuestra cafeticultura se ha visto amenazada por el avance del modelo neoliberal. En los 20 años recientes el mercado del aromático se ha caracterizado por la inestabilidad y volatilidad, con largos períodos de precios bajos y períodos cortos de precios altos. Ha habido dos etapas de fuerte crisis con duración total de 11 años (de 1988 a 1994 y de 2000 a 2005), con precios por debajo de los costos de producción. Esta situación ha puesto en riesgo la sobrevivencia de las familias campesinas que se dedican a este cultivo.

A escala mundial, la competencia con los principales países productores, bajo los cánones convencionales del libre mercado, se antoja imposible. Brasil, el principal productor, ha fincado su estrategia en la especialización y la mecanización de las tierras de cultivo. Vietnam, el segundo productor, basó su crecimiento en la mano de obra barata, con salarios equivalentes a un dólar diario.

Ante este escenario desolador, la agricultura orgánica y el Comercio Justo han sido las principales estrategias que las organizaciones de pequeños productores han desarrollado para dar viabilidad económica a la cafeticultura mexicana, pues bajo estos dos enfoques complementarios, las características de los sistemas de producción campesinos son ampliamente valoradas.

La agricultura orgánica consiste en producir alimentos libres de contaminantes, sanos para el consumo y que no dañen el ambiente. El Comercio Justo es un planteamiento alternativo de mercado solidario, que busca ofrecer mejores condiciones comerciales dignas a los pequeños productores, fijando un precio que no sólo cubra los costos de producción sino también los gastos de subsistencia. Durante más de 20 años estas dos estrategias se ha consolidado. Algunos de los logros alcanzados son los siguientes:

Estabilidad económica. La volatilidad es característica de los precios en el mercado convencional. De enero de 1994 a diciembre del 2006 para café orgánico en comercio justo se estableció un precio base de 121 dólares por 100 libras , más un diferencial de 20 dólares. En ese mismo lapso el precio de cierre para el café convencional en la Bolsa de Nueva York fue menor a 121 dólares en 72 por ciento de los días y en 34 por ciento de los días fue menor a 80 dólares, que es el costo de producción del café en México. En conclusión: en el mercado convencional tres de cada cuatro días el precio no fue suficiente para que los productores que ahí concurren cubrieran sus necesidades básicas, y en tres de cada 10 días no sólo no ganaron sino que perdieron, pues los precios no alcanzaron para recuperar el dinero invertido. En cambio, en el Comercio Justo los productores de café orgánico tuvieron un precio no sólo suficiente sino estable.

Conservación de los recursos naturales. Ahora que el calentamiento global se ha convertido en una realidad tangible, los productores de café orgánico que manejan sus huertas con sombra diversificada están desarrollando estrategias para mejorar sus ecosistemas a nivel local, pero con favorable repercusiones climáticas a nivel global.

Posicionamiento del café mexicano. Mientras en el mercado convencional nuestro aromático estuvo desprestigiado, en el Comercio Justo México se ha colocado como un país líder, logrando el reconocimiento de su calidad.

Construcción de esquemas de garantía de calidad. El reconocimiento en los mercados internacionales se ha logrado gracias al cumplimiento de estándares y normas. Para vigilar esto, las organizaciones cafetaleras han desarrollado sistemas de control interno que les permiten supervisar miles de unidades productivas. Además, gestionan la certificación de sus productos, primero lo hacían con agencias internacionales y más recientemente por medio de Certimex, que en 2007 certificó a más de 25 mil productores, de los cuales 90 por ciento se dedican al cultivo del aromático. Asimismo, se ha creado el sello de Comercio Justo México, que promueve el consumo responsable.

Cooperativa Tosepan Titataniske


ILUSTRACIÓN: Rini Templeton

Cosecha Local, Aroma Global

Armando Bartra

El café se cosecha en el Sur y se toma en el Norte . Producto tropical destinado en su mayor parte a regiones frías, el aromático es emblema de la globalización pues los países de origen exportan tres cuartos de lo cosechado. Desde siempre el café fluye de la periferia al centro, del calor al frío, del subdesarrollo a las metrópolis.

Además, alrededor de 40 por ciento del grano viene de plantaciones campesinas, de modo que la demanda de cientos de millones de consumidores familiares se satisface con la oferta de millones de pequeños y medianos productores domésticos. Sólo que entre las tazas primermundistas y las huertas del Tercer Mundo opera una intrincada red de intermediación y es ahí donde se maldistribuye el ingreso: cerca de 70 por ciento del precio pagado por el consumidor queda en manos de minoristas, torrefactores y corporaciones agroalimentarias de los países importadores, mientras que los productores, beneficiadores, intermediarios y exportadores de los países de origen apenas perciben 25 por ciento. En el extremo más desventajoso de la cadena, el ingreso del huertero tercermundista representa apenas 16 por ciento del precio pagado por el consumidor metropolitano. Así, junto al aromático también el valor creado por el trabajo campesino fluye de la periferia al centro.

Hace 200 años la caficultura mexicana nace como economía de enclave que ocupa tierras y brazos nacionales pero responde a los intereses de Bremen, Hamburgo, Londres y San Francisco, y sólo es a partir del gobierno de Lázaro Cárdenas que algunas plantaciones son dotadas como ejidos y se extiende significativamente la caficultura campesina. El arranque de la crisis agrícola en los 70s del pasado siglo coincide con una relativa bonanza del café debida a los acuerdos internacionales que regulan su mercadeo y sostienen el precio, de modo que la urgencia de ingresos monetarios y la evidencia de que las siembras tradicionales ya no son rentables empujan a los agricultores más pobres hacia el aromático: un cultivo que se da en las sierras donde otros no prosperan, que puede fomentarse paulatinamente con pocas inversiones en efectivo y que cuenta con el respaldo del Instituto Mexicano del Café (Inmecafé).

Entonces el café deviene cultivo de refugio y en dos décadas prácticamente se duplica el número de productores. Pero en el mismo lapso la expansión de los cafetales es de sólo 60 por ciento; esto es, el promedio de tierra por caficultor disminuye y el minifundismo se acentúa. En cuanto a la producción, el crecimiento de las cosechas es de sólo 70 por ciento –apenas superior al de los cafetales– de modo que proviene principalmente de la mayor superficie cultivada mientras la productividad se estanca.

Así, cuando se rompen los convenios de la Organización Internacional del Café (OIC), desaparece el Inmecafé y se desploman los precios por varios años consecutivos, se evidencia la poca competitividad de muchas huertas campesinas. La depresión de 1989-93, que en adelante se repite cíclicamente, dramatiza el agotamiento un modelo de crecimiento extensivo y que no apuesta a la calidad sino al volumen. Pero, además, desata una vasta crisis social que arrastra a cientos de miles de productores y empobrece a millones de personas. Debacle profunda pues los buenos precios y la política del Inmecafé habían promovido el monocultivo y con él la dependencia absoluta respecto del aromático.

En menos de tres lustros México pasa de cuarto a décimo exportador mundial . Retroceso que se explica por el agresivo ascenso de Indonesia y Vietnam, pero también por la severa caída de nuestros rendimientos. Aun así, el café sigue siendo pieza clave de la agricultura nacional: cultivado sobre cerca de 700 mil hectáreas, en 12 estados, 58 regiones, 44 municipios y 4 mil 572 comunidades, preserva su relevancia agroexportadora y sobre todo sociodemográfica: el más reciente censo cafetalero iniciado en el 2002 reporta cerca de medio millón de unidades de producción, a lo que habría que agregar los jornaleros y trabajadores agroindustriales para obtener un saldo de alrededor de 3.5 millones de personas que dependen del aromático. Y la enorme mayoría de los caficultores son pequeños y muy pequeños: nueve de cada diez tienen huertas de menos de cinco hectáreas y ocho de cada diez tienen menos de dos. Además seis de cada diez de estos pequeños caficultores son indígenas, siendo el café el principal cultivo comercial de las etnias originarias.

En términos ambientales, destaca que nueve de cada diez huertas se cultivan bajo sombra y ocho de cada diez bajo sombra diversificada, lo que hace del aromático el cultivo de plantación menos agresivo con el medio ambiente. A esto hay que agregar que 40 por ciento de la superficie con cafetales corresponde a selvas bajas y medianas en zonas tropicales húmedas, 23 a bosques de pino y encino, 21 a selvas bajas caducifolias y 15 por ciento a bosque mesófilo de montaña. Lo que significa que las zonas cafetaleras son de las más ricas en flora y fauna, y relativamente poco perturbadas por el manejo rústico que tienen las huertas.

Rentable para el país y vital para campesinos, indios y medio ambiente, la caficultura mexicana está en crisis : la cosecha 2004-2005 fue la menor en 27 años y las exportaciones cayeron al nivel que tenían hace un cuarto de siglo.

En el arranque del milenio el café sigue siendo cultivo de refugio; siembra mayoritariamente campesina e indígena de la que depende cerca de la quinta parte de todos los productores agropecuarios del país. Y es que muchos de los pequeños caficultores de plantaciones rústicas, tierras marginales y módicos rendimientos, siguen ahí. El casi medio millón de unidades de producción registrado en el censo cafetalero duplica al anterior, y aun cuando hay razones para suponer que fue sesgada, la medición documenta la denodada persistencia de los pequeños caficultores. Contra lo que algunos pensaban, la crisis no fortaleció a las unidades empresariales y barrió a las domésticas. Al contrario: la debacle que arranca en 1989, el desmantelamiento de Inmecafé y el fin de las vacas gordas del aromático reforzaron las estrategias campesinas en los cafetaleros más modestos. Hoy, salvo en zonas óptimas para ese grano y donde operan desde hace muchos años pequeños productores mestizos especializados, la tendencia campesina es a combinar el cafetal con otros productos, no sólo mediante huertas diversificas con policultivo de autoconsumo o comercial, sino también con el regreso a la milpa de autoabasto y la búsqueda de actividades económicas complementarias.

No poner todos los huevos en la misma canasta es una estrategia familiar campesina que también están adoptando las organizaciones de pequeños y medianos productores, muchas de las cuales tratan de amarrar desde abajo la cadena productiva del café, pero también impulsan la diversificación y reconversión de cultivos comerciales, el regreso a los granos básicos para autoconsumo, la economía de traspatio.

Quizá porque son pobres y a veces indios, a la vez que cosechan un preciado bien global, los caficultores son de los campesinos mejor organizados del país. Contra quienes piensan que la fuerza de las comunidades campesinas e indígenas radica en enconcharse dándole la espalda al mercado y al Estado, lo cierto es que la combinación de riqueza y miseria, autoabasto y producción comercial, trueque y agroexportación, raíces locales y roce mundial, autonomía y globalización, indianidad y cosmopolitismo son los oximorones donde se origina la calentura asociativa de los pequeños a mexicanos. Aunque también cuenta el que, remontando su aislamiento y dispersión originarias, tengan que enfrentar un complejísimo y bursatilizado sistema mundial de mercadeo dominado por grandes tiburones corporativos. Y en los años recientes mucho ayudó a la cohesión de los caficultores el puente tendido por el Comercio Justo, entre quienes cultivan el aromático y quienes lo degustan, pues no hay experiencia más estimulante que el fraterno encuentro de huertas brumosas y tazas humeantes en el ámbito propiciatorio del mercadeo moral.

La organización cafetalera mexicana arranca con los finqueros, que se aglutinan en 1948. El sector campesino se agrupa más tarde, en 1977, cuando la Confederación Nacional Campesina (CNC) crea una federación nacional, que años después se renombra Unión Nacional de Productores de Café (UNPC). Los agrupamientos “autónomos” surgen regionalmente en los 70s, pero en 1989 se realiza en Oaxaca un primer encuentro nacional, donde 25 agrupaciones de seis entidades federativas firman un convenio de unidad y meses después se constituye formalmente la Coordinadora Nacional de Organizaciones Cafetaleras (CNOC). Al poco tiempo se separan caficultores vinculados a otras organizaciones nacionales, pero aun así la coordinadora sigue siendo un agrupamiento muy representativo. Finalmente, en 1997 se reestablece la fugaz convergencia de diez años antes, al conformarse el Foro Nacional de Organizaciones Cafetaleras en el que participan los caficultores privados de la Confederación Nacional de Productores Rurales (CNPR) y de la Confederación Mexicana de Productores de Café (CMPC), la UNPC de la CNC , la CNOC y los huerteros de la Central Independiente de Obreros Agrícolas Campesinos (CIOAC) y de la UGOCP-CN. Foro que, en 2005, es sustituido por el Consejo Nacional de Organizaciones de Productores de Café. En estas grandes convergencias hay diferencias sociales, políticas y hasta de clase, pero hasta ahora los variopintos caficultores se mantienen unidos en la defensa de los intereses del sector primario frente al oligopolio comercial y agroindustrial. Enhorabuena.

Un futuro mejor para los cafetaleros

Fernando Celis

En julio de 1989 se rompió el esquema de regulación internacional de los precios del café y en los siguientes 19 ciclos se han tenido precios que en términos reales son inferiores en 50 por ciento a los anteriores; además, durante diez de estos ciclos las cotizaciones cayeron por debajo de los 70 dólares, lo que, aunado a una fuerte sobrevaluación del peso, ha llevado a las familias cafetaleras a una impresionante pérdida de ingresos.

En el ciclo 2002-03, se llegó a al punto más bajo, con precios menores a los 50 dólares, lo cual ha ocasionado una gran migración y que los productores tengan que diversificar sus ingresos, desatendiendo los cafetales. Así, en el ciclo 2004-05 disminuyó la producción hasta 3.5 millones de sacos, la menor en tres décadas.

Aun cuando desde el ciclo 2004-05 se han registrado mejores precios internacionales, factores como la sobrevaluación del peso, diferenciales negativos de exportación, mayores costos de producción y de recolección del café y mayores descuentos de los compradores por gastos de comercialización y utilidades han hecho que para la mayoría de los cafeticultores la producción de café no sea rentable.

Corte de café
(fragmento)

Aquél siembra café con sus manos rugosas

Éste poda el café con sus ásperas manos

Otro corta el café con manos rudas

Manos iguales despulpan el café

Alguien lava el café y se hiere las manos

Otro cuida el café mientras se seca y se secan sus manos

Alguien dora el café y se quema las manos

Otro más va a molerlo y a molerse las manos

Después lo beberemos amargo.

Efraín Bartolomé

Además de los precios bajos y fuertes fluctuaciones que van de más de 250 dólares por quintal a menos de 50 dólares, los productores deben enfrentar el hecho de que las grandes trasnacionales han venido imponiendo una mayor producción de café robusta con costos de producción muy inferiores a los de los arábigos lavados mexicanos, además de que en Brasil crece la producción de cafés arábigos no lavados en grandes extensiones con paquetes tecnológicos de alta productividad y bajos costos.

Trasnacionales, Estado débil y tierra fragmentada. Por si faltaran problemas, en México hay serias restricciones para mejorar las condiciones de producción de café. Destacan:

1.- El papel de las empresas que controlan la industrialización para el consumo interno y la comercialización externa. Nestlé, AMSA, Becafisa y Cafés California, han sido protegidas por el gobierno federal durante sexenios y han bloqueado las iniciativas de modernización del consumo y la comercialización del aromáticos en México.

En el consumo interno defienden sus nichos de café soluble y mezclado con azúcar, que permite la utilización de café dañado, y han logrado la liberalización total de las importaciones de café verde.

Los grandes comercializadores actúan como oligopolio y no les ha interesado mejorar los precios de venta de los cafés de exportación con medidas que permitan una mayor calidad, a diferencia de lo que han hecho Costa Rica, Guatemala y Colombia, que pueden vender el mismo tipo de café a mejores precios.

2.- Después de la liquidación del Instituto Mexicano del Café (Inmecafé) en 1989, el papel del Estado en la cafeticultura nacional se ha debilitado.

La Secretaría de Agricultura presenta diagnósticos de que más de 90 por ciento de los productores no son competitivos, que tienen poca tierra y producen poco. Incluso en el sexenio foxista la dependencia afirmó que no debería continuar el subsidio a los productores para propiciar el retiro de muchos de ellos de la actividad.

Y esta tónica continúa en el gobierno de Felipe Calderón, que desestima los aportes económicos, ambientales y sociales del café.

3.- El más reciente censo cafetalero señala que hay 486 mil 191 productores con 683 mil 449 hectáreas . Hay una continua fragmentación de los predios. El 63 por ciento de los productores tiene menos de una hectárea con café y sólo mil 89 de ellos cuentan con más de 20 hectáreas cada uno, esto es acumulan 12 por ciento de las hectáreas totales y 15 por ciento de la producción.

La brutal baja de precios a partir del 2000 motivó a la mayoría de los productores a diversificar sus ingresos y a buscar una relación pragmática con sus asociaciones para obtener mayores apoyos y en algunos casos vender mejor su grano.

Aun cuando existen experiencias exitosas en el café orgánico y el Comercio Justo, la mayoría de los productores vende a intermediarios locales y participan con no más de 6 por ciento de las exportaciones.

En términos de organización, los cafetaleros son de los gremios más plurales y se da una coordinación entre las organizaciones nacionales por medio del Consejo Nacional de Organizaciones de Productores de Café (CNOPC). Pero no se ha tenido la fortaleza para frenar la dispersión de los caficultores y para la reorientación de las políticas publicas.

Peligro con los precios. El próximo ciclo productivo 2008-09 sumará cinco años de precios relativamente buenos, arriba de los 100 dólares las 100 libras y, ante un creciente aumento de la producción mundial, no seria remoto que luego se iniciara un nuevo descenso de los precios que dificultaría sostener la producción.

Si se quiere mantener la producción de café como una actividad importante en México y que se dé una mejoría en las condiciones de vida y producción de los cafetaleros será necesario avanzar en aspectos como los siguientes:

1.- Es fundamental mejorar y estabilizar los ingresos por la venta del café con algunas medidas:

a) Ante la imposibilidad de competir con países como Vietnam y Brasil con tipos de café de menor costo, debemos especializarnos más en la producción de arábigos lavados de alta calidad. Y, considerando los mayores costos, debería pactarse una alianza con los demás países que producen este tipo de café: Colombia, Perú y los centroamericanos, para lograr un piso de precios de unos 135 dólares las 100 libras .

Al mismo tiempo, impulsar que más productores y con mayor volumen se incorporen a los mercados que pagan mayores precios como los orgánicos, de Comercio Justo, de origen, alta calidad, etcétera.

b) Vender en mejores condiciones nuestro café de exportación, a no menos de 10 dólares por arriba de la Bolsa del Café de Nueva York como lo han logrado Costa Rica y Guatemala. Es importante mejorar la calidad, evitando la mezcla excesiva de granos maduros con verdes. Para ello deben establecerse normas para que se paguen mayores precios por los cafés seleccionados y de mejor calidad.

c) Considerando la sobrevaluación del peso en cerca de 30 por ciento, y que afecta a un cultivo que se cotiza en dólares, deben aplicarse medidas compensatorias como lo está haciendo Brasil, con apoyos de cuando menos 15 dólares por quintal.

Elevar producción y consumo. 2.- Es importante aumentar la producción y alcanzar antes de una década ocho millones de sacos (de 60 kilos) cuando menos, contra 5 millones previstos para 2008/09, y que 4 millones se queden para el consumo doméstico. Pasar de nueve quintales por hectárea actuales, a cuando menos 15. Se requiere un programa de fomento productivo y renovación de cafetales eficaz y sostenido por varios años.

3.- Sostener el crecimiento interno del consumo, que es un gran logro de muchas familias y cadenas de cafeterías que están ofreciendo un café de más calidad y mejor preparado. Esto es un contrapeso a los cafés solubles y mezclados con azúcar, que han desestimulado el consumo durante muchos años.

Café

El café es idolatrado por los verdaderos gastrónomos, porque les suaviza las fatigas de la digestión. Por lo general, el hombre que digiere está triste, pues el sentimiento de plenitud que experimenta, se junta la idea de que ha enajenado por muchas horas el ejercicio de su estómago; pero el café le devuelve la alegría, rechazando hacia la región gástrica los vapores de las viandas y el vino, cuya dirección ascendente amenazaba ofuscar su cabeza. El café ensancha su corazón, inspira agudezas a su espíritu y enciende su imaginación. El hombre que tiene talento en ayunas, es un genio después del café. Por su influencia se abre y desarrolla la inteligencia más obtusa; la insensible se vuelve tierna y la belleza fría se anima; todo se transforma, y este es el triunfo del café.

Nuevo Cocinero Mejicano, 1858

4.- Para superar las limitaciones de las pequeñas extensiones y baja productividad, es importante que los productores se asocien.

5.- Las acciones familiares de diversificación de ingresos deberían complementarse con estrategias más amplias de las asociaciones, con el manejo de organismos de ahorro y préstamo, de proyectos de mujeres, de diversificación de actividades productivas, etcétera.

6.- Es necesario un organismo publico para el sector con más autonomía y capacidad para operar políticas publicas y programas, con una estrategia nacional bien definida. Para esto debería darse mayor protagonismo al sector productor y acotar el poder de los industriales y comercializadores.

7.- Será vital el fortalecer las asociaciones gremiales a nivel regional, estatal y nacional. El CNOPC debe contar con mayor fuerza, con un perfil de representatividad real, plural, autónomo, democrático, y de acción conjunta gremial; debe lograr incorporar a la mayoría de los productores y a buena parte de las organizaciones regionales que no participan en las de corte nacional, y construir una capacidad de negociar y pactar con el gobierno federal políticas públicas en beneficio de las familias cafetaleras.

El futuro de la cafeticultura mexicana dependerá principalmente de la capacidad de los productores de auto organizarse; de comercializar mejor su café; de aumentar la producción; de diversificar sus ingresos; de lograr el reconocimiento y apoyos por los beneficios ambientales que proporciona el cultivo con sombra, y de construir una coalición nacional que les permita negociar medidas de ordenamiento del mercado, de programas de apoyos y políticas publicas que fortalezcan la actividad cafetalera.


Mujeres con aroma de café

Josefina Aranda Bezaury

¿Quiénes producen actualmente el café en el campo mexicano? 1) Son campesinos minifundistas de prácticamente todas las lenguas indígenas del país; 2) son neo-migrantes, porque su incorporación a los flujos hacia el país del norte es mucho más reciente que la de otros campesinos; 3) son pobres y con una mayor proporción de personas de la tercera edad, y 4) son mujeres.

Sólo abordaremos aquí la participación femenina en esta actividad.

En muchos estudios se ha destacado el fenómeno de la creciente feminización de las actividades agropecuarias debido, entre otros factores, a la masiva emigración de los hombres a Estados Unidos. Unos argumentan que “no se hizo más femenino el campo”, sino que ya lo era, pero no se reconocía y que sólo recientemente se comenzó a admitir o visualizar la participación de las mujeres.


ILUSTRACIÓN: Rini Templeton

Aunque las mujeres siempre han contribuido a cafeticultura en ciertas labores, a partir de las severas crisis de precios en 1989-1994 y 1998-2004, se feminizó la actividad. Es muy evidente la intensa participación de la mujer en todo el proceso productivo, y su desempeño directo como jefas de las unidades de producción por la ausencia de varones en las comunidades cafetaleras.

Algunas actividades que eran desarrolladas por los hombres casi exclusivamente por ser “muy pesadas”, como limpias, podas y recepas, las están realizando hoy también las mujeres.

Durante los períodos de crisis –y ante la escasez de hombres para contratarse, ya sea porque han salido de las regiones cafetaleras a buscar trabajo, o porque los presentes no están dispuestos a recibir pagos considerados muy bajos– se incrementó la responsabilidad de las mujeres como “productoras directas”.

Según el más reciente censo cafetalero, hay 25 mujeres por cada cien productores, mientras que en los censos pasados ni siquiera se consideraban. Y en la membresía de varias organizaciones cafetaleras, encontramos una proporción aún mayor: 35 por ciento son mujeres.

No sólo las mujeres que se desempeñan directamente como productoras, sino todos los que prefirieron quedarse para organizarse y confrontar colectivamente las crisis de precios y las difíciles condiciones de vida de las comunidades cafetaleras, se enfrentan a dos hechos: la escasez de mano de obra familiar o asalariada para sacar adelante la labor, en especial la cosecha, y el envejecimiento, ya que el rango de edad mayoritario de los productores es de 48-57 años.

La pregunta que emerge no sólo de cara al futuro del cultivo del café, sino a la realidad de todo el campo mexicano es ¿quiénes serán los próximos productores si prevalece esta tendencia?

Responsable del Programa de Mujeres de la Coordinadora Estatal de Productores de Café Orgánico de Oaxaca (CEPCO)

Demandan los productores tomar
la gestión de políticas y presupuestos

  • Discrecionalidad y caos marcan la gestión de Sagarpa
  • Avanzar en la cadena de valor, reto de los cafetaleros

Lourdes Edith Rudiño

Fortalecer la gremialidad y llegar a un grado avanzado de organización como el que tiene Colombia –para que los productores puedan operar y responsabilizarse directamente de la política pública– es una aspiración principal de los caficultores de México, que hoy se hace urgente dado el manejo caótico, rezagado y politizado de los programas y presupuestos por parte de la Secretaría de Agricultura (Sagarpa)

Y una segunda meta es que los productores avancen en la cadena de valor: dejen de ser sólo proveedores de materia prima, y generen cada vez más sus propias marcas de cafés tostados y molidos, para absorber así parte de las ganancias derivadas del aumento del consumo interno del aromático, el cual pasó en los siete años recientes de 1.3 millones a dos millones de sacos (de 60 kilos) anuales.

Dirigentes de la priista Unión Nacional de Productores de Café de la Confederación Nacional Campesina (UNPC-CNC), Eleuterio González; de la empresarial Confederación Mexicana de Productores de Café (CMPC), Juan Carlos Villarreal, y de la Coordinadora Nacional de Organizaciones Cafetaleras (CNOC), Fernando Celis, coinciden en esta visión.

“De 1989 –cuando se desreguló el mercado mundial– a la fecha, la producción nacional se ha mantenido estancada alrededor de 4 millones de sacos; el valor de la exportación sigue casi igual, en unos 322 millones de dólares; los presupuestos públicos no logran efecto alguno, ni siquiera mejoran productividad; seguimos siendo el país con los costos de producción más altos, y el nivel de bienestar de los productores ha empeorado”, dice Eleuterio González. Todo esto, a pesar de que el café brinda empleo a 3.5 millones de personas y su incidencia es clara en los niveles de pobreza.

Colombia es ejemplo. Juan Carlos Villarreal afirma que el Estado debe dejar gradualmente la responsabilidad de las políticas públicas en manos de las organizaciones de cafetaleros –las cuales forman un bloque compacto en un consejo nacional–, pues “de otra forma nunca vamos a crecer, a consolidarnos, como lo han hecho ya los cafetaleros de Guatemala, Costa Rica; ya no digamos los de Colombia y Brasil”. El ejemplo más claro es el de la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia, con una historia de 80 años, que contrasta con lo que ocurre en México, donde “cada ocho o 10 años estamos fundando instituciones” y donde los presupuestos se manejan de acuerdo con el interés partidista del gobierno en el poder.

Según Eleuterio González, el Sistema Producto Café (SPC) que se creó en el foxismo, con el propósito aparente de “ciudadanizar” las decisiones, no opera en los hechos; “no cita a reuniones y no tenemos comunicación directa con la Sagarpa , que es cabeza de sector”.

Ocurre que, habiendo transcurrido casi medio año de este 2008 no hay ni siquiera información ni coordinación entre el gobierno federal y las instancias estatales para operar los programas públicos del café. Reporta Fernando Celis: una de las líneas presupuestarias de este año que más expectativas generó entre los productores fue la de renovación de cafetales, autorizada por el Congreso con 370 millones de pesos.

Regateo institucional. La Sagarpa bajó este rubro a 170 millones, pero además federalizó el programa y prácticamente lo inhabilitó porque en los estados productores “nos dicen ‘no sabemos cuáles son los requisitos que pone Sagarpa', no hay anexos técnicos y funcionarios están informando decisiones a última hora sobre qué instancias habrán de certificar las plantas”.

Además, la Secretaría ignora los acuerdos que se toman en el SPC, y ha colocado al café dentro de un comité donde están todos los programas de la Sagarpa y donde el titular de la dependencia, Alberto Cárdenas, toma decisiones de forma directa y con diversos interlocutores que no dialogan. entre sí.

Es lo que ocurre con el ataque a la broca, que cuenta con un presupuesto de 145 millones de pesos. “El Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Alimentaria (Senasica) aplica este programa, pero el monto es excesivo –es más del doble de lo pedido hace tres años cuando se inició el programa– y se sabe que el dinero lo usan para adquirir vehículos, computadoras, infraestructura que no es para la cafeticultura. La Secretaría de Agricultura también está en desacuerdo con ese recurso, pero el Senasica no reporta nada al SPC y sí habla con Alberto Cárdenas. ¿A quién va a escuchar el secretario?”, señala Celis.

Y este tipo de historias kafkianas se observan en otros programas del café, como el de capacitación; “nos han estado regateando el presupuesto y cuando preguntamos qué va a pasar con los programas de capacitación de las organizaciones, nos dicen (Rodolfo Trampe, responsable gubernamental del café) que no nos preocupemos, que va a haber sobrantes (de otros programas)”.

Villarreal y Eleuterio González son enfáticos: las organizaciones de productores deben asumir la gestión de políticas públicas y presupuesto, y dar ahora grandes pasos, como son la creación de instancias financieras propias (microbancos, Sofomes, etcétera) y la generación de valor agregado con marcas propias, si bien, dice Villarreal, éstas deben ser pocas pero fuertes y entrar en los canales de comercialización de los supermercados, los cuales están sensibilizados gracias a campañas de promoción de consumo del café que han realizado los productores.