Latinoamérica bipolar:

los movimientos se mueven

Entrevista con Boaventura de Sousa Santos

América Latina es pieza clave en las estrategias de las empresas transnacionales y los gobiernos del Norte global. La expansión del mercado ha convertido el agua, los servicios de salud y la educación en mercancía. La mercantilización de los recursos naturales es fundamental para la acumulación de capital a mediano plazo, poniendo la biodiversidad enorme de América Latina en el centro.

El proceso de “reenfocar” América Latina se aceleró por el fracaso de la guerra en Irak. Estados Unidos encontró que durante su relativa ausencia en su backyard, se gestaron cambios y los procesos sociales avanzaron fuera de su control, resultando en gobiernos progresistas y movimientos sociales fuertes que llegaron al poder a través de la democracia, cuando Estados Unidos usa el discurso de la democracia para justificar sus intervenciones.

En este escenario se desarrolla una nueva contrainsurgencia, mezcla de las estrategias de la Alianza para el Progreso con una política de división de los movimientos; específicamente el indígena. De manera brutal se criminaliza la protesta y se profundiza la militarización. Incapaz de generar apoyo popular, el neoliberalismo intenta sustituir “desarrollo” y “democracia” por “control” y “seguridad”.

 Esto es consecuencia de la profundización de la exclusión social, la miseria y la desigualdad, que implica la emergencia de un fenómeno de fascismo social. No un régimen político, sino una forma de sociabilidad donde unos tienen capacidad de veto sobre la vida de otros. Corremos el riesgo de vivir en sociedades políticamente democráticas pero socialmente fascistas.

 El mejor ejemplo de esta lógica es el doloroso incremento del hambre en el mundo, que muestra la contradicción entre la vida y la ganancia. La emergencia del fascismo social muestra que la modernidad como proyecto está rota, porque no ha cumplido sus promesas de libertad, igualdad y solidaridad, y no va a cumplirlas.

Se presenta entonces la contradicción entre el paradigma de la seguridad y la lucha contra el terrorismo, y los Estados que reivindican su soberanía, los movimientos sociales, y específicamente las luchas de los pueblos indígenas. En los territorios indígenas se encuentra el 80 por ciento de la biodiversidad latinoamericana. Organizaciones como la Coordinadora Andina de Organizaciones Indígenas, la Confederación Nacional de Comunidades Afectadas por la Minería del Perú y la Coordinadora Nacional de Ayllus y Marqas, son un peligro para el status quo.

La criminalización de la disidencia en América Latina es aún más fuerte contra los indígenas, como vemos en Perú y Chile. Existe la intención de transformar a los indígenas en los terroristas del siglo xxi, como muestran los documentos de la cia. El uso de las leyes antiterroristas contra los dirigentes indígenas se basa en una descaracterización total del concepto del terrorismo, ya que esto significa el ataque y el daño a civiles inocentes. En el caso de las luchas indígenas se trata de ataques a la propiedad privada para defender otra propiedad, la comunitaria y ancestral. Esto no cabe en ningún concepto de terrorismo.

La regionalización subnacional ha sido promovida por el Banco Mundial en forma de descentralización, que apuntó a desmontar el Estado central a través de la transferencia de responsabilidades a los niveles locales. En Bolivia había una descentralización dirigida por las autonomías indígenas, desde una visión política y cultural sólida, que permitió que los indígenas ganaran algo con las políticas de descentralización del bm.

Pero la bandera de la descentralización ha sido asumida ahora por las oligarquías en respuesta a su pérdida de control del Estado central. Ellos siempre fueron centralistas, pero ahora toman la bandera de la autonomía para defender sus privilegios económicos. Esto generó un problema político para el movimiento indígena en Bolivia, que ha promovido la autonomía de los oprimidos, no de los opresores. La “autonomía” de Santa Cruz es ilegal bajo la vieja Constitución; una nueva está por ser aprobada. La decisión de las autonomías tocaría al Congreso.

He defendido en Bolivia la distinción entre autonomías ancestrales y las de la descentralización. Propongo entender a las autonomías indígenas como extraterritoriales en relación a las autonomías departamentales. Se deberían basar en el control total de su territorio, fuera de la gobernabilidad descentralizada, ya que son anteriores al proceso de descentralización. Pero habría que fortalecer la institucionalidad indígena, que aún es frágil, frente el poder de las oligarquías bolivianas.

El debate actual es peligroso, ya que existen deseos recíprocos de enfrentamiento armado. Las oligarquías no quieren dejar sus privilegios, y los indígenas no van a dejar pacíficamente que se divida al país. Serían ellos los que lo defenderían.

Colombia y Perú representan al status quo neoliberal, y a Estados Unidos en la región. Son complementarios. Colombia representa la lógica militar que busca conflictos y tensiones que crean condiciones para la militarización e intervención. En Perú se impulsa una lógica similar, con fuerte criminalización de las organizaciones sociales, primer paso que prepara la militarización posterior. Existen indicios que la base de Manta en Ecuador se mudará a la Amazonía peruana.

Estamos entrando en una fase histórica de polarización. A un lado, las políticas de mercantilización buscarán libre acceso a los recursos naturales, y la continuidad de los privilegios de las élites. Al otro, existe un imaginario radicalizado en las fuerzas progresistas del continente que han desarrollado concepciones distintas de democracia, desarrollo, derechos y sustentabilidad, compartidas por cada vez más personas y organizaciones. Las fuerzas dominantes ya no pueden cooptar este imaginario radical con sus propuestas de protección social. Por esto la represión.

El horizonte siguen siendo la democracia y el socialismo, pero un socialismo nuevo; su nuevo nombre es democracia sin fin. La democracia radical es una alternativa a dos ideas fundamentales. No creo que se pueda cambiar el mundo sin tomar el poder, pero tampoco podemos cambiar algo con el poder existente. Entonces, debemos cambiar las lógicas del poder, y para ello las luchas democráticas son cruciales, y son radicales por estar fuera de las lógicas tradicionales de la democracia. Debemos profundizar la democracia en todas las dimensiones de la vida. Desde la cama hasta el Estado, como dicen las feministas. Pero también con las generaciones futuras y con la naturaleza, lo cual urge para detener la destrucción del planeta.

Nuestro objetivo es salir de una democracia tutelada, restringida, de baja intensidad, para llegar a una democracia de alta intensidad que haga al mundo cada vez menos confortable para el neoliberalismo. Pero la realidad no cambia espontáneamente. En política para hacer algo hay que tener razón a tiempo, en el momento oportuno; y tener fuerza para imponer la razón.

 

De una entrevista realizada por Raphael Hoetmer en Lima, Perú,

durante la Cumbre de los Pueblos, en mayo. (www.lavaca.org)

 

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