Usted está aquí: martes 17 de junio de 2008 Opinión Desde el otro Lado

Desde el otro Lado

Arturo Balderas Rodríguez
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■ El color de la piel

¿Hasta dónde llegarán algunos sectores de Arizona en su rabiosa persecución de trabajadores indocumentados?

La pregunta es pertinente porque se han emitido regulaciones en condados y ciudades de ese estado, mediante las que se pretende aumentar la precariedad de las condiciones de los trabajadores en general, particularmente los que carecen de documentos migratorios. Una de las más controvertidas es la que amenaza con cancelar la licencia a las empresas que los contraten.

Hasta ahora los castigos se han concretado a la detención y deportación de supuestos trabajadores indocumentados; la cancelación de licencias a las empresas no ha pasado de amenaza. El hecho es que la emisión y ejecución de esas regulaciones son competencia exclusiva de las autoridades federales y, por tanto, las persecuciones y aprehensiones efectuadas por autoridades locales como la policía y el sheriff, amén de la violencia y arbitrariedad con la que se llevan a cabo, son ilegales.

A la reprobable conducta de organizaciones antinmigrantes como los minutemen, hay que añadir ahora la de autoridades cuya función es prevenir y castigar el crimen, no perseguir y encadenar trabajadores y amenazar empresarios. La secuela de orfandad e inseguridad, resultado de esta aberración legal y moral, no es más que otra secuela de la ignorancia y el sentimiento xenófobo arraigado entre algunos grupos cuya máxima aspiración es recrear los horrores del medievo.

El asunto no es privativo de Arizona, pero es en ese estado en el que con más saña se ha perseguido a quienes responden a la demanda de mano de obra, tan necesaria en la industria, la agricultura y los servicios. Está demostrado que para evitar, o al menos atenuar la recesión económica, de la que parece no se librará el país, ahora más que nunca le son indispensables los trabajadores indocumentados. Así se desprende de las declaraciones de empresarios amenazados por sus propias autoridades.

Se actúa de manera contraria a la más elemental lógica del mercado, tan cara a una sociedad que no atina a resolver sus contradicciones. Por lo visto, algunos de sus integrantes todavía consideran que el color de la piel es un salvoconducto para tener el derecho a formar parte de ella.

 
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