Usted está aquí: martes 17 de junio de 2008 Opinión Obama presidente

José Blanco

Obama presidente

Estados Unidos sigue siendo la mayor potencia del planeta, pero su peso relativo en la economía-mundo ha venido disminuyendo constantemente. El planeta se vuelve multipolar en términos económicos, pero en términos militares su poder sigue siendo incontestable. Estados Unidos no puede ya competir comercialmente con muchos países en una infinidad de productos, pero puede aplastar militarmente a cualquiera.

El gran poderío económico y militar de Estados Unidos es inversamente proporcional a su legitimidad social frente a la mayor parte de la humanidad. De este modo, enfrenta una multitud de dilemas. Las tendencias de la economía estadunidense, aunque su peso haya disminuido en términos relativos, siguen afectando al planeta. Es el mayor deudor del mundo y en gran medida depende de las decisiones colectivas de China, Japón, la Unión Europea, y empiezan a pesar en ello las economías de India y de Brasil.

El dólar está dejando de ser la moneda fuerte que fue hasta principios de los años 70. China acumula las mayores reservas monetarias del mundo, con más de un billón (un millón de millones) de dólares. Si todos los países desarrollados se deshicieran de una parte significativa de esa divisa que va en declive –como ocurrió al iniciarse los 70–, todos saldrían perdiendo, porque la economía mundial entraría en una recesión de magnitud imprevisible. Por eso entre todos continúan sosteniendo una economía que, al mismo tiempo, hace daño a la economía del mundo.

La evolución “natural” de la economía parece que la conducirá, de todos modos, a una crisis mundial de la que saldrá otra economía con una correlación de fuerzas, entre las potencias, distinta, pero hoy imprevisible.

No es difícil que veamos un sistema monetario internacional distinto. Ello ocurrió ya con la crisis del patrón oro; dejó de funcionar y el mundo tuvo problemas de pagos internacionales durante casi tres décadas, hasta que al término de la Segunda Guerra Mundial surgió Estados Unidos como potencia incontrastable: en 1945 su producción industrial era mayor que la del resto del planeta. Por esa razón pudo imponer el dólar como medio de pago internacional. Pero el sistema de pagos internacionales creado a fines de los años 40 fue una soberana estupidez, una visión miope de Estados Unidos que no parecía entender nada del futuro más que claro de que la distribución mundial de medios de pago internacional no podía darse indefinidamente mediante el déficit permanente de la balanza de pagos estadunidense.

El sistema abiertamente gandalla funcionó hasta finales de los años 60, y aunque hoy sigue siendo el principal medio de pago, ello ocurre en medio de una inestabilidad financiera internacional continua.

Obama, quien parece que será el próximo presidente de Estados Unidos, tendrá que llegar a un acuerdo con el resto de las potencias, para cambiar el sistema financiero internacional; pero en este acuerdo tendrá que pasar necesariamente a un segundo plano. Por eso este país, hasta el día de hoy, no ha respondido a los reclamos del mundo de reformar el sistema financiero. ¿Hará Obama algo por ese sistema basado en la impresión de billetes verdes o dejará que las cosas sigan su curso incierto y su crisis inevitable?

En la década de los 70, lo primero que se globalizó fue precisamente el sistema financiero internacional para que los bancos, especialmente los de Estados Unidos, que mantenían las mayores restricciones, pudieran actuar sin límites en todos los países.

Después se globalizaron la producción industrial, las comunicaciones, la idiosincrasia consumista de Estados Unidos (hasta en China). Los cambios se multiplicaron.

Desde los años 80 vivimos una revolución científico-tecnológica que ha producido más cambios que todos los ocurridos en la historia previa de la humanidad. Las naciones desarrolladas han creado una riqueza inimaginable. Pero todo ello ha venido acompañado de la peor desigualdad social de todos los tiempos.

La desigualdad se reproduce en múltiples dimensiones. Los países ricos frente a los pobres, pero dentro de los ricos y dentro de los pobres, la desigualdad se ha acentuado como nunca. Estados Unidos tiene dentro de sí, hoy, un tercer mundo.

Las instituciones que se ha dado la humanidad para organizarse y vivir y convivir, tienen un alto grado de obsolescencia. Ello ocurre con la ONU y sus decenas de agencias para todos los temas imaginables. Ello sucede también con el Fondo Monetario Internacional o con el Banco Mundial, con la Organización Mundial de la Salud, o con la Organización Internacional del Trabajo. Todos los problemas que en el mundo deben ser resueltos por esas organizaciones constituyen gravísimos problemas irresueltos.

Con la mayor fuerza del planeta, Estados Unidos vive la mayor ilegitimidad social de su historia, y no puede hacer otra cosa que buscar con la Unión Europea, con China, India y Brasil, crear un nuevo mundo donde quepan los pobres de la Tierra, en un proyecto que tenga por objetivo que dejen de serlo.

Obama sabe todo esto. Sabe que el peor cáncer sobre la Tierra son las empresas multinacionales: en Iowa dijo: “Han dicho ustedes (con su voto) que ha llegado el momento de comunicar a los lobbistas, que creen que su dinero y su influencia hablan más alto que nuestras voces, que no son ellos los dueños de nuestro gobierno, que somos nosotros; y que estamos aquí para hacernos de nuevo con él”. ¿Obama podrá hacer algo frente las empresas multinacionales, el mayor poder existente?

 
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