Usted está aquí: martes 17 de junio de 2008 Opinión En el MUCA campus

Teresa del Conde/ I

En el MUCA campus

Lo primero que se me ocurre decir es que el espacio del MUCA campus es uno de los mejores que existen en México para presentar exposiciones de cualquier índole, puede vestibularse, presentarse abierto y tendido, acortarse o extenderse, en fin, da lugar casi a cualquier tipo de modificación.

La exposición Las implicaciones de la imagen (una selección de la colección de Isabel y Agustín Coppel, vigente hasta finales de este junio) integrada por número elevado de piezas, con predominio de fotografía y video, luce desahogada. Ninguna persona que se interese en el arte contemporáneo multimedia debiera eximirse de visitarla, cosa que toma su tiempo.

La selección de la imagen que aparece en las invitaciones, folletos y espectaculares, no pudo ser mejor elegida. Es una de las más inquietantes impresiones de Mathew Barney, quien por haber estudiado medicina cuando era joven, siempre se ha interesado en las malformaciones congénitas que son las que “ornan” los hermosos rasgos de su cabeza.

Algunas personas lo conocíamos por ser el esposo o pareja de la cantante Björk, protagonista principal de la estremecedora película de Lars von Trier, Dancing in the dark (Bailando en la oscuridad), en la que también comparece Ca-therine Deneuve.

Aparte de sus creaciones personales, Barney interesa también por su vinculación con la actriz. Otro tanto sucede con Gordon Matta Clark, artista de culto debido no sólo a la creación de la llamada an-arquitectura, medio que sobrevive, gracias a registros fotográficos y video.

Pero además es “héroe”, debido a su temprana muerte por cáncer a los 35 años, posterior al suicidio de su hermano gemelo. Fue hijo de Roberto Matta Echauren, el pintor chileno, así como ahijado de Marcel Duchamp. Otros nombres consagrados internacionalmente corresponden a Marina Abramovik, Louise Bourgeois (creadora “joven” a sus 90 años y pico), Maurizio Cattelan, Barbara Kruger, Cindy Sherman, Santiago Sierra.

Ellos y muchos otros están entre los que deambulan por estos lares, alternando con artistas ya fallecidos que son leyenda: Diane Arbus, Richard Avedon, Ana Mendieta, Helio Oiticica o Félix González Torres. Salvo excepciones están representados tan sólo con muestras de sus respectivos trabajos, capaces, sí, de crear contextos globales. En cambio, la presencia de los mexicanos (sólo comparece un difunto, Enrique Guzmán) es más contundente y reconocible, aunque el espectador prescinda de leer cédulas.

Desde mi punto de vista la mejor obra de todas, bien ideada e impecablemente realizada, corresponde a Eduardo Abaroa. Es una espectacular instalación transitable (aunque recibí cortés reprimenda al recorrerla) titulada BCIN nodo en la esquina.

Atrae a cualquier espectador, ninguna le hace competencia ni siquiera la que le es vecina: Paisaje suspendido, de Rivone Neuenschwander.

La de Abaroa guarda matiz “científico”, puesto que un nodo es punto intersectado o terminal de una network, aunque igualmente es palabra que se utiliza en física y en medicina.

Está permitido transitar por Paisaje suspendido, integrado por envoltorios de ajo (sin los dientes) que, dada su ligereza, se mueven un poco casi sin posarse en el suelo. Esta obra me recordó al sudamericano Grippa, presente en el mismo espacio durante la brillante gestión de Helen Escobedo.

A Pablo Vargas Lugo se le advierte de inmediato y su políptico de las banderas es hermoso. No tan reconocible de primera mano me resultó Abraham Cruzvillegas con su instalación al muro de cortezas de maguey tratadas, en tanto que Geometría expandida, de Damián Ortega, pudo haber sido efectuada tanto por él, como por su colega Cruzvillegas.

Las juguetonas serpientes descabezadas y azuláceas Curvas de vidrio, de Sofía Táboas, atraen al ojo y al tacto, y el Objeto punzocortante elaborado en prisión y utilizado en asesinatos, de Teresa Margolles, está presentado en un estuche entre lujoso y carcelario que crea paradoja, porque debido a la denominación y a la presentación, hace sonreír. Anexo le está uno de sus lienzos para lavado de cadáveres. Si se desconociera su procedencia, podría tomarse como una buena pieza informalista. Al audio (muy efectivo) Diles que no me maten, de Jorge Méndez, debió anexarse el nombre de Juan Rulfo, autor de la frase-plegaria que no fue escuchada.

 
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