Disquero
La leyenda del santo gozador
En la primera escena aparece con un vaso de delicioso whisky en mano. En la siguiente fuma con deleite un cigarrillo. Más adelante sus ojos brillan de placer frente a la belleza de Kiri Te Kanawa. No resiste la tentación de grabar una aria-canción de su máxima querencia con esa voz tan portentosa, la de la neozelandesa Kiri, aunque al final se quede con Marilyn Horne.
Todo el tiempo goza. Su divisa es el placer. He aquí un ejemplo notable de cuando los seres superiores descienden al plano material para experimentar placer y todo lo demás, que en eso consiste lo que denominamos vida.
En los anaqueles de novedades discográficas esplende nuevo tesoro: un álbum especial conmemorativo, de edición limitada, para festejar los primeros 50 años 50 de una de las obras que cambiaron para bien el estado de las artes durante el siglo pasado: West Side Story, ese prodigio coreográfico-operístico-teatral-ritualístico que en español es conocido como Amor sin barreras y cuya fama se ha extendido por doquier debido al filme realizado en 1961 por el maestro Robert Wise en colaboración con Jerome Robbins, autor de la idea original, y también esa popularidad se debe a la capacidad del compositor, Leonard Bernstein de, como dirían los clásicos del pambol, “bajar a nivel de cancha” y componer una obra que, otra vez según los clásicos, “ha dado la vuelta al mundo”.
La conmemoración corre a cargo de la disquera Deutsche Grammophon, que recupera la grabación legendaria que realizó en 1984 dirigida por el propio Bernstein, dado que desde su glorioso estreno y la más gloriosa película no existía registro fonográfico de esta obra maestra.
Así que el maestro se sirvió con la cuchara grande y puso a Kiri Te Kanawa y a Tatiana Troyanos en los lugares que en el filme ocupan Natalie Wood y Rita Moreno, y en el papel principal masculino al entonces jovencito José Carreras, a quien Lenny llama “Pepe Careras” en ese mohín gringo de hacer eres las erres.
Álbum doble, el primer volumen contiene el audio y el segundo el legendario documental que narra las vicisitudes de esa grabación pero en dimensión humana y honesta, no en ese inventillo comercial que ahora pulula a la menor provocación y que responde al ridículo título de “cómo se hizo”.
Por el contrario, el documental filmado por Christopher Swann relata sin trucos la vida cotidiana de un ejército de locos benditos, es decir, de músicos, afanados en lograr un producto artístico valedero, es decir, la grabación de marras, de manera que el espectador no sólo se entera de los intríngulis y las anécdotas, sino que recibe un pase automático que lo lleva directamente a las entrañas mismas del misterio de la creación artística.
En el fondo del nido del misterio está el placer. Ésa sería la lección aprendida al terminar el filme. Porque Lenny Bernstein no hace otra cosa que disfrutar. Baila el mambo que compuso desde el podio con sus músicos (en la memoria nuestra jamás se borrará el ejército de niños y jóvenes venezolanos en Bellas Artes con Gustavo Dudamel a la batuta bailando el mismo mambo), sonríe cuando sus músicos sonríen de satisfacción luego de lograr resolver problemas musicales arduos, impreca, gime, gutura, danza, vuela. Vive.
El libro en el que vienen envueltos estos dos discos primorosos es también un regalo divino. Compartimos por lo pronto cinco imágenes: una escena de la representación original en Broadway (donde por cierto en estos días se prepara una versión 2008), la portada del disco y cuatro escenas de amor con su mujer, Felicia, quien por cierto hace reiki a su marido en el estómago, se hace reiki ella en la cabeza, se acurruca en el hombro de su hombre y goza junto al santo gozador. Una leyenda.