Usted está aquí: sábado 21 de junio de 2008 Opinión Naufragan los piratas del clima

Silvia Ribeiro*

Naufragan los piratas del clima

El cambio climático está provocando situaciones dramáticas para mucha gente, víctimas de sequías, inundaciones y huracanes. Para las transnacionales y especuladores, las catástrofes son una oportunidad de hacer negocios y pingües ganancias. Con la colaboración de científicos que creen que la tecnología resolverá todo sin cambiar las causas de nada, resultan en una serie de propuestas de soluciones falsas al cambio climático. Algunas son apenas una estafa, otras son además realmente peligrosas y origen de nuevos desastres.

Entre éstas últimas, se incluyen las propuestas de geoingeniería, el intento de manipular el planeta en totalidad o grandes partes de éste, para manejar los efectos del cambio climático. Hay propuestas de científicos de renombre que van desde lanzar químicos al espacio para crear paraguas o espejos que reflejen la luz del sol, hasta desviar huracanes o cambiar la composición marina para bajar la temperatura y absorber dióxido de carbono. En ningún caso plantean cambiar las causas del cambio climático, sino ver como se domestican los efectos. En todos los casos, implican efectos secundarios graves. Si Estados Unidos desvía huracanes ¿dónde cree usted que llegarían?

El caso de geoingeniería más avanzado –con millonarias inversiones de grandes empresas–, es la llamada fertilización oceánica, que buscando lucrar con la venta de créditos de carbono, podría poner en juego ecosistemas marinos enteros y afectar la vida de las comunidades pesqueras y otras que dependen del mar.

Estos proyectos y las empresas que los mercadean, sufrieron un fuerte golpe con la declaración de una moratoria internacional contra la fertilización oceánica, que se adoptó a fines de mayo 2008, en la 9ª. Conferencia del Convenio de Diversidad Biológica de Naciones Unidas, en Bonn, Alemania.

Aunque el tema suene lejano para la mayoría (y la moratoria incluye una excepción para pequeños experimentos científicos sin fines comerciales, que deben ser regulados), es una decisión importante para frenar estas actividades y en general, alertar sobre los efectos de la geoingeniería, que implica enormes impactos sobre los bienes comunes globales –como el mar, el aire, los ecosistemas– con consecuencias graves directas para comunidades pescadoras y campesinas y finalmente sobre todos.

Existen tres empresas (Planktos, Climos y Ocean Nourishment Corporation), que han vendido millones de dólares en créditos de carbono a individuos y empresas, afirmando que van a “neutralizar” las emisiones de dióxido de carbono (CO2) de quienes paguen, a través de fertilizar miles de kilómetros cuadrados del mar, para producir grandes volúmenes de fitoplancton (algas microscópicas que son la base de todas las redes alimentarias marinas) que absoberían el CO2 y al morir lo llevarían al fondo del mar.

Varios equipos científicos, con financiación de algunos gobiernos, incluído México, habían hecho anteriormente una docena de experimentos de fertilización oceánica en pequeña escala. Un análisis riguroso de los experimentos, como el que reportaron 47 científicos en la revista Nature en abril del 2007, mostró que no sería eficaces (el CO2 vuelve finalmente a la atmósfera), pero en el proceso provocarían desequilibrios serios en las poblaciones marinas, que entre otros impactos, llevarían incluso a producir mayor cantidad de gases de efecto invernadero, como metano y óxido nitroso, más nocivos que el CO2 para el cambio climático.

En el caso de un proyecto que intentaba realizar en Filipinas la Ocean Nourishment Corporation, el proceso de eutroficación (exceso de nitrógeno en el agua) destruiría los medios de vida de millares de pescadores y criadores tradicionales de algas.

Todo esto no es problema para las empresas implicadas, que siguieron adelante obviando las alertas. La venta de créditos de carbono es un gran negocio, ya que los bienes comunes que se contaminan, según las transnacionales “no son de nadie”. Como en la conquista del Oeste, son del primero que llegue a devastar lo que allí estaba. Pagar una multa por contaminar es un mecanismo perverso y falso (y en este caso particularmente peligroso), porque no resuelve los problemas reales, no cambia nada, sencillamente es una transacción comercial que enriquece a algunos y a otros les lava la imagen para que sigan contaminando.

Por eso Climos, empresa estadunidense, no quiere cejar en su empeño, y ahora afirma que sus fines son “científicos”. Está dedicando miles de dólares a pagar cabilderos y científicos en venta para que lo certifiquen, tratado de revertir la situación. Habrá que seguir atentos, pero de cualquier manera, la campaña mundial de muchas organizaciones de la sociedad civil y comunidades, que llevó a que Naciones Unidas decretara la moratoria, les hizo naufragar sus barcos.

*Investigadora del Grupo ETC

 
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