Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 22 de junio de 2008 Num: 694

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Entre la carretera y la beatitud
ALEJANDRO MICHELENA

Jesús
DIMITRIS DOÚKARIS

Entre colillas y restos de comida
ARACELY R. BERNY

Contra el olvido injusto
CHRISTIAN BARRAGÁN
Entrevista con RAFAEL VARGAS

Fragmentos de Bahía 1860 (esbozos de viaje)
MAXIMILIANO DE HABSBURGO

¿César Vallejo ha muerto?
RODOLFO ALONSO

Sentándome a comer con la pereza
MIGUEL SANTOS

Leer

Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGÜELLES

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
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Generales retirados al servicio de la propaganda del Pentágono (I DE II)

EL EQUIPO DE LOS GENERALES

Si algo había en exceso en el verano de 2005, eran las malas noticias para la administración Bush: Guantánamo había sido nombrado “el gulag de nuestro tiempo” por la organización Amnesty International; la violencia estaba en aumento en Irak; en Afganistán las cosas no lucían muy exitosas y poco después se revelaría que el gobierno estadunidense estaba espiando a sus propios ciudadanos. Ante la incapacidad y desinterés por cambiar la realidad, el equipo Bush volvió a echar mano de los genios de la propaganda. Aunque los medios habían sido exageradamente conservadores y cuidadosos en sus críticas, el gobierno quiso dar un giro radical a la percepción pública. La propuesta para manipular el consenso fue crear un grupo de generales retirados, dóciles y serviles, o por lo menos simpatizantes de la administración, invitarlos a un de lujo por Guantánamo (muy significativamente a bordo del avión del vicepresidente Dick Cheney) para prepararlos como analistas expertos militares y luego insertarlos en los medios de difusión como figuras paternales, autoritarias, bonachonas, confiables y reconfortantes que podían ofrecer una perspectiva amable de la realidad. Este pecado propagandístico de la administración Bush fue revelado el 20 de abril de 2008 en un artículo de primera plana de David Barstow en el New York Times: “Behind tv Analysts, Pentagon's Hidden Hand.”

VIEJO RECURSO NUEVO ÉNFASIS

Esto en esencia era una repetición de viejas estrategias, ya que algunos de estos generales habían participado en una campaña semejante durante las acciones militares de 2001 y la preparación para la invasión de Irak en 2002. Para poder lanzar una guerra en contra de la voluntad del público, la tristemente célebre Victoria (Torie) Clarke, la ex asistente del secretario de la defensa para relaciones públicas, lanzó su plan de “dominación informativa”, una doctrina que considera que “en una cultura mediática saturada de manipulaciones, la opinión pública es influenciada principalmente por voces percibidas como independientes y con autoridad”. Barstow escribe que, desde antes del 11 de septiembre, Clarke comenzó a reclutar figuras influyentes clave en todos los ámbitos para generar apoyo para Donald Rumsfeld. La misión de los analistas militares no se limitaban a explicar estrategias o los usos del material bélico, sino que trataban de moldear la interpretación de la guerra. Esta táctica propagandística vino a sumarse a otras prácticas de la administración Bush, como pagar columnistas (en eu así como en Irak) y distribuir videos “informativos” a noticieros televisivos.

MULTIPLICANDO MENSAJES

En varias ocasiones el Pentágono había formado “fuerzas de multiplicación del mensaje”, pero en este caso los ex militares, que pretendían ofrecer opiniones independientes mientras leían puntos ordenados por el Pentágono, estaban en la nómina de varios contratistas militares. La mayoría de estos militares tenía (y en muchos casos aún tiene) jugosos vínculos financieros con contratistas involucrados en el negocio de proveer armas, equipo y servicios al ejército estadunidense y, en particular, a las tropas invasoras. Los analistas (que comenzaron siendo alrededor de 150 pero quedaron en setenta y cinco) eran cabilderos, ejecutivos, miembros de las juntas de dirección o asesores de empresas grandes y pequeñas que se arrebatan el gigantesco presupuesto que despilfarra el ejército estadunidense en este conflicto. No se ha demostrado que los analistas percibieran un sueldo por sus comentarios, en cambio, lo que obtenían era acceso privilegiado a los más altos círculos del poder, lo que se podía transformar en amplias oportunidades comerciales futuras. Los militares retirados eran seducidos por un trato de dignatarios (viajes, tomar café en la mejor vajilla gubernamental, limusinas, mensajes de agradecimiento de parte del propio Rumsfeld) al tiempo en que se les hacía sentir que eran “parte del equipo” y que “estaban de regreso” en el círculo de la toma de decisiones. Estos analistas eran paseados por las zonas de guerra, recibían informes secretos de la situación, a veces participaban en reuniones de alto nivel y tenían acceso a los generales en servicio al mando de las tropas en Irak y Afganistán. Los analistas se reunieron por lo menos en dieciocho ocasiones con Rumsfeld, aunque tuvieron numerosas sesiones con oficiales del Pentágono, especialmente con aquellos responsables de la asignación de los presupuestos. Los analistas recibían un guión específico de lo que debían decir al aire para manipular y distorsionar las noticias. Además de que tenían instrucciones de no citar sus fuentes ni describir sus contactos con el Pentágono, el cual contrató a una empresa privada para monitorear y evaluar el impacto de sus analistas en los medios.

(Continuará)