Usted está aquí: lunes 23 de junio de 2008 Espectáculos Jazz

Jazz

Antonio Malacara
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■ Breve festival en Puebla

Una veintena de mesas, cinco o seis sillas frente a la barra y una pequeña sala interior resultaron insuficientes para que El Breve Espacio pudiera alojar al ventarrón de poblanos que el pasado jueves 19 asistieron al segundo Breve Festival de Jazz, con el que el programa Sólo Jazz, producido y conducido por Pablo Argüelles, Jorge Fernández de Castro y Pepe Janeiro, ha dado por celebrar sus fiestas de aniversario.

Este 2008 Sólo Jazz festeja 10 años de existencia en la frecuencia de Radio Buap, y el Breve Festival comenzó el 5 de junio con el Cuarteto de Alejandro Campos, siguió el 12 con el saxofonista Jerry López, la semana pasada recibió a un impactante quinteto convocado por el guitarrista poblano Beto Cobos, y el jueves 26, con combo de lujo (como siempre), Iraida Noriega se encargó de cerrar el Festival con broche de platino iridiado.

Algo importante está pasando en Puebla. El mismo jueves 19, buscando cacahuates japoneses por Reforma, nos encontramos con una gran pizarra que dejaba ver, entre anuncios de ballet, teatro, escultura y presentaciones de libros, cuatro carteles que nos avisaban de distintos rituales de jazz en sólo una semana. Estaba el póster del Breve Festival, además de uno que anunciaba, en el mismo foro, la presentación del libro colectivo Viaje al fondo del jazz. Para el sábado 21, en el marco del Día Internacional de la Música, estaban los conciertos de Édgar Dorantes y Alberto Moreno (pianista decano del jazz en Puebla) en el Teatro de la Ciudad. “Finalmente”, sobresalía el cartel del Jazzatlán, foro que nos invitaba a un concierto más de Beto Cobos y al debut de Ilan Bar-Lavi en Cholula.

Mi sub y yo llegamos el 19 por la mañana y de inmediato nos fuimos a una rueda de prensa que se organizaba en El Breve Espacio, que de librería pasó a ser cafebrería y que hoy por hoy, con la obstinación de Carlos González al frente, se ha convertido en uno de los lugares obligados para quienes gustan de la buena música en la Angelópolis. Pablo, Jorge y yo hablamos con varios periodistas. Los temas centrales, obviamente, fueron el décimo aniversario del programa de radio y la aparición del nuevo libro, pero igual se habló del jazz en Puebla y de la música en México y de la caterva de inadaptados que siguen remando a contracorriente.

Por la noche se volvió a hablar del libro (ahora con el público) y a eso de las 10 llegó la música. Beto Cobos había convocado a un quinteto de lujo, a la altura de su propio e incesante ascenso como guitarrista y compositor. Ahí estaban Luis Mario Rivera (con la enorme solidez que por igual nos muestra en su batería y en su columna de jazz), Jerry López (saxofonista de Ciudad Juárez de reciente aparición en el medio, que merece una nota aparte; está cabrón), Aleph Castañeda (el joven maestro ha elevado su nivel en el contrabajo a una velocidad increíble) y Diego Maroto (que como invitado especial, apareció para obsequiarnos dos nuevas dosis de su maestría).

En realidad el grupo inició el viaje un tanto cuanto desencanchado, con ciertos problemas de ensamblaje, pero conforme fueron corriendo los temas de Miles Davis, John Coltrane y Chico Buarque, el oficio se fue convirtiendo en arte y la magia establecida inundó los altos muros del bar. Los dos tenores contrastaban entre sí y se complementaban, discutían y dialogaban con suavidad o con elegante furia una y otra vez. El beat de la batería aparecía desde el fondo, como entre sueños, marcando ya una plataforma de acompañamiento o argumentando su propio discurso. La guitarra no sólo daba pautas, se deslizaba en un interminable juego de armonías y líneas melódicas que evidenciaban al maestro. El primer set terminó entre ovaciones y gritos de satisfacción y placer. Pero el humo era ya demasiado y tuvimos que huir para proteger un poco el corazón.

Supimos después que en El Breve Espacio la música siguió haciendo de las suyas hasta bien entrada la madrugada.

El pequeño mundo del jazz en México, en el sótano del subterráneo, se está desbordando. No hay remedio. Habrá que construir un tapanco... o subir al subterráneo, aunque nos sigan tildando de optimistas pachecos (en todo caso, nuestra esquizofrenia es venial). Salud.

 
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