Usted está aquí: jueves 26 de junio de 2008 Opinión Jugando a las escondidillas

Soledad Loaeza

Jugando a las escondidillas

Cuando los panistas dicen que no son de derecha parece que están jugando a las escondidillas. Que se agolpan todos detrás de un árbol –del que cuelga un letrero semicaído que reza “centro”— con la esperanza de que los tape, para que los demás no los veamos como están: firmemente colocados en la derecha de nuestro espectro político. De todas formas llevan en la mano globos blanquiazules –combinación distintiva de la Inmaculada Concepción—, para bien reconocerse entre sí. Sin embargo, las encuestas de opinión nos dicen que el camuflaje no ha funcionado. En 2007 Consulta Mitofsky dio a conocer los resultados de una investigación a propósito de las percepciones públicas del continuum izquierda-derecha según los cuales más de 70 por ciento de los entrevistados identificaban al PAN con la derecha o el centro-derecha. Esa misma proporción identificaba al PRD con la izquierda o el centro-izquierda.

Es muy posible que la opinión pública no tenga una idea clara de qué significa ser de izquierda o de derecha a principios del siglo XXI. Sin embargo, no se vale reprocharle esta confusión que comparte con no pocos legisladores perredistas, petistas, ¿dantistas o dantescos?, y desde luego panistas. Esta misma encuesta indica que las denominaciones de izquierda y derecha son fórmulas taquigráficas que utilizamos los ciudadanos para evocar rostros, comportamientos y propuestas de nuestros políticos. Rara vez pensamos en sus ideas, porque rara vez las expresan. Por ejemplo, la estridencia de Germán Martínez eclipsa la mesura del senador Gustavo Madero. La imagen que tenemos de la derecha está asociada con el lenguaje y las actitudes del presidente del PAN, pero también y de manera muy importante por la forma en que se autodefine cuando define a sus adversarios. Lo mismo ocurre con la izquierda cuyo significado está definido por AMLO, quien podría gritar: La gauche, c’est moi, sin que nadie se atreva a cuestionarlo aunque muchos reconozcan en él al PRI de los 70, el partido de Luis Echeverría y de Alfonso Martínez Domínguez.

A partir de figuras como Germán Martinez y López Obrador construimos nuestra interpretación de las identidades políticas y de las opciones que representan. Es decir, la idiosincrática –más que ideológica— izquierda mexicana poco o nada tiene que ver con organizaciones y planteamientos que en el contexto internacional son identificados con las tradiciones del socialismo; la derecha local es igualmente idiosincrática y bien lejos está del partido conservador inglés, del sarkosismo en Francia y hasta de la democracia cristiana de Angela Merkel. Por consiguiente, como dicen algunos, hay que hacer caso omiso de los referentes internacionales y tomarlas tal como son en México. Ciertamente, está en chino explicar a la izquierda y a la derecha mexicanas a un extranjero. Afortunadamente, uno puede recurrir al relativismo; después de todo estamos en la posmodernidad. Izquierda y derecha siempre adquieren el significado que les imprime el contexto en el que actúan. Sin embargo, su evolución exige un referente internacional, descontextualizado y quizá ideal. Y mal hacemos en resignarnos a tener la derecha y la izquierda que tenemos; es como si ante los datos de pobreza y desigualdad nos levantáramos de hombros y dijéramos: “Ésa es la sociedad que tenemos”.

Los panistas tendrían que recordar una frase del filósofo francés Alain, que Rafael Segovia gusta de citar, y quien a principios del siglo XX dijo que es de derecha todo aquel que niega la diferencia entre la izquierda y la derecha. Así que, en lugar de pelearse con la imagen pública que ellos mismos construyen día a día, los panistas tendrían que definir qué tipo de derecha quieren ser: ¿la española o la alemana?

Desde los años 80 Acción Nacional ha oscilado entre estos dos modelos. Vicente Fox y Manuel Espino se identificaban natural y espontáneamente con el Partido Popular, pero Castillo Peraza apuntaba en dirección de Alemania. Bajo su liderazgo intelectual el PAN tuvo propuestas más interesantes que las que nacían del oportunismo de Fox que quiso combinar el pragmatismo del pequeño comerciante con la grandilocuencia y agresividad de los bigotones.

La encuesta de Mitofsky arriba citada tendría que ayudar a los panistas a reconciliarse con ellos mismos. Tienen el apoyo de 43 por ciento de los encuestados que identifican a Acción Nacional con la derecha, con el partido de pro-vida, con la organización que postula la superioridad intrínseca de la iniciativa privada frente al Estado, con el rechazo al mundo de las ideas y con una visión parroquial del país. Y como dice un clásico de nuestros días: “El pueblo no se equivoca”.

 
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