Usted está aquí: domingo 29 de junio de 2008 Opinión ¿La Fiesta en Paz?

¿La Fiesta en Paz?

Leonardo Páez

■ Alí Chumacero, taurino

■ López Velarde, Nervo y Pellicer, otros poetas amantes del toreo

Ampliar la imagen Alí Chumacero, lúdico y lúcido ante la vida y la muerte, incluida la del ruedo, rodeado de sus muñecas inofensivas Alí Chumacero, lúdico y lúcido ante la vida y la muerte, incluida la del ruedo, rodeado de sus muñecas inofensivas Foto: Sergio Rivero

Dos días antes de que en España altos funcionarios mexicanos y españoles instalados en villamelones pero metidos a políticos y banqueros se embarullaran en desafortunadas expresiones taurinas para intentar halagarse mutuamente y mal disimular sus impúdicas complicidades, en México el poeta nayarita Alí Chumacero era objeto de un emotivo homenaje nacional en una repleta sala principal del Palacio de Bellas Artes.

El pretexto fueron los 90 primeros años de este siempre joven de espíritu y vitalísimo hombre de letras oriundo de Acaponeta; la realidad, reivindicar de algún modo el pensamiento, la cultura y las artes en este atolondrado país, que hace casi medio siglo apuesta por la televisión como forma de educación, con las consecuencias que a diario se padecen.

Desde luego, ninguno de cuantos hablaron en la ceremonia –Dolores Castro, Emmanuel Carballo, Eduardo Lizalde, Jaime Labastida y Carlos Montemayor– juzgó pertinente mencionar siquiera que el talento poético de Chumacero no ha encontrado obstáculo para nutrirse, también, de la tauromaquia.

Autor de la irrefutable frase “En México, quienes saben escribir no saben de toros, y quienes saben de toros no saben escribir”, el increíble Alí –hay que decirlo, so pena de que la cultura también se nos vuelva excluyente– ha escrito páginas espléndidas en prosa y en verso, incluido el mejor soneto sobre Manolo Martínez, en torno del fenómeno tauromáquico, no obstante las legiones de amigos y compañeros intelectuales que se han empeñado, sin éxito, en disuadirlo, sustentados en ese villamelonismo cultural que en su momento denunció Gabriel Zaid.

Al igual que su paisano Amado Nervo y que Ramón López Velarde, Javier Villaurrutia, Carlos Pellicer, Efraín Huerta, José Revueltas, José Gorostiza, Jorge Portilla o Salvador Elizondo, entre otros, tampoco Alí Chumacero ha tenido inconveniente en asistir al espectáculo taurino, pues como siempre ha dicho, independientemente de los criterios empresariales en la fiesta: “El toreo es una actividad artística, tan legítima como cualquiera otra”.

“La razón de que la gente en general y entre ellos los que hacen poesía, música o ballet no se aficionen –agregaba Alí, en una aleccionadora entrevista– es porque, de entrada, sienten una repulsión de tipo casi moral. En el arte del toreo, definitivamente, bases materiales como sangre, peligro, violencia, esos contenidos son efectivos, ciertos, y quien no se sobrepone a ellos no entiende absolutamente nada de lo que es una creación de esta índole.”

“Yo no voy a la plaza porque me guste o no la sangre, porque sea un caníbal o un bárbaro; voy porque el toreo es un gran arte, tan hermoso como cualquiera de las bellas artes, un arte del tiempo, como la poesía, la música o la danza, o del espacio como la pintura y la escultura. Un arte que además tiene el atractivo de lo primigenio.” ¡Salud y mucha salud, entrañable poeta!

 
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