Usted está aquí: lunes 30 de junio de 2008 Opinión Aprender a morir

Aprender a morir

Hernán González G.
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■ Paternidad e infelicidad

“La explotación que actualmente padecen en el mundo, según estimaciones de la Organización Internacional del Trabajo, más de 165 millones de niños entre los cinco y 14 años –observa Alejandra Cisneros Gil–, ¿le parecerá mucha, poca o suficiente al prolífico señor Barnetti? Mientras logramos los cambios de fondo en la estructura social y hacemos real el principio de equidad, ¿no son suficientes estas estadísticas para empezar a modificar una ética de comportamiento en apariencia natural pero ya a todas luces irracional?”

Laura C. Carrouché Silva, escribe: “Agradezco que nos vea a las mujeres como algo más que las simples encargadas de producir niños en serie, y le agradezco sus palabras sobre el que una mujer debería ser capaz de elegir su propio destino. No sé por qué es costumbre –muy generalizada por cierto– pensar que todas las personas deben ser padres, sin detenerse a contemplar que no todas las personas están capacitadas para tan duro oficio –al menos no sin producir más personas alienadas. En lo personal, no me siento inclinada hacia el oficio de madre, y he tenido que sufrir desprecios y humillaciones donde se me cuestiona desde mi feminidad, mi salud mental y emocional e inclusive profesional por expresar mi sentir, como si aquellos que tienen hijos fueran seres superiores por el simple hecho de haberse reproducido, cuando muchas veces no veo que estén creando seres humanos verdaderamente libres.

“Lo que yo veo –agrega Laura– es que no habría tanto abuso sexual infantil ni tanto maltrato, si muchas personas hubieran reconocido a tiempo que ni querían ni podían ser padres. Por último, creo firmemente que el planeta no aguantará mucho más el ritmo reproductivo de nuestra especie y que tener ‘todos los hijos que Dios mande’ lo único que hará es que en un futuro no haya agua, trabajo, ni comida suficiente para todos, pero sí sobrará mano de obra barata y remplazable.”

Truena Adolfo Márquez: “Así como nadie pidió la destitución del mocho, cerril y autócrata gobernador de Jalisco, ninguna voz denuncia por su inaceptable complicidad a los secretarios de Gobernación, Salud y Educación por infringir cada día la Ley Federal de Radio y Televisión, que hasta donde sé no ha sido abolida más que por los intocables concesionarios y los voraces comerciantes de productos nocivos. ¿A esas dependencias ya no les compete promover la dignidad, inteligencia y salud física y mental de la ciudadanía?”

 
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