Usted está aquí: viernes 4 de julio de 2008 Opinión Astillero

Astillero

Julio Hernández López
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■ Bodas políticas

■ Salinas amarra con Calderón

■ Pifias electorales de AMLO, según Cota

Ampliar la imagen SUPRIMEN "LA VIDA ETERNA". Los ministros Sergio Valls Hernández y Mariano Azuela Güitrón, durante la sesión del pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que determinó inválida la transferencia de votos de los partidos grandes a los pequeños, cuando integran coaliciones, con la finalidad de que mantengan el registro SUPRIMEN “LA VIDA ETERNA”. Los ministros Sergio Valls Hernández y Mariano Azuela Güitrón, durante la sesión del pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que determinó inválida la transferencia de votos de los partidos grandes a los pequeños, cuando integran coaliciones, con la finalidad de que mantengan el registro Foto: Guillermo Sologuren

Carlos Salinas anda de nuevo en el baile. Su más reciente intento de aparentar una guarurizada vida “pública” se produjo el fin de semana pasado, cuando asistió a la fiesta dada por el matrimonio de una hija del presidente nacional del PRI, Manlio Fabio Beltrones (quien permite que en términos de protocolo haya un huipil tlaxcalteco instalado en la silla principal del abandonado edificio partidista de Insurgentes Norte). Allí, según diversos testimonios publicados, el Padrino S. de G. (que a la menor provocación inunda redacciones de periódicos con cartas de su “oficina” de expiaciones robotizadas) fue saludado por otros personajes del mundo político, económico y penal que Mario Puzo sólo alcanzó a novelar con rasgos sicilianos. La lista de convidados al acto social incluyó al jefe negociante Diego; al héroe del Pemexgate, Carlos Romero Deschamps; al hermano tesorero, Raúl Salinas de Gortari; al delfín de las complicidades múltiples, Enrique Peña Nieto; al ex candidato del voto inútil en favor de Calderón, Roberto Madrazo Pintado; al gástrico ombudsman cómodo, José Luis Soberanes; a gobernadores priístas del montón y de a montón; a panistas como Santiago Creel, a perredistas como Carlos Navarrete y a convergentes como Dante Delgado.

Pero, aun cuando es evidente que el grueso de sus acuerdos no los realiza en saraos matrimoniales, el recargado ex presidente de la República dedicó largas horas al tejido político. Cuando menos tres cuartos de una de ellas la habría destinado a dialogar en privado con el secretario de fiestas con bebida, Juan Camilo Mouriño, a quien justamente el manlismo-salinismo había salvado meses atrás de la catástrofe que debió haber provocado la difusión de los contratos de interés familiar que el compañero de gabinete de Calderón había firmado desde encargos públicos. Ese bisbiseo de alto nivel ha hecho suponer al lector de labios a larga distancia, Andrés Manuel López Obrador, que en el contexto de la boda referida se cerró el trato entre el salinismo y el calderonismo para empujar rápidamente y con todo para aprobar la reforma petrolera que dará muchos beneficios a ambos cárteles (esa madrugada, según asegura Joaquín López Dóriga en su columna periodística, Salinas se reconcilió con Emilio Gamboa, luego de catorce años de ruptura a causa de que el yucateco había sido propuesto en marzo de 1994 por Luis Echeverría para tomar la candidatura presidencial dejada por asesinato por Luis Donaldo Colosio).

La reactivación expresa del jefe Carlos (¿a partir de ahora se podrá hablar de Felipe Carlerón?) ha tenido resonancia hasta en el reconvertido Manuel Bartlett, el político orgullosamente duro y rudo en sus tiempos de poder que ahora se describe en la crisis de la caída del sistema como un burócrata de primer nivel que era presionado por personajes diversos (entre ellos el terrible y avasallador Miguel de la Madrid) para que hiciera cosas que no quería hacer. El mismísimo Salinas, a través de su equipo de campaña (¿quién? ¿Manuel Camacho?) le pretendía hacer manita de cochino al débil y complaciente secretario de Gobernación. En la entrevista con Andrea Becerril en La Jornada, el hombre que en años recientes ha sido sólido opositor de las trastadas que realizan los gobiernos federales panistas y los dirigentes priístas colaboracionistas, respondió a la petición de que precisara si en 1988 hubo fraude electoral: “Lo que fue, fue, y ahí está” (es de suponerse que Luis Carlos Ugalde, que en 2026 podría ser feroz crítico y opositor del poder al que ya no lo habían invitado a seguir sirviendo, se sentiría tentado a repetir tan sabios conceptos Pilatos).

Otro concurrente a la arena del siempre polémico análisis electoral es ni más ni menos que Leonel Cota, el cacique de Baja California Sur puesto por López Obrador como asistente personal en el comité nacional perredista. A la distancia, Cota ha puesto el dedo en una llaga de la que nadie había hablado en voz alta y de manera pública: la responsabilidad del equipo electoral directamente relacionado con López Obrador, que controló la construcción de la estructura electoral con criterios grupales tabasqueños e impidió la participación real de la impresionante ola ciudadana deseosa de hacer algo para cuidar los comicios de 2006. Cota da un nombre: el tabasqueño Alberto Pérez Mendoza, designado en la cúpula de esa estructura por una “decisión central” de AMLO, que consideraba a su paisano como el hombre de más confianza para esa delicada tarea. El ex presidente nacional del PRD afirma: “se llegaba a los estados no a generar una estructura electoral, sino una corriente política (…) Ése fue uno de los grandes errores que cometimos en el proceso electoral, no convertir la estructura electoral en un asunto de las fuerzas políticas, en parte del movimiento, sino en una posición exclusiva de uno de los grupos alrededor del propio López Obrador. Pero quiero ser muy preciso: la razón número uno por la que perdimos la Presidencia fue sin duda el fraude, pero también ese fraude tiene capacidad de convertirse en el elemento de decisión porque el movimiento que presidió Andrés Manuel no tuvo capacidad de tener una vigilancia plena, contundente en los estados”.

Astillas

Luego de la visita congruentemente cargada de cainismo estadunidense del virtual candidato presidencial del Partido Republicano, es de suponerse que estará en preparación una visita por acá de un promotor demócrata de cambios aunque sea de tono: ¡Bara, bara!, podría ser su oferta con k… En Puebla, el jefe de la 25 zona militar, Roberto Gustavo García Vergara, ha puesto a funcionar el 2356641 para que los ciudadanos denuncien por teléfono “a los delincuentes”. Ya son varias las ciudades en que el poder verde olivo manda al diablo las instituciones civiles (policías, agencias del Ministerio Público) y asume funciones que la Constitución no le autoriza…Y, mientras cierran la puerta a la “vida eterna” de los minipartidos chantajistas y se garantiza el monopolio de los partidos (no sólo los grandes, pero serán los realmente beneficiados) para postular candidatos a puestos de elección popular, ¡feliz fin de semana!

 
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