Usted está aquí: sábado 5 de julio de 2008 Cultura Las orquestas juveniles mexicanas deben viajar para mostrar su calidad artística

■ El director Rodolfo Saglimbeni pide que sigan el ejemplo de sus pares de Venezuela

Las orquestas juveniles mexicanas deben viajar para mostrar su calidad artística

■ Subraya la importancia del contenido social de los sistemas de los países por llevar la música a los niños

■ Positivo, que aquí también tengan bandas y coros, expresa a La Jornada

Merry MacMasters

Ampliar la imagen El director de orquesta venezolano Rodolfo Saglimbeni, quien el pasado fin de semana fungió como batuta huésped de la Orquesta Sinfónica Juvenil Carlos Chávez El director de orquesta venezolano Rodolfo Saglimbeni, quien el pasado fin de semana fungió como batuta huésped de la Orquesta Sinfónica Juvenil Carlos Chávez Foto: Notimex

El director de orquesta venezolano Rodolfo Saglimbeni (1962) hace votos para que las agrupaciones juveniles mexicanas, al igual que las de su país, pronto empiecen a viajar por el mundo para mostrar su calidad artística.

Tras dirigir la Orquesta Sinfónica Juvenil Carlos Chávez, el pasado fin de semana, donde tuvo oportunidad de trabajar con el joven pianista Miguel Ángel Rivera Bustamante, Saglimbeni expresó: “Es parte de un desarrollo y de oportunidades que se presentan. Siento que hay un gran apoyo a esta institución y de seguro pronto estas cosas empezarán a florecer. Hay que recordar que estos son movimientos muy jóvenes. En otros continentes tomaron siglos en hacerse. Aquí se ha hecho realmente muchísimo en escasas tres décadas”.

Plataforma para niños y jóvenes

Para Rodolfo Saglimbeni, una de las realidades propias de Latinoamérica de los tiempos recientes son las orquestas juveniles. En Venezuela este proyecto ya tiene más de tres décadas funcionando, mientras que en México pronto serán 20 años. Desde luego hay algunas similitudes relevantes, sobre todo, el hecho de proporcionar “una plataforma artística a los niños y jóvenes, porque llamamos juvenil por ser una cosa genérica, pero realmente los niños desde muy pequeños tienen gran cabida”.

Ese panorama tanto en México como en Venezuela, que fue país precursor, y en toda Latinoamérica mediante la labor de José Antonio Abreu, se ha manifestado como una plataforma inigualable en el mundo que sirve para adentrar a los niños y jóvenes en la música con una particularidad: la idea final no es que todos sean músicos –ciertamente lo serán los que tengan más aptitudes–, sino que lo importante de estos sistemas es el contenido social.

“Es allí donde radica el corazón del éxito. Las personas que trabajan en estos sistemas al final de toda esta trayectoria, seamos o no músicos, en la carrera donde se desempeñen van a ser mejores ciudadanos. Allí es donde la similitud es fundamental, que no sólo es un trabajo artístico, sino de gran contenido social, no excluyente y abierto para toda la población.”

Sin embargo, más que un sistema, para Saglimbeni lo que hay son experiencias que “compartimos y donde vamos las llevamos. Esas experiencias en esos lugares se nutren”.

–¿Cuáles serían las similitudes y las diferencias entre las experiencias mexicana y venezolana?

–Siento que el enfoque es similar. De lo que conozco de México veo que las orquestas juveniles se adentran en un repertorio bastante exigente, lo que también sucede en Venezuela. Algo que veo muy positivo aquí es la alternativa no sólo para que los niños hagan música sinfónica, sino también bandas y coros. Al conversar con el maestro Cárdenas me hablaba de tener 40 mil personas en el país.

“Estos movimientos se nutren muchísimo de las necesidades que tienen los propios grupos y sobre todo de lo que ellos han vivido como músicos, porque no sólo el entrenamiento debe ser en música académica y clásica, sino en folclórica, lo que traen los niños y jóvenes de sus casas que es un gran legado histórico dentro de una formación musical, así que puede ser fuente inagotable de producción artística.”

 
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