Usted está aquí: domingo 6 de julio de 2008 Opinión Bajo la Lupa

Bajo la Lupa

Alfredo Jalife-Rahme

■ Aguas profundas: las supercherías energéticas de Calderón

Uno de los principales defectos ominosos de la entreguista reforma calderonista –repleta de pornográficos engaños técnicos, fiscales y jurídicos, ya no se diga, carente de rumbo geoestratégico– se centra en la precipitación para entregar los bloques de exploración y extracción de hidrocarburos en las profundidades del Golfo de México con el fin de beneficiar las cotizaciones bursátiles de las atribuladas trasnacionales gallegas y texanas (en ese orden).

El tercer grave error, en los recientes seis años que se le conocen públicamente a Calderón en materia energética, versa sobre la demencial aprobación de los biocombustibles (que han contribuido en 75 por ciento al alza de los alimentos: The Guardian, 4/7/08), como parte de los acuerdos secretos del ASPAN (SPP, por sus siglas en inglés), según confesión de Samuel Bodman, secretario bushiano de Energía (ver Bajo la Lupa, 18/6/08).

Los dos previos errores enormes durante su disfuncional breve paso por la Secretaría foxiana de Energía consistieron en: 1. Cuando fue a reclamar a la OPEP, donde México figura como “observador” (para no decir espía de Baby Bush), una sicótica disminución del precio a 23 dólares el barril para complacer a Estados Unidos (no nos imaginamos que Calderón dure un día en el poder con tal precio alucinante en la actualidad cuando la cotización se ubica en 146 dólares el barril, ¡más de seis veces!), y 2. Cuando trianguló, en colusión con Mouriño Terrazo, la compra de gas peruano a un precio cinco veces mayor para beneficiar a la pirata española Repsol.

La entreguista reforma de la pareja gubernamental Calderón-Mouriño busca la repsolización de Pemex en detrimento del bien común mexicano. No es ocioso señalar que la pirata y parasitaria Repsol, carente de tecnología de punta en aguas profundas y cuyo país de origen prác- ticamente no posee hidrocarburos, se ubica en el ranking 90 de la clasificación del año pasado de las principales 500 empresas globales de la revista Fortune (este año seguramente estará peor después de las palizas que ha sufrido en Sudamérica y hasta en la parte estadunidense del Golfo de México, donde ha sido expulsada cuando no liquidada) frente a Pemex que se encuentra milagrosamente en el ranking 34 (PDVSA en el 35 y Petrobras en el 60) pese a la devastación neoliberal panista de los aciagos 7.5 años recientes.

Quien en los hechos, como fugaz secretario de Energía, erró compulsivamente en la cotización y venta de los hidrocarburos, y en su primer año y medio como encargado del Ejecutivo se ha equivocado, por encargo estadunidense, con los biocombustibles, que generaron la crisis alimentaria, ahora pretende engañar a tirios y troyanos sobre la urgencia extractiva del hilarante Tesoro de las profundidades del Golfo de México.

Dejaremos de lado que las principales trasnacionales petroleras privadas se encuentran al borde de la extinción (ver Bajo la Lupa, 16/1 y 20/1/08) –hablamos de las otrora poderosas anglosajonas; aquí ni pinta Repsol, la pasión de Calderón–, cuando han sido golpeadas tanto por la crisis financiera global como por el dramático desplome de sus reservas: solamente cuentan con 5 por ciento frente al auge de lo estados nacionales que poseen 95 por ciento global, lo cual ha acentuado la desprivatización y/o renacionalización y restatización de los hidrocarburos. Este es el nuevo orden geoenergético.

Cabe recalcar la relevancia de las “reservas” como consecuencia de su “monetización” debido al carácter financiero propio de los hidrocarburos (Henry C. K. Liu, Asia Times, 28/6/08), por encima de otros factores nada despreciables. Dicho expeditamente: las “reservas” son oro molido (Sheila McNulty, The Financial Times, 20/8/07), y este es el nombre del juego geofinanciero, geoeconómico y geopolítico del siglo XXI. De allí la imperativa necesidad de cuidarlas más que nada y nunca.

La entreguista reforma calderonista pertenece al caduco orden geoenergético y exhibe grandes similitudes, tanto con la privatización fallida de Yeltsin en Rusia como con la captura trasnacional de los hidrocaburos de Irak, país ocupado por el régimen torturador bushiano cuyas trasnacionales han sido beneficiadas con contratos sin licitación.

Con tantos costosísimos errores a cuestas, lo más grave es que la entreguista reforma calderonista no solamente despilfarra las reservas de las aguas profundas mexicanas (las terceras del hemisferio americano detrás de Canadá y Venezuela, según el periódico británico The Independent) para favorecer a los competidores trasnacionales de Pemex, sino que, peor aún, engaña sobre la realidad de los alcances y la duración de su exploración y extracción, si nos basamos en los datos más recientes de su tutor: el régimen torturador bushiano.

Un estudio del Departamento de Energía de Estados Unidos analiza el “impacto del creciente acceso a los recursos de petróleo y gas natural en las 48 regiones federales off-shore” (fuera del continente), es decir, en las profundidades de su parte marítima en el Golfo de México, que no tendrán impacto en el abastecimiento y en los precios hasta el año 2030, en 22 años, es decir, 18 años después de la salida normal de Calderón (Energy Information Administration, U.S. Department of Energy, 2007).

Entonces, ¿cuál es la prisa, de no ser el deseo de beneficiar bursátilmente a las trasnacionales gallegas y texanas en detrimento de Pemex que estaría, bajo la técnica financiera vigente, regalando literalmente sus “reservas”?

Jad Mawad y Martin Fackler (NYT, 19/6/08) exponen el embotellamiento en los próximos cinco años –es decir, un año después a la salida normal de Calderón– para la construcción de perforadoras en las aguas profundas del planeta debido a su elevada demanda mundial.

En lugar de dormir con el enemigo, existe suficiente tiempo para que los ingenieros mexicanos aprendan las técnicas de exploración y extracción en las aguas profundas, que nuestros amigos ingenieros de Petrobras afirman lleva un máximo de aprendizaje de tres años. Un gobierno más visionario, que ya es mucho pedir a la imperante cleptokakistocracia (el hurtador “gobierno de los peores”), se consagraría a la edificación de astilleros y a la construcción de perforadoras de aguas profundas.

Nuestros ingenieros han sabido sortear todas las adversidades y vicisitudes desde hace 70 años en Pemex y sería una insensatez descomunal pretender que los ingenieros brasileños, exitosos en las exploración y extracción profundas, con todos los alicientes a la mano, sean más aptos que los nuestros. ¡Bájenle!

 
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