Usted está aquí: martes 8 de julio de 2008 Opinión 1988: la historia se defiende sola

Marco Rascón
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1988: la historia se defiende sola

¿Qué fue y quiénes fueron en 1988? Ahí están los que crearon y destruyeron, los que vieron, los que hoy hacen política deformando los recuerdos y descubren “graves errores” luego de permanecer en silencio a lo largo de 20 años. Ahí están los que se disciplinaron al poder y les abrieron la puerta a los tecnócratas y neoliberales que ahora aseguran combatir.

Hay muchas máscaras y muchos actores con dos papeles, lavados del rostro no con toda el agua de los océanos, sino con una simple gota de saliva o la presencia en un presídium o intrigando contra el pasado.

1988 se defiende solo frente a la calumnia y el oportunismo de ayer y de ahora. 1988 fue un árbol con muchas raíces, grandes y pequeñas, pero muy profundas. El árbol echó ramas y creció a merced del viento y el tiempo; se desarrolló, a pesar de las sequías, los taladores y los roedores. Muchos buscaron su sombra para regresarse o seguir, pero nadie puede negar que ese árbol ha sido el resultado de todos los que fueron raíz, tronco, rama y sombra.

Se cuestiona necesariamente a los que quisieron talarlo, y que luego de fracasar en su afán de destrucción ahora viven montados como pájaros en sus ramas.

No se puede entender el 6 de julio de 1988 si no se entiende lo sucedido 20 años antes: en 1968. Ése fue otro árbol grande y frondoso que dio militantes, llegó a las fábricas, al campo, hizo guerrillas, frentes regionales, movimientos municipales, generó reformas, y los sueños revolucionarios e insurreccionales crearon el contrapunto a la visión de las oligarquías avaras, ineptas, que demandaban apaciguar su miedo con la represión del gobierno.

Tampoco se puede entender la formación de un partido nacional, pese a las diferencias regionales, sin 1988 y los esfuerzos que se hicieron para unir, pasar las viejas querellas a un segundo plano y construir con las raíces en la tierra una idea del país. ¿Cómo pensar en el espacio ganado en la capital sin 1988 y la posición de entonces frente al salinismo?

La posición no era uniforme, pero mayoritariamente se sabía que lo ganado en las urnas era fuerza para transformar.

Frente a la calumnia de que “no se defendió el triunfo en 1988”, veamos:

Desde antes se sabía que habría fraude y la gente se preparó para ello. Lo que no se sabía claramente era el tamaño de la votación por el candidato del Frente Democrático Nacional (FDN). La noche del 6 de julio fue una sorpresa para nosotros mismos. A los tres días, la diferencia de votos oficiales, cifras organizadas por el gobierno, era de 20 por ciento entre Salinas y Cárdenas a favor del primero.

Se hacía un llamado a “limpiar la elección” a partir del 16 de julio, porque frente a los hechos fraudulentos se consideraba que habíamos ganado. Cárdenas no se impuso la banda presidencial; fue la gente la que gritó en las calles: “el pueblo votó y Cárdenas ganó”. No se desconoció lo ganado, fue un lanzamiento por la transformación del país, a través del voto, la política, y luchando por el cambio democrático.

La suma antes y después de 1988 era cuantitativa y cualitativa. La presencia del movimiento democrático estaba en todas partes y entre todos los sectores. El viejo régimen estaba herido de muerte en su propio terreno y ahí se concentraron todas las fuerzas, no en impedir la toma de posesión de Salinas con un golpe de masas, como ha dictado la calumnia histórica.

Muchos entendimos que habíamos avanzado y que seguía una lucha ardua y prolongada. No había rabia ni resentimiento, había convicciones y perspectiva para discutir los principios de la revolución democrática que decidimos construir organizativamente, políticamente, ideológicamente y programáticamente; el asunto no era sólo sumar cuantitativamente todas las raíces, sino hacer la síntesis cualitativa de un país en reconstrucción, donde por primera vez se era protagonista.

En 1988 áun no existía el Instituto Federal Electoral (IFE); la elección era calificada en el Congreso por los mismos diputados electos. La batalla se centró en la Cámara de Diputados y ahí estuvieron las manifestaciones día y noche. El PRI no sólo quemó las boletas, sino que incendió San Lázaro y luego repartió contratos para reconstruirlo.

La existencia del IFE fue un proceso constructivo, pues entendimos que el eslabón más débil del sistema de dominación de la oligarquía eran las elecciones. En 1988 se lucha por llevar a los ciudadanos a las urnas y votar, ése era el acto más peligroso para ellos. La lucha contra el fraude era para ganar confianza en el voto, no para alejar a los ciudadanos del sufragio. Nuestro enemigo era el atraso y nuestros adversarios eran obstáculos que había que derrotar demostrando en todos los terrenos de la ética, la política y el compromiso con el país, que éramos mejores. Buscábamos unir al país.

De todo aquello sólo queda un tronco, fuerte y grande, pero seco, sin raíces y que ya está tirado, a a merced de la humedad, la desmemoria y el tiempo. Los taladores ahora se sientan en él, satisfechos de su obra. De lo que no podrán deshacerse es de las semillas.

 
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