Usted está aquí: miércoles 9 de julio de 2008 Opinión Crisis económica e Iglesia católica

Bernardo Barranco V.

Crisis económica e Iglesia católica

La crisis económica que actualmente se enfrenta con agravantes de las alertas ambientales, combustibles caros y la escasez planetaria de alimentos, obligará a la Iglesia católica a salir del confort del discurso ético sobre la economía y las disquisiciones más bien teóricas sobre la llamada economía social de mercado. La institución religiosa ha generado en su historia reciente corpus interpretativos de análisis y de crítica social especialmente ante los grandes modelos económicos. Por ejemplo, ante la globalización, en la reunión latinoamericana de obispos católicos en Aparecida (mayo de 2007) se dice en el numeral 61 de manera enfática: “La cara más extendida y exitosa de la globalización es su dimensión económica, que se sobrepone y condiciona la otras dimensiones de la vida humana.

“En la globalización, la dinámica del mercado absolutiza la eficacia y la productividad como valores reguladores de todas las relaciones humanas. Este peculiar carácter hace de la globalización un proceso promotor de inequidades e injusticias múltiples.” En general, la Iglesia ha sostenido que las normas de la doctrina social católica para que tengan validez general deben situarse por encima de los actores y en la conducta normativa, empíricamente comprobable de los miembros de la sociedad. La libertad de iniciativa y el derecho a la propiedad privada promovidos por la Iglesia fomentan, por su propia naturaleza, la economía de mercado, pero entendida de manera genérica, de ahí que el papa Juan Pablo II aceptó un capitalismo con rostro humano, con principios y valores, en su encíclica Centesimus annus (1991).

En Francia se publicó en 1989 un polémico libro: Dieu est-il contre l’économie? (¿Dios está contra la economía?). Era una carta abierta al Papa en la que se le reprochaba el tercermundismo de la Iglesia y un discurso económico inadecuado que provoca que las iglesias locales y los católicos con responsabilidad económica lleven a “un auténtico sabotaje del desarrollo (...) Gran número creciente de obispos, sacerdotes y pastores regresan a una ideología que aplasta las libertades políticas y religiosas en todos los sitios en que accede al poder, sino que es incompatible con la prosperidad”.

Los economistas católicos conservadores, seguidores de Michael Novak, invitan al Papa a no caer en la tentación de “cristianismo-leninismo”, a conocer más a fondo la “leyes” del desarrollo para opinar seriamente de economía y formular una verdadera “teología del progreso”. Muchos defensores de la economía de mercado, liberales católicos y empresarios se desesperan y aguardan que en el futuro el magisterio eclesiástico se exprese sobre el tema del ordenamiento económico, con más precisión de la habitual hasta ahora, porque su posición reviste una gran importancia.

La doctrina social de la Iglesia se mueve sobre todo en niveles macroeconómicos. Son escasas las reflexiones sobre los aspectos de la microeconomía, a pesar de tener miles de experiencias en este terreno. El predominio de la macroeconomía se debe al hecho de que la doctrina social se orienta a partir de principios básicos y válidos para diferentes escenarios y para resistir el paso del tiempo. Igualmente tuvo que enfrentarse, desde el siglo XIX y todo el siglo XX a dos sistemas económicos, el “capitalista y el colectivista”. La controversia no se libró tampoco ni prioritariamente en el sentido estricto económico, se concentró más bien en los problemas sociopolíticos. Se debatía sobre todo la concepción del sistema social; la crítica al capitalismo no tenía, por supuesto, el mismo peso ni la misma radicalidad que la dirigida al comunismo. La segunda razón que explica la prevalecencia de la perspectiva macroeconómica es el interés de la doctrina social por los problemas del tercer mundo. Aquí el acento recae sobre la economía mundial o respectivamente sobre el orden económico internacional. El acento discursivo es bastante más genérico y puede ser asumido con relativa facilidad: todos están en favor de la dignidad humana, de la igualdad de las naciones, de la justicia distributiva en la escena mundial basada en el derecho común de uso y destino de bienes. Pero en lo relativo a la elección de los instrumentos para alcanzar esas metas, los documentos sociales de la Iglesia parecen inclinarse en favor del empleo de medios políticos, ya que el objetivo final es como hipótesis la implantación de un sistema económico y social internacional justo. Al analizar el tema de la democracia económica, la doctrina social católica parece destacar en primer término al aspecto social o sociopolítico.

En el encuentro organizado por la fundación Konrad Adenauer, Economía y religión, realizado en Roma en 1995, el cardenal Joseph Ratzinger tuvo una intervención respecto de la postura de la Iglesia sobre la economía. “mucho tiempo la ética económica se consideró palabra hueca, dado que en la economía prevalece la efectividad y no la moralidad. Presupone que el libre juego de las fuerzas del mercado sólo puede actuar en un sentido, en función de la autorregulación de la oferta y de la demanda, es decir, de la efectividad y del progreso económico. La economía no nada más es gobernada por las leyes económicas, sino determinada por hombres; aun cuando la economía de mercado se basa en la integración del individuo a determinada red de normas, no puede ser superfluo al hombre ni excluir su libertad ética del quehacer económico. También las fuerzas espirituales son un factor económico: las reglas del mercado sólo funcionan cuando existe un consenso moral básico que las sustente”.

Ante la actual crisis económica es exigible pasar de los grandes postulados y lugares comunes de sobra conocidos al terreno de las experiencias micro, en la que miles de católicos han dirigido sus energías, pero que carecen de sistematización y de nuevas grandes síntesis.

 
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