10 de julio de 2008     Número 10

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

SIEMBRA Y COSECHA
LAS OTRAS POLÍTICAS PÚBLICAS


FOTO: Susana Petersen

Maíz Criollo chiapas

Emanuel Gómez

Chiapas ocupa el segundo lugar nacional en uso de plaguicidas, después de Sinaloa. Según un diagnóstico publicado en el portal del Plan Nacional para Implementar el Protocolo de Estocolmo en México, durante 1988-99 en el estado se utilizaron un millón 365 mil 305 toneladas de DDT contra el paludismo; el insecticida está prohibido en todo el mundo.

En la bodega del Banco de Crédito Rural del Istmo, en Huixtla, se encontraron 288 toneladas de plaguicidas caducados, de las cuales 90 fueron entregados a productores y el resto se enterró en el basurero municipal. En 2006, la Asociación Mexicana de la Industria Fitosanitaria (AMIFAC) identificó 316 casos de intoxicación por uso indebido de plaguicidas en todo México, es decir casi una persona envenenada al día. Los primeros lugares por intoxicación los ocupan el estado de México, Jalisco y Chiapas. La población indígena está más expuesta porque no hay instructivo traducido a las lenguas mesoamericanas.

En Chiapas se distribuyen agroquímicos por medio de programas de gobierno como Maíz Solidario, que en el primer ciclo de 2007 repartió, “por primera vez a tiempo”, un paquete de fertilizante urea, herbicida y semillas híbridas a 170 mil pequeños productores de maíz. En Guatemala existe un programa similar, conocido popularmente como “el programa del fertilizante”, lo que nos permite
asegurar que todo el sistema hidrológico Grijalva-Usumacinta arrastra residuos de agroquímicos.

La crítica de la sociedad civil a Maíz Solidario por el reparto de agroquímicos fue publicada en junio de 2007, y posteriormente se realizaron foros, talleres, reuniones, asambleas, encuentros campesinos y ferias del maíz en las regiones Altos, Selva, Sierra y Fronteriza. Y se constituyó la Red Maíz Criollo Chiapas para presentar
una propuesta alternativa al uso de agroquímicos, considerando que la ya vigente desgravación total del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) permite el ingreso sin control de semillas de maíz transgénico de Estados Unidos, lo que representa un riesgo real de contaminación de las semillas criollas, nativas o autóctonas.

El 13 de marzo pasado la Red Maíz Criollo dio a conocer a los gobiernos estatal y federal y a la Cámara de Diputados su Iniciativa Popular Maíz Criollo Chiapas, que propone alternativas técnicas al uso de agroquímicos para la producción de maíz y en defensa de las semillas criollas contra la introducción de híbridos y transgénicos. El texto es respaldado por 6 mil 404 productores de autoconsumo procedentes de 327 localidades de 47 municipios ubicados en siete regiones de Chiapas.

La respuesta del gobierno de Chiapas fue positiva: del paquete tecnológico distribuido en 2007, eliminó la entrega de herbicidas, y para el primer ciclo de 2008 abrió la posibilidad de que el productor eligiera entre el paquete de agroquímicos y otro de insumos orgánicos. La Secretaría del Campo aceptó la propuesta técnica de la Red, consistente en biofertilizantes (micorrizas y bacterias), lombriabono y, en particular, el pago de semillas criollas al productor, en sustitución de la compra de semillas híbridas y a manera de reconocimiento del trabajo de selección y fitomejoramiento que hacen los productores cada año desde hace cientos de generaciones para elevar la calidad del maíz y permitir su adaptación a cualquier escenario climático.

La Red convocó a las organizaciones que habían respaldado el documento entregado en marzo, y hubo una respuesta organizada de 4 mil 570 solicitudes de igual número de productores procedentes de 129 comunidades de 39 municipios de Chiapas, parcelas en las que se iniciarán procesos de transición de una agricultura convencional y para el autoconsumo, a la agricultura orgánica y orientada a la soberanía alimentaria.

La propuesta es sencilla. Falta vencer los intereses creados por la “revolución verde” y la dependencia de los campesinos a los subsidios gubernamentales. Por primera vez el gobierno de Chiapas apoyará un programa de conversión tecnológica para el maíz, que además cuenta con el aval técnico de investigadores de El Colegio de la Frontera Sur y del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias, así como de la Comisión de Asuntos Indígenas de la Cámara de Diputados, que se han unido a la Iniciativa Popular Maíz Criollo Chiapas. De esta manera, como un esfuerzo colectivo y un compromiso interinstitucional inédito en México, la sociedad civil está operando un programa piloto de Maíz Criollo, con recursos públicos y esfuerzos de pueblos indígenas, grupos campesinos, académicos, organizaciones civiles y sociales. Recuperar la milpa maya es un sueño que está haciendo despertar a organizaciones independientes de todo Chiapas y representa otra cara de la Campaña Sin Maíz no hay País.

Foro para el Desarrollo Sustentable, AC

GUERRERO SIN HAMBRE

Carlos Toledo Manzur

Guerrero sin Hambre, Agua para la Seguridad Alimentaria, consiste en una estrategia que generó el actual gobierno de Guerrero como una alternativa de política pública orientada a enfrentar de forma integral y estructural el grave problema de la pobreza rural, y a promover un desarrollo sustentable para las familias y comunidades campesinas marginadas basado en los principios de seguridad y soberanía alimentarias. Ha venido operando en el estado desde hace dos años y en la actualidad llega a 20 mil familias de casi 600 comunidades de todas las regiones.

Esta estrategia contrasta con las políticas neoliberales aplicadas en las décadas recientes, que plantean que sólo tienen viabilidad económica las grandes empresas que pueden competir en el mercado abierto y renuncian a impulsar el desarrollo productivo de los campesinos pobres, a quienes sólo les destinan apoyos asistencialistas. Por el contrario, la visión de este programa parte del postulado de “primero los pobres”, y plantea que el desarrollo rural debe basarse de manera fundamental en la modernización de la economía campesina, que además de abarcar a la gran mayoría de los productores rurales, tiene grandes potencialidades: por la riqueza y diversidad de sus recursos naturales, por la gran cantidad de trabajo que emplea, por la fuerza social que representa y por la importancia de su cultura milenaria.

Los apoyos de Oportunidades no generan ciclos económicos territoriales en las regiones a las que llegan, ya que el incremento del consumo de las familias se abastece por lo general de productos provenientes de otras regiones, lo que ocasiona un efecto “aspiradora”, que extrae los recursos monetarios hacia otras zonas. Por ello Guerrero sin Hambre se propone actuar desde una perspectiva de seguridad y soberanía alimentarias y con un enfoque productivo y territorial, en primera instancia para el autoconsumo, pero también para la generación de excedentes para mercados locales y regionales, fortaleciendo la autosuficiencia y articulándose con los subsidios directos a la alimentación de otros programas.

Cinco son los objetivos de Guerrero sin Hambre: a) mejorar la alimentación de las familias a través del mejoramiento productivo de sus sistemas de milpa y de traspatio; b) incrementar los ingresos y el equilibrio monetario de las unidades de producción familiar mediante la venta de servicios y productos;. c) disminuir el deterioro ecológico al manejar, conservar y mejorar los suelos agrícolas, el agua y la biodiversidad; d) fortalecer las capacidades técnicas, productivas organizativas y sociales de las unidades familiares, sus comunidades y sus regiones, y e) contribuir al establecimiento de un sistema de micro finanzas para los campesinos pobres. El programa es temporal ya que a cada beneficiario se le apoya sólo por de tres años, al término de los cuales las familias estarán en tránsito hacia una superación estructural de sus condiciones de vida pudiendo acceder a otros programas de fomento.

Subsidios ecológicos. Otra característica de Guerrero sin Hambre es que inicia su atención en el nivel de cada unidad de producción familiar (UPF), pero en el curso de su operación transita hacia la planeación en escala comunitaria y micro regional.

El programa tiene componentes: a) apoya a las UPF con asistencia técnica, capacitación, seguimiento y acompañamiento, para lo que se les asigna un técnico comunitario (TC) y un prestador de servicios profesionales (PSP), encargados de apoyar a los beneficiarios en el diagnóstico y la planeación, auxiliarlos en la integración de las solicitudes y expedientes técnicos, apoyarlos en la adquisición de bienes y servicios necesarios para los proyectos, asistirlos en la instalación y puesta en marcha de los proyectos y darles y terminar con una evaluación. Los PSP y TC realizan sus actividades agrupados en agencias de desarrollo rural (ADR), que coordinan, capacitan y supervisan el trabajo en las regiones.

b) Subsidia a cada familia el primer año con hasta nueve mil pesos, destinados a mejorar los activos de la milpa y el traspatio. c) Apoya la conservación ecológica hasta por cinco mil pesos por beneficiario, principalmente para el manejo del agua y el suelo, así como la reforestación y el cuidado de los bosques y la biodiversidad. Y d) apoya a las UPF y las comunidades en la construcción de un sistema de micro finanzas, que permite a los productores contar con créditos para sus insumos, seguros, ahorro y otros servicios, que reducen su vulnerabilidad y facilitan recursos para completar con éxito los ciclos económicos.

El Programa inició su operación a fines del ejercicio 2006, de manera piloto, cuando se apoyaron 530 UPF en 24 comunidades. En 2007 la población atendida creció significativamente al alcanzar 5 mil 500 UPF en casi 200 localidades. Para 2008 la cobertura es de 20 mil familias en casi 600 comunidades, lo que representa una inversión de cerca de 480 millones de pesos.

Este crecimiento se sustenta en acuerdos con el Congreso de la Unión, que ha etiquetado recursos en el PEF para esta estrategia, pero también en la articulación institucional de diversos programas federales, como el Programa Especial de Seguridad Alimentaria (PESA) de la Secretaría de Agricultura, que aporta la mayor parte de los recursos; Oportunidades, de la Secretaría de Desarrollo Social, cuyo padrón es la base para la selección de beneficiarios; ProÁrbol, de la Comisión Nacional Forestal, que atiende el componente de conservación ambiental, y Financiera Rural, que articula el componente de micro finanzas, entre otros.

En 2006 y 2007 se apoyaron cerca de 10 mil pequeños proyectos de milpa y traspatio que están mejorando significativamente la alimentación de las familias y generan excedentes que se comercializan. Hay avances importantes en la capacitación de los productores, y un cambio de actitud de las familias beneficiarias, que han entrado en proceso de organización desde la base, mediante comités comunitarios. Se avanza también en la consolidación de los fondos crediticios, que son operados por intermediarios financieras rurales. Asimismo, se han realizado obras de conservación de suelo y agua en cerca de 18 mil hectáreas y se ha incrementado la capacidad de manejo y almacenamiento del agua para fines productivos.

A diferencia de las transferencias directas o los apoyos asistencialistas, el Programa demanda compromisos y esfuerzos importantes por parte de los beneficiarios, quienes deben aportar trabajo y recursos para que los proyectos sean exitosos.