10 de julio de 2008     Número 10

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

SABER
COMER

COMIDA ES CULTURA

DIME LO QUE COMES...

Cristina Barros y Marco Buenrostro

La Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO) estableció en 1996 que el derecho a la alimentación es universal; toda persona debe tener acceso a alimentos en todo momento y éstos deberán ser “suficientes en términos de calidad, cantidad y variedad para satisfacer sus necesidades, que estén libres de sustancias nocivas y sean aceptables para su cultura”.

Es importante subrayar esto último, pues parte de una realidad indiscutible: la alimentación está estrechamente relacionada con la identidad y las tradiciones de los pueblos. Es por ello que cuando una persona o un grupo tienen que abandonar su lugar de origen, tratarán de reproducir sus costumbres alimentarias tan pronto sea posible. La lengua materna y la forma de preparar determinados alimentos será lo último que se pierda.

Mencionemos algunos ejemplos. Los mexicanos que viven en Estados Unidos han logrado establecer mercados ampliamente abastecidos en ciudades como Los Ángeles o Chicago. En cientos de poblaciones las mujeres preparan la comida como lo hacían sus ancestros e incluso conservan utensilios como el molcajete por varias generaciones. La fuerza cultural de la cocina mexicana ha sido tal que hay empresarios mexicanos que abastecen cadenas de supermercados y restaurantes con millones de tortillas diarias. Las salsas mexicanas también tienen grandes ventas.

Si observamos a quienes han llegado a nuestro país desde otras tierras, el fenómeno es similar. Españoles, libaneses, árabes, judíos, franceses, italianos, chinos, japoneses, cuentan con restaurantes y también con tiendas especializadas. Sus costumbres han ido penetrando nuestro gusto, así sea tan sólo para cumplir un antojo.

Orígenes sagrados. En el caso de México, la fuerza de la alimentación va más allá que los ingredientes o ciertas preparaciones. La profunda raíz indígena de la cocina mexicana, que es la que prevalece, está vinculada con una relación estrecha con la naturaleza, casi sagrada. La tierra nos da sus frutos y hay que agradecerlos; el viento a su vez trae las nubes de agua, la lluvia moja la tierra, el sol contribuye a su vez a que haya vida.

En las comunidades indígenas y rurales a lo largo del ciclo agrícola hay fiestas y ceremonias para pedir y agradecer a los elementos y a la propia tierra. La elección del lugar donde se siembra la milpa, la petición de lluvias, los primeros frutos, la cosecha, son motivo de unión comunitaria. Ahí se comparten los alimentos; tamales, mole, barbacoa, menudo, pozole, serán platillos de fiesta. La obtención de los ingredientes y utensilios, la elaboración de la comida y la distribución entre los invitados, están respaldados por una sólida organización que abarca pueblos enteros. Algunas de estas celebraciones, como es el caso de la cosecha que coincide con los días de Muertos, convocan a quienes viven fuera; se preparan durante todo el año para compartir con los suyos las costumbres y los alimentos añorados.

La comida es pues un acto social. Comer solos frente un aparato de televisión como sucede cada vez con mayor frecuencia en los hogares, pero también en restaurantes, fondas y mercados, lo convierte en el hecho meramente biológico de comer para sobrevivir.

Por otra parte, muchas costumbres alimentarias están vinculadas a condiciones genéticas específicas. Así, los mexicanos tenemos tendencia a engordar; durante generaciones superamos esta tendencia comiendo verduras, frutas y cocinando nuestros alimentos al vapor, con poca grasa. Cuando esto se rompe, nos encontramos frente a serios problemas de salud como la obesidad y la diabetes.

Alimentos Campesinos para México.
¡El hambre no espera!

El pasado 23 de junio, el Museo de la Ciudad de México fue el marco para el lanzamiento de la segunda etapa de la Campaña Nacional Sin Maíz no hay País. Alimentos Campesinos para México. ¡El hambre no espera!, en donde se delinearon las estrategias y acciones en defensa de la soberanía alimentaria y la reactivación del campo.

FOTO: Edgardo Mendoza Romero / ANEC

Otra muestra del vínculo entre la comida y la cultura es que al perder contacto con el origen de lo que comemos debido a la industrialización, hay temor constante y una gran preocupación acerca de si los alimentos serán sanos o no. Cuando podemos comer fresco y sabemos de dónde viene lo que consumimos, recuperamos sabores y sensaciones que están en nuestro inconsciente.

En un mundo que tiende a borrar lo diverso, es necesario que la riqueza de nuestras cocinas se preserve, incluyendo las maneras de cultivar, de recolectar y de compartir cotidianamente, así como en fiestas y celebraciones. La cocina es una de nuestras raíces esenciales.

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COMER LOCAL Vs COMER TRASNACIONAL:

LA RED MEXICANA DETIANGUIS
Y MERCADOS ORGÁNICOS

Laura Gómez Tovar*, Manuel Ángel Gómez Cruz
y Rita Schwentesius Rindermann**

Hoy en día podríamos comer lo mismo en cualquier lugar del mundo, ya sea una hamburguesa, pollo frito, un hot dog, o unas papas fritas, gracias a las trasnacionales de alimentos, pero ¿qué hay detrás de estas empresas que logran que la comida se estandarice, sepa siempre igual y pierda su identidad? Son grandes agroindustrias que cierran círculos completos de producción, hacen un uso indiscriminado de recursos naturales (aunque hay algunas que con pequeñas compras verdes tratan de limpiar su imagen) y suman multimillonarias cifras año con año, desplazando el gusto por lo nuestro a cambio de un estatus globalizante.

Ante esta realidad, una nueva forma de producir con énfasis en lo local y lo orgánico, libre de pesticidas, aguas negras y organismos modificados genéticamente, se presenta como alternativa en cada vez más rincones del mundo, ofreciendo productos limpios, llenos de identidad, cultura y solidaridad hacia el pequeño productor campesino.

Se trata del consumo local orgánico. Aquí sí importa la “milla de la comida” (food miles), es decir, cuántos kilómetros viaja tu alimento para llegar a tu mesa y los gases invernadero que se generan con ello.

Otros roles que juega la agricultura orgánica local son proteger y mejorar el suelo y el agua, capturar carbono en el suelo para mitigar el cambio climático, rescatar las prácticas ancestrales de producción, embellecer el paisaje y proteger la biodiversidad.

Mercados verdes. Con la finalidad de contribuir al desarrollo del mercado interno de alimentos sanos, pequeños productores y consumidores vinculados con universidades, centros de investigación y organizaciones no gubernamentales han puesto en marcha desde 2000 mercados y tianguis locales orgánicos en lugares como Chapingo, Metepec, Distrito Federal., Xalapa, Coatepec, Xico, Oaxaca, Guadalajara, Cuautla, Puebla, Tlaxcala, Los Cabos, San Cristóbal de las Casas, Comitán y Tapachula (ver www.chapingo.mx/ciestaam/to), y la meta es sumar 100 espacios de venta éticos y verdes, donde el consumidor se encuentra semanalmente con el productor.

Este canal de venta tiene ventajas muy interesantes, pues se ofrecen alimentos sanos a precios justos para ambos eslabones de la cadena al excluir o minimizar el intermediarismo; conectan a la población de la ciudad con el campo; crean conciencia ecológica y social de la importancia de consumir y producir en forma responsable; estimulan y promueven el consumo regional de los productos orgánicos; sensibilizan al consumidor sobre temas agrícolas, ambientales y sociales; favorecen un menor impacto ecológico a través del ahorro en transporte, empaque y distribución de los productos; y ofrecen espacios para la convivencia y el desarrollo de actividades culturales (música, pintura, teatro, talleres, etcétera).

Contacto productores-consumidores. La Red Mexicana de Tianguis y Mercados Orgánicos se creó en 2004 con una membresía inicial de cuatro tianguis; hoy son 18 los mercados establecidos y 10 en proceso de instalación, lo que muestra su rápido crecimiento y su gran aceptación por el consumidor mexicano. La Red tiene como objetivos promover el desarrollo del mercado interno de productos orgánicos, fomentar el consumo local responsable, acercar el intercambio directo entre productores y consumidores, difundir los principios y la filosofía de la agricultura orgánica y ofrecer espacios multiculturales donde el consumidor efectúe una compra amigable con el ambiente.

Algunas de las actividades de la Red son la promoción continua de la agricultura orgánica entre los consumidores locales y regionales en cada mercado, por medio de talleres, videos, conferencias y visitas a las huertas y predios de los productores; la degustación de productos orgánicos junto con sesiones de concienciación sobre la protección del ambiente (el año pasado más de 10 mil niños y adultos participaron); el intercambio de experiencias entre los mercados miembros e iniciativas de nueva creación; la difusión y análisis en eventos académicos y culturales; la capacitación de los productores y consumidores en los esquemas de certificación participativa, con el objetivo de asegurar la calidad orgánica de los productos ofrecidos y eliminar los altos costos de la certificación de agencia; la difusión del video de la Red; el asesoramiento para la formación de nuevos mercados; y la promoción conjunta de sus miembros (pagina web, trípticos, playeras, posters, etcétera), como una estrategia que permite ahorrar recursos económicos y a la vez proyectar a escala nacional el movimiento de los mercados locales en el país.

Así la Red contribuye en México a la generación de alternativas ante el paradigma dominante y excluyente de las trasnacionales; ahora es el turno del consumidor para decidir qué esquema de producción y venta desea promover.

* Departamento de Agroecología de la Universidad Autónoma Chapingo, y miembro del Cuerpo Académico en Producción, Certifi cación y Consumo Orgánico [email protected] ** Cuerpo Académico en Producción, Certifi cación y Consumo Orgánico. Universidad Autónoma Chapingo
[email protected], [email protected]

¿COMBUSTIBLES O TORTILLAS?

  • Destaca Oxfam incongruencias e ilegalidad en producción de etanol en México
  • Exigen al Ejecutivo detalle por qué subsidia este negocio, donde invierte Cargill

Lourdes Edith Rudiño

Junto con Tanzania, México es mencionado por Oxfam International como uno de los países que “no tiene claridad” respecto de cómo la producción de agrocombustibles favorecerá el desarrollo nacional. Sobre todo porque de las diez empresas que están invirtiendo en plantas de etanol para 2008-12, la mitad ve como materia prima el maíz, cultivo del que importamos casi 11 millones de toneladas anuales (la tercera parte del abasto nacional), y cuya factura en 2007, por mil 841 millones de dólares, representó 120 por ciento más que dos años atrás debido a la agudización de la dependencia y al encarecimiento de los precios internacionales del cereal.

Además hoy por hoy –precisamente por la falta de autosuficiencia del grano– está prohibido por ley producir etanol con maíz, y en tales inversiones para 2008-12 (previstas con un capital de mil 500 millones de dólares, para establecer 23 plantas), figuran casos de sociedad o colaboración con los gobiernos estatales de Yucatán y Quintana Roo y con el gubernamental Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (en un proyecto en Nuevo León).

Además, hay subsidios públicos puestos en el proyecto que Destilmex está echando a andar este mes de julio en Navolato, Sinaloa, y que consumirá 300 mil toneladas de maíz al año. En esta inversión los accionistas principales son Eduardo de la Vega (socio de Zucarmex) y la trasnacional Cargill.

El 25 de junio Oxfam hizo público su informe “Otra verdad incómoda. Cómo las políticas de biocombustibles agravan la pobreza y el cambio climático”, donde destaca la irracionalidad global del fomento a los agrocombustibles.

Vaivenes en la ley. Hugo García Rañó, investigador de El Colegio de México y quien elaboró el informe específico de Oxfam para México, destaca en varios puntos la falta de lógica en la producción de etanol en nuestro país: a) la Ley de Promoción y Desarrollo de los Bioenergéticos fue aprobada por el Senado en abril de 2007 y el presidente Felipe Calderón la vetó meses después debido a las críticas sobre el uso del maíz como insumo. La ley entró en vigor, sin embargo, en febrero de 2008.

b) La meta inmediata, de que el etanol, a base de maíz y caña de azúcar, sustituya en 5.7 por ciento la gasolina en zonas urbanas no va a ser fácil. El etanol es una sustancia corrosiva que requiere obras en infraestructura de almacenamiento y transporte, las cuales tendrán que competir por fondos públicos, y además PEMEX no está dispuesta a invertir en tal infraestructura, lo cual hace prever que el etanol que México produzca irá a parar a Estados Unidos.

c) La ley estipula que sólo se puede destinar a la producción de etanol el excedente de maíz, respecto de lo necesario para la alimentación, pero México depende en alrededor de 30 por ciento de importaciones, y la mitad de las diez empresas que están invirtiendo en producción de etanol desarrolla plantas para el procesado del maíz. La población es altamente vulnerable a los cambios en los precios del maíz y la tortilla. Cualquier desabasto o encarecimiento agudo es inaceptable para las familias más pobres de México, que gastan 65 por ciento de sus ingresos en alimentación.

Ya de por sí el maíz está encarecido. Datos de Banco de México muestran que en promedio el maíz importado por nuestro país se encareció en 124 por ciento entre 2005 y enero-mayo 2008.

En 2005 las importaciones tuvieron un precio promedio de 99 dólares por tonelada (fueron 8 millones 473 mil toneladas con valor de 842 millones de dólares), para 2006, la factura por mil 224 millones de dólares, por 10 millones 778 mil toneladas, implicó un precio de 113 dólares promedio. Para 2007 la compra en el exterior de 10 millones 749 mil toneladas costó mil 841 millones de dólares, o sea 171 dólares por tonelada. Y en los primeros cinco meses de 2008 el precio promedio es de 222 dólares por tonelada (con compras por 4 millones 253 mil toneladas por 944 millones de dólares).

“Un aumento rápido en la producción de etanol mexicano en respuesta a la demanda galopante de Estados Unios podría tener graves consecuencias para la seguridad alimentaria del país, alerta Hugo Garcia en el estudio de Oxfam.

Cabe destacar que la situación de oferta/demanda de maíz en Estados Unidos –país que contribuye con 64 por ciento de las exportaciones mundiales del grano– se ha hecho crítica debido al uso creciente de maíz para etanol. Según el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA), el país cerrará su año agrícola de maíz 2008/09 (septiembre/ agosto) con inventarios de sólo 17 millones 83 mil toneladas, 53 por ciento menos que los 36 millones 388 estimados para el cierre de 2007/08 y 66 por ciento debajo del cierre de 2004/05, año en que comenzó la fiebre por el etanol.

Que explique el Ejecutivo. La diputada perredista Adriana Díaz ha llamado la atención sobre las incoherencias del etanol en México. Promueve un punto de acuerdo para frenar los proyectos de este agrocombustible a base de maíz, pues el artículo 11, fracción VIII de la ley mencionada establece que “la Secretaría de Agricultura podrá otorgar permisos previos para la producción de bioenergéticos a partir del grano de maíz en sus diversas modalidades, mismos que se otorgarán solamente cuando existan inventarios excedentes de producción interna de maíz para satisfacer el consumo nacional”.

Con argumentos que tienen que ver con la crisis alimentaria –con el hecho de que los inventarios mundiales del maíz rozan sus mínimos de 30 años y representan apenas el 13 por ciento del consumo mundial– la legisladora exhorta también al Ejecutivo a que explique por qué ha auspiciado financieramente la operación de plantas de etanol, pues se sabe que –vía el Fideicomiso de Riesgo Compartido, Procampo y el programa de Ingreso Objetivo– la planta de Destilmex ha recibido subsidios de la Secretaría de Agricultura. Esta planta, llamada Biocyclos, que fue visitada y aplaudida en septiembre pasado por el presidente Felipe Calderón, utilizará 300 mil toneladas anuales de maíz de Sinaloa, para exportar el etanol (30 millones de galones) a California y Arizona.

Además, según Adriana Díaz, ya en breve estarán también listas otras plantas en Los Mochis y Guamúchil, Sinaloa. Las tres junto con la de Navolato, dijo, estarían consumiendo anualmente casi un millón de toneladas anuales de maíz.

Una incongruencia más que destaca la legisladora es que mientras Agricultura fomenta el etanol, el titular de Secretaría de Medio Ambiente, Juan Rafael Elvira Quesada, lo pone en entredicho, pues ha advertido que “para llenar el tanque de una camioneta de ocho cilindros, se requiere de toda la cosecha anual de la parcela de un agricultor pobres”.

De chile, de dulce y de manteca

Elisa Ramírez

Somos lo que comemos, se nos ha dicho hasta el cansancio, y también cómo lo comemos –la cultura va aparejada a los alimentos. Cambian los productos que consumimos, las ideas, la apreciación estética, la moda, los ritmos. Entre todos los sentidos, el gusto y el olfato –en sólida alianza– son los que se modifican más lentamente, son tradicionales a ultranza. A pesar de atreverse a lo novedoso y diferente, siempre vuelven a lo conocido: son renuentes al cambio, conservadores hasta convertirse en segunda naturaleza, automatismo inconsciente que empuja a las afinidades y preferencias

ingredientes de la comida –lujo minoritario en nuestro país– prueban de todo y terminan por volver a lo conocido y familiar. Por eso ninguna esposa cocinará como la madre, que lleva la sazón al fondo del Edipo. Consuelo de las nueras es que, desairadas a favor de la suegra, serán preferidas por los nietos.

A pesar del desprestigio del concepto de identidad nacional en un mundo globalizado, la comida crea cristalizaciones de provincialismo en la cultura y piel adentro en cada uno de nosotros.

Lengua e ingredientes. Chocolate, tomate o aguacate son palabras prestadas del náhuatl que recorren el mundo entero y todos los idiomas. Más locales son los muchos dichos y términos mexicanos que sólo los nativos podemos entender: maicear, me llovió en mi milpa, no se puede chiflar y comer pinole, me cayó el chahuiztle, hacer de chivo los tamales, dar atole con el dedo o medirle el agua a los camotes.

Amor entre las cazuelas. Un solo grano, verde o maduro, acepta todo tipo de preparativos y transformaciones: tamales, atole, tortillas con miles de variantes. Dulce, salado, agrio; fermentado, cocido, nixtamalizado, tostado, reventado. De las milpas se utilizan todas y cada una de las partes: barbas de chilacayote y caña de maíz, guías de calabaza o vainas de frijol tierno. Y para prepararlos –con agua y vapor, en horno, comal o comiscal– una rica tradición culinaria los acompaña. Combinados resaltan su carácter frío, caliente, ligero o pesado.

El gusto no admite componendas. A unos produce deleite y a otros arcadas, como el atole agrio, el huitlacoche amargoso, los frijoles con epazote, o el pozol con chile. Pero todos estamos acostumbrados al sabor del maíz y lo consumimos en alguna de sus formas.

Costumbres y creencia. Ligados a los ciclos de siembra, cosecha, almacenamiento o preparación proliferan ritos y ceremonias. Ningún huichol puede probar los primeros frutos sin haberlos bendecido, y los primeros en probarlos deben ser los niños –seres humanos aún verdes como los elotes, ejotes y calabacitas.

Se guardan las mazorcas madres en la cocina o el patio para que se hallen en la casa y regresen tras la próxima cosecha. Los granos de maíz no deben caer al suelo y dejarse allí porque se sentirán despreciados y ya no regresarán; se entibia a los granos con el aliento para que no se asusten con el calor del comal antes de tostarse para hacer pinole; se dice de la milpa que ya señoritea cuando la punta de las matas se adorna de jilotes. Antes, el maíz azul se usaba solamente en las ofrendas a los muertos, porque está de luto.

Creencias para moler, guardar, lavar y guisar acompañan las tareas de la cocina. No por nada chiflan a veces las tortillas al inflarse, se pegan los tamales de las embarazadas, tienen mal parto quienes lamen la mano del metate o harán mal la digestión quienes sacan las cosas de la lumbre y las comen arrebatadas.

Gusto y cultura. No se trata solamente de que no tengamos autosuficiencia alimentaria o que se consuma menos maíz, sino de transformar aquella recóndita identidad y cultura al modificarse las dietas. Se pierden con la independencia alimentaria los equilibrios encontrados durante siglos y avalados en el gusto. Al cambiar las dietas, queda desamparada la salud, la nutrición –y nuestra gula.

Somos lo que comemos, cómo lo comemos, cómo lo preparamos y todo aquello que creemos acerca de los alimentos. La cacareada identidad nos remite siempre a un olor de tortilla recién hecha porque, según se nos tiene dicho, los seres humanos fuimos hechos de aquella misma sustancia.