10 de julio de 2008     Número 10

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Perdedores y Ganadores de la crisis alimentaria

  • En cinco meses de 2008 importaciones de maíz y soya superan todo 2005

Lourdes Edith Rudiño


Caravana de tractores en la Ciudad de México, en la Marcha Nacional Campesina. FOTO: Enrique Pérez S. / ANEC

El alza en el precio de alimentos que ocurre en el mundo afecta a toda la población, pero particularmente a los más pobres, los que más proporción de su ingreso destinan a la compra de comida (60 a 80 por ciento, pudiendo llegar a cien). En el caso de nuestro país, Banco de México (Banxico) afirma que el decil de ingresos más bajos, de menos de un salario mínimo, resiente tres veces más la inflación de alimentos que el decil más alto, el de más de seis salarios mínimos.

El problema no es menor. La inflación general anualizada fue de 5.28 por ciento en la primera quincena de junio, muy arriba de la meta oficial original de tres por ciento. Y la inflación alimentaria (excluyendo bebidas y tabaco) fue de 9.40 por ciento anualizada al cierre de mayo, en comparación con 6.15 del mismo mes de 2007.

Y lo peor está por venir. Hacienda afirmó que elevará sus estimaciones de inflación debido al rampante encarecimiento de los alimentos. Entre septiembre y mayo de 2008 los precios de arroz en México aumentaron 33 por ciento, los del huevo 60, aceite 50 y frijol 12 por ciento, según los indicadores mensuales de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Pero, el alza viene de más atrás: la Campaña Sin Maíz no hay País, afirma que de enero de 2007 a la fecha el alza general en alimentos rebasa 70 por ciento.

Caer en la indigencia. Muchos mexicanos son parte del escenario que dibuja la FAO para el futuro cercano, en que cien millones de personas de bajos ingresos se sumarán a la indigencia por la crisis alimentaria (abultando la cifra de 862 millones de hambrientos que hasta hace poco se contabilizaban en el planeta). Para América Latina, el pronóstico es que entre 10 y 15 millones de pobres serán arrojados a la pobreza extrema y se sumarán a los 52 millones de personas que padecen hambre ya en la región.

Es evidente pues que los consumidores pobres son los más lastimados por el alza de precios, la cual, sabemos, ocurre por un agudo desbalance entre oferta y demanda mundial de granos, con maíz y trigo en sus niveles de inventario global más bajos de 24 y 29 años respectivamente

A diferencia de crisis de carestía en el pasado, la actual afecta no sólo los precios de algunos productos alimentarios y forrajeros, sino prácticamente a todos (entre marzo de 2007 y el mismo mes de 2008 los precios internacionales de los cereales se encarecieron en 87 por ciento, los aceites y grasas en 97, los lácteos en 58 y el arroz en 74 por ciento). Además de que la crisis actual tiene como peculiaridad que es por demanda creciente (no por caída de oferta) y es de largo alcance, por lo menos durará hasta el 2015, según la FAO. El uso de materias primas agrícolas para elaborar agrocombustibles es causa fundamental.

Pero en el rubro de perdedores debería mirarse el país entero, su balanza comercial, sus expectativas macroeconómicas, sus metas de crecimiento frustradas, su pérdida de soberanía.

Importaciones críticas. Con una dependencia de importaciones alimentarias de 40 por ciento, la vulnerabilidad es notoria. En 2007 México registró un déficit comercial agroalimentario de 4 mil 222 millones de dólares, 86 por ciento más que el déficit de 2006. Y la cosa se agrava este 2008. La estadística oficial de enero-abril arroja un saldo negativo de mil 636 millones 369 mil dólares, esto es 207 por ciento arriba del déficit de 533 millones 246 mil dólares de los primeros cuatro meses de 2007.

Productos importantes en la dieta nacional registran en sólo enero-mayo de 2008 importaciones con valor similar o superior a lo importado en los 12 meses completos de 2005.

En maíz México importó en enero-mayo de 2008 un total de 944 millones de dólares, 12 por ciento más que los 842 millones de todo 2005. En aceite de soya lo que se importó en esos cinco meses, de 136 millones de dólares, rebasa los 86 millones de todo 2005. En soya las cifras son similares, 848 millones contra 893 millones. En leche México importó en enero-mayo 401 millones de dólares, 107 por ciento más que el mismo periodo de 2007, y muy cerca de los 460 millones que se importaron en todo 2005.

“Hasta ahora la turbulencia de precios puede ser amainada en parte por los excedentes petroleros, los cuales son canalizados para financiar las importaciones caras de alimentos, así como para los apoyos alimentarios que requiere la población empobrecida, pero todo tiene un límite”, advierte Luis Cruz Nieva, subdirector del Centro de Estudios para el Desarrollo Rural Sustentable y la Soberanía Alimentaria (CEDRSSA) de la Cámara baja.

Del otro lado de la moneda,¿qué hay de la afirmación de que los productores del campo ganan en esta crisis. Que la erogación mayor del consumidor beneficia al agricultor, que el campo mexicano ahora tiene un estímulo? El secretario de Agricultura, Alberto Cárdenas, ufano, ha dicho que los productores de maíz “traen la bolsa llena de centavos”. Pues sí, centavos...

La realidad es que las más de dos décadas de política neoliberal –que ha despojado al agro de instituciones, políticas continuas, planeación e inversión pública– ha debilitado tanto a los productores, que no están en condición de reaccionar con mayor siembra, más rendimientos y más producción.

“La estabilidad de precios en los 80s y 90s condujo a cierta complacencia sobre la seguridad alimentaria, lo que redujo el financiamiento gubernamental a la investigación agrícola (...) Durante décadas cada año una pequeña porción de tierra de cultivo se dedicó a usos alternativos”, reconoció José Antonio Murillo, funcionario de la Dirección de Investigación Económica de Banco de México.

La visión en el mundo

Con excepción de Brasil y Argentina, que generan excedentes granos, oleaginosas y cárnicos exportables, el resto de América Latina, el sur de Asia y algunos países africanos son caracterizados por el Banco Mundial como “perdedores moderados” de la crisis alimentaria, mientras que el grueso de África, sobre todo de la región oriental, y algunos asiáticos se perciben como los grandes perdedores, según un mapeo del Banco Mundial (BM), que también identifica a Estados Unidos, Canadá, norte asiático y centro europeo como los ganadores.

Esta visión se basa en las balanzas comerciales generales de los países, y no observa particularmente la situación de superávit y déficit en el comercio agroalimentario particular ni se observa quiénes, dentro de los países son los que capitalizan con los altos precios.

Sin embargo, un análisis de Veterinarios sin Fronteras, “Aumento de precios. Cuando los árboles no dejan ver el bosque”, identifica claramente que en esta crisis –donde la población de algunos países africanos han visto duplicar o triplicar el pan, la harina de trigo, el maíz y los aceites– las principales ganadoras son las trasnacionales de la comercialización, el procesamiento y la distribución de alimentos.

“(...) Los niveles de concentración del sistema agroalimentario actual son alarmantes, existen oligopolios en cada nodo de la cadena que controlan las condiciones y precios de cada producto, empresas como Monsanto, Cargill, la industria agroalimentaria y de la gran distribución (Wall-Mart o Carrefour, las principales) determinan qué se produce, cómo se produce, marcan precios y especialmente seleccionan quién produce los alimentos, excluyendo de cualquier capacidad de negociación a las producciones campesinas”, señala el estudio.

Luis Cruz Nieva, subdirector del CDRSSA, señala que ADM, Bunge y Cargill reportaron un incremento de sus utilidades entre 2007 y lo que va de 2008 de 86 por ciento, mil 452 y 81 por ciento, respectivamente.

En el mundo –señala Veterinarios Sin Fronteras– Cargill, Continental Grain, ADM y Zen Noh controlan 81 y 65 por ciento de la exportación de maíz y de soya en ese orden. Y Cargill, Cenex Harvest States, Archer Danield’s Midland y General Mills tienen en sus manos 60 por ciento de la logística para la exportación de los granos.

En el caso de la soya, a escala mundial, Bunge, ADM y Cargill controlan directamente el 75 por ciento del mercado y esas mismas tres controlan el 80 por ciento de la industria procesadora de soya en la Unión Europea.

 

La carencia de suficiente infraestructura de almacenamiento y de comercialización agropecuaria, son lastres que impiden a los agricultores –en particular a los de pequeña y mediana escalas— tomar ventaja de los precios de los granos. Incluso los llamados agricultores ricos, como los maiceros de Sinaloa, mucho mejor dotados en obras hidráulicas, almacenes, subsidios, que el resto en el país, han comprometido sus cosechas este año (que se levantan en junio-julio) a 2 mil 800 pesos por tonelada, a pesar de que los precios internacionales ya ahora dan una referencia de 3 mil 500 pesos por tonelada y tienden a subir aún más.

Los winners. Aquí quienes ganan son los que pueden movilizar y administrar las cosechas, los que tienen acceso a financiamiento internacional en grandes volúmenes, los que controlan la infraestructura comercial; en primer plano están obviamente las trasnacionales, como Cargill que este año del total de la cosecha de Sinaloa destinada al consumo humano contrató 36 por ciento (900 mil toneladas) y obtiene subsidios públicos para su comercialización. Esta empresa es además la principal importadora de granos, y controla la terminal de granos de Veracruz, la más importante del país.

Y qué decir de otros productores, como los de frijol, cuya capacidad competitiva es nula, con rendimientos de 586 kilogramos por hectárea, contra mil 777 promedio en Estados Unidos, con costos superiores en tres veces a los de ese país, con productores viejos (con edades promedio de 44 a 55 años en comunidades de Chihuahua), y con una producción estancada durante décadas en alrededor de uno a 1.2 millones de toneladas anuales, según reporta un análisis del Centro de Investigaciones Económicas, Sociales y Tecnológicas de la Agroindustria y la Agricultura Mundial (CIESTAAM) de Chapingo.

Financiamiento nulo. El no acceso al crédito es clave para entender por qué los productores no han mejorado tecnologías, por qué no han invertido y por qué no han elevado sus rendimientos y cosechas. Luis Cruz Nieva señala que entre 1995 y 2007 (años en que debió fortalecerse el financiamiento rural para dotar a los productores de capacidades para enfrentar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte) el fondeo para avío de la banca de desarrollo se estancó: creció sólo 8 por ciento en términos reales. Y en el mismo periodo el crédito refaccionario cayó en 55 por ciento real.

Juan Antonio Hinojosa, analista de la correduría FC Stone, advierte que entre los perdedores de la crisis alimentaria están también los ganaderos. Ya las consideraciones del USDA sobre consumo de granos para uso pecuario en Estados Unidos indican una caída de 26 millones de toneladas en 2008/09. “Allí van a desaparecer plantas de cerdo, de aves, pues los precios de estos cárnicos al consumidor final no pueden subir al mismo ritmo que se encarecen sus insumos. Si en el costo de estas empresas antes el 60 por ciento iba para comprar granos (maíz, sorgo, soya), ahora es de 85 a 90 por ciento, y no todos pueden resistir eso. Y si esto ocurre en la primer potencia del mundo, que no pasará en México; también aquí van a quebrar empresas pecuarias”, comentó.