Usted está aquí: viernes 11 de julio de 2008 Opinión Entrampamiento campesino

Víctor M. Quintana S.

Entrampamiento campesino

Al paso que vamos el titular de la Sagarpa se impondrá como interlocutor gubernamental de obreros y sindicatos, como el del Trabajo fue impuesto a las organizaciones campesinas. Al paso que vamos “el mayor presupuesto para el campo de la historia” terminará subejerciéndose terriblemente o concentrándose en beneficio de unos cuantos agricultores y empresas y no habrá posibilidad de arrancar al gobierno la renegociación del Tratado de Libre Comercio de las Américas (TLCAN) en materia agropecuaria.

La causa de todo esto radica no sólo –ojalá así fuera– en la incompetencia o en las mañas del gobierno federal, sino en la falta de unidad y de movilización, de un verdadero entrampamiento de las organizaciones campesinas. Algunas hipótesis para explicarlo:

No se desarrollan las movilizaciones necesarias para demandar la no entrada en vigor de la última etapa del TLCAN en materia agropecuaria. En 2002-2003, cuando surge el movimiento El campo no aguanta más, las movilizaciones comienzan en agosto, se intensifican en noviembre y para enero buena parte del país ya está en pie de lucha. Ahora, a pesar de que la campaña Sin maíz no hay país fue lanzada desde junio de 2007, son pocas las organizaciones que se movilizan durante ese año. Tampoco se ejerce la presión sobre el Legislativo y el Ejecutivo que se ejerció cinco años antes.

Desde principios de año se hacen presentes por lo menos dos visiones y estrategias muy diferentes entre las organizaciones campesinas: las aglutinadas en torno a la campaña Sin maíz no hay país, muy influidas por los grupos de Chihuahua, Durango y Zacatecas, optan por las movilizaciones y acciones directas: toma del puente internacional, caravana de tractores a la ciudad de México. Por otro lado, otras organizaciones prefieren el cabildeo, la presencia en los medios de la capital de la República y la formación de alianzas con actores no rurales.

La gran manifestación campesina del 31 de enero en el Distrito Federal demuestra la fuerza, pero también las debilidades del incipiente movimiento. Se integra un enorme contingente, representativo de toda la República, pero se hace palpable que la Confederación Nacional Campesina (CNC) quiere hegemonizarlo en todos los sentidos. Al fin del mitin alguien comenta: “Si la CNC no quiso soltar el micrófono en el Zócalo, ¿nos permitirá codirigir la protesta y ser también interlocutores del gobierno?”

Aquí también se revela una tendencia muy frecuente en los movimientos sociales en nuestro país: la zocalización de los mismos. Se piensa que el hecho de lograr una gran concentración nacional en el Zócalo es suficiente para cambiar la correlación de fuerzas y se abandonan las movilizaciones regionales y locales, lo que concentra gran poder en la cúpula, en los representantes de las organizaciones que permanecen en la capital de la República y operan como los interlocutores del gobierno, pero que, paradójicamente, se debilitan en la medida en que se alejan de sus bases locales.

La distancia entre las dos visiones y estrategias del movimiento se ahonda cuando se trata de decidir con quién negociar y qué negociar. Todos cuestionan a Alberto Cárdenas, pero algunos aceptan a Mouriño, y a quien éste impone: Javier Lozano, precisamente cuando aquél es más cuestionado en el conflicto de intereses por sus empresas, y éste por su intromisión en la vida de los sindicatos. En el qué negociar hay quienes no quitan el dedo del renglón de la renegociación del TLCAN en materia agropecuaria y hay quienes aceptan discutir sobre las reglas de operación y adendos al Acuerdo Nacional para el Campo. El gobierno logra dividir y escapar a las presiones por el asunto esencial, que es el TLCAN, y conceder lo mínimo incluso en lo secundario.

Hay dos procesos externos que inciden en la división y derivan a otro lado las energías campesinas: el proceso de elección interna del PRD, que involucra a muchos dirigentes y bases de las organizaciones, y la movilización por la defensa del petróleo ante la iniciativa calderonista de reforma energética. También influye que las organizaciones de uno de los estados más movilizados, Chihuahua, son atosigadas por la represión: el asesinato del líder Armando Villarreal Martha, la aprehensión que hizo la PGR de varios dirigentes, los cortes de energía eléctrica a los pozos agrícolas y a varias comunidades rurales, etcétera.

A diferencia de Fox, que tuvo que conceder, así sólo fuera en el papel, el Acuerdo Nacional por el Campo, Calderón hasta ahora se ha salido con la suya, abriendo las puertas a los alimentos que venden los agronegocios y entregándose a los intereses de éstos. El proyecto de construir la soberanía alimentaria y el bienestar de consumidores y productores del país con base en alimentos campesinos, baratos y de calidad sigue en espera de mejores sujetos: con claridad estratégica, sin mezquindades, unidos, movilizados, contundentes.

 
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