Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 13 de julio de 2008 Num: 697

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Mr. Smith
MARCELA RODRÍGUEZ LORETO

La vanguardia como fatalidad o destino
OCTAVIO AVENDAÑO TRUJILLO entrevista con FRANCISCO NIEVA

Teresa del Conde, un talento para la historia
MARIO RAÚL GARCÍA

Arte Contemporáneo: ¿sigue siendo arte?
GABRIELA GORCHES

Che
LUIS HERNÁNDEZ NAVARRO

Homenaje barroco argótico a R.Q.
GUILLERMO LANDA

Leer

Columnas:
Señales en el camino
MARCO ANTONIO CAMPOS

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA


Directorio
Núm. anteriores
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Foto: Cristina Rodríguez/ archivo La Jornada

Teresa del Conde,
un talento para la historia

Mario Raúl García

Cuando conocí de vista a la doctora del Conde fue con motivo de la exhibición temporal La magna Grecia, instalada en la sala de exposiciones internacionales del Museo Nacional de Antropología e Historia; aproximadamente, en 2000. Se trataba de un ciclo de charlas sobre el arte helénico asentado en el sur de Italia y Sicilia, impartidas en el auditorio de la institución, con gran lucimiento de la disertadora.

Doña Teresa apareció muy puntual de entre bastidores y sola en el proscenio. Debido a esta razón, los asistentes tuvimos el tiempo suficiente para observar su porte elegante; tanto así, que a distancia y desde mi asiento, me pareció ser una dama muy alta, poseedora de una locución vivaz ante el público y, llamativamente, de un timbre de voz bajo. En suma, su talante resuelto y a la vez sereno, me sedujo.

Lejos estaba yo de suponer que esta personalidad del ambiente cultural nuestro habría de ser mi profesora un año más tarde en el postgrado de historia del arte de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, durante trece semestres ininterrumpidos y a raíz de su regreso a la docencia, una vez concluida su gestión al frente de un organismo cultural. Esta condición me ha permitido entablar un contacto académico y amistoso de lo más feliz, pese al trabajo intelectual que representa el desarrollo de los objetivos humanistas que ella se fija alcanzar en cada seminario. Así, el acto de reunirnos con doña Teresa los miércoles, de las dieciocho a las veinte horas en el salón 04 del ala de postgrado del colegio de historia, se ha vuelto ya -para algunos de nosotros- una costumbre atávica.

Por principio de cuentas, los estudiantes seleccionamos las materias por cursar de acuerdo con el proyecto de tesis de cada quien y, hasta cierto punto, según el nombre de los titulares de las mismas. En lo relativo al arte contemporáneo, el prestigio de la doctora Del Conde causa un entusiasmo seguido, interés que de alguna manera baja conforme el semestre avanza y la tenacidad de muchos decrece, al encontrarse delante de una profesora exigente y adolecer, al mismo tiempo, de un bagaje cultural óptimo. Empero, cualquier esfuerzo es ampliamente gratificado, ya que su conducción se funda en una experiencia boyante de investigadora del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, de sus ministerios culturales realizados en la Dirección de Artes Plásticas y en el Museo de Arte Moderno del INBA, y de sus intervenciones múltiples como periodista. Erudición que todavía comparte con algunos de nosotros en proyectos editoriales como Voces de artistas (2005), y uno más en gestación.

La percepción de la doctora respecto a los fenómenos estéticos y teóricos son, a su vez, fruto de criterios adquiridos de una pléyade de mentores como Justino Fernández (1901-72), Edmundo O´Gorman (1906-95), Adolfo Sánchez Vázquez (1915-), Jorge Alberto Manrique (1924-), y nada menos que de E. H. Gombrich (1909-2001), por mencionar sólo algunas firmas de historiadores y filósofos connotados que han forjado la historiografía de la historia del arte vigente, en la que doña Teresa maneja un enfoque psicológico relativo a la obra de arte y psicoanalista, en relación con la vida de los artistas; tal como habrán sido sus pláticas con Gombrich, cuando lo visitaba en su casa de Hampstead Heath repetidas veces, en el norte de la ciudad de Londres; un barrio eximio del mayor enclave cultural del mundo.

A pesar del cuadro descriptivo anterior, Teresa del Conde convive también con nosotros dentro y fuera del horario de clase, no sólo cuando le pedimos su ayuda respecto a algún tema escolar que nos preocupa –por lo cual la visitamos más tarde en su cubículo del IIE–, sino también cuando la mayoría del grupo se reúne en jolgorio alrededor de una fecha tradicional y lejos del ámbito universitario. No está de más decir que en estas ocasiones, ella alterna como cualquiera de los presentes; entonces, su visión docta de las cosas y, de vez en cuando snob, se torna cálida y expugnable. Es, sencillamente, una universitaria más entre sus alumnos.

Tal eventualidad no debería sorprendernos, ya que en comunión con su herencia solar de capricornio, puede asimismo darnos la impresión de ser una persona estable, cuando al interior de su compostura flemática le suceden uno y mil cambios de ánimo, hasta alojar –dicho sea de paso– un humor fino y juguetón.

La doctora Teresa ha sido una mujer de metas, en cuanto que siempre ha buscado la excelencia mediante la obtención de una seguridad, respeto y posición; es dueña al mismo tiempo –como historiadora del arte– de una sensibilidad e imaginación de buen gusto. Gracias a estos recursos, ha logrado reunir varias miras en su vida profesional, cuya base podemos fácilmente entender, si acudimos a nuestro legado filosófico griego, aquel que versa sobre el principio del ser o essere, el que mismamente se acompaña de un anexo de índole epistemológica: el actuar o agere . De esta manera, el corolario que se desprende dice que sólo en virtud de que hay un ser hay un obrar; no hay, pues, un puro actuar previo al ser. La máxima reza: agere sequitur esse.

Correlativamente, en la misma consonancia y medida en que el actuar u obrar es un llegar a ser o devenir: fieri , se desglosa una tercera consecuencia lógica: fieri sequitur esse. Es decir, el llegar a ser o devenir, sigue también al ser. De esta suerte, nuestra querida maestra Teresa del Conde constituye una referencia –entrañable e ineludible– para todos nosotros, que reconocemos con mucha gratitud y compromiso.