Usted está aquí: lunes 14 de julio de 2008 Política PRD, cuatro meses de crisis y contando

■ La organización de la consulta sobre Pemex, único factor para superar las diferencias

PRD, cuatro meses de crisis y contando

■ Tras un largo conflicto, las cosas vuelven a un punto muerto: la necesidad de un pacto político

■ Sólo una especie de milagro haría que Alejandro Encinas o Jesús Ortega dirigieran el partido

Arturo Cano

“Mejor me voy a echar unos chilaquiles aquí, al café La Habana, donde están buenísimos”, dice Gerardo Fernández Noroña a las puertas del auditorio donde se celebra el Consejo Nacional de su partido.

El polémico ex vocero del PRD no es el único hastiado. Adentro, Camilo Valenzuela, presidente del Consejo Nacional, mata el tiempo revisando el periódico, solo en la larga mesa de debates. Abajo, unos pocos consejeros intercambian sus pesadumbres con Javier González Garza, coordinador de los diputados. Lo hacen con una parsimonia que lleva a pensar que los chilaquiles sí son mejor opción.

“Me alejé hace mes y medio de la vida partidaria, pensando que las cosas no podrían estar peor, y regreso para darme cuenta de que sí, que el conflicto ha empeorado”, lamenta el ex diputado Inti Muñoz, ahora funcionario del Centro Histórico.

Por aquí anda también, este sábado 12 de julio, Manuel Camacho Solís, enfundado en un pantalón de mezclilla roto y presto a finiquitar con los perredistas las fechas y modalidades de la consulta petrolera, uno de los asuntos clave de la reunión del día.

Unos cuantos militantes fruncen el ceño cuando lo ven. Una porción de Izquierda Unida (IU), el frente que tuvo como candidato a Alejandro Encinas, le achaca estar “operando” para que la Comisión Nacional de Garantías y Vigilancia (CNGV) “saque un resolutivo favorable a los chuchos”.

Camacho, ¿operador en favor de quién?

¿En qué consiste tal “operación” en favor de Nueva Izquierda (NI), que tuvo como candidato a Jesús Ortega? Pues en la influencia que Camacho puede ejercer sobre Renato Sales, uno de los tres integrantes de la CNGV, cuyo voto es decisivo para el desenlace de la elección perredista de marzo pasado.

Según algunos jefes de IU, consultados días antes del consejo, Camacho habla en nombre de Marcelo Ebrard, jefe de Gobierno del Distrito Federal, cuando “empuja” que la comisión de garantías anule sólo la elección de presidente y secretario general, dejando fuera las de delegados al congreso nacional y consejeros, pese a que se efectuaron en paquete.

¿De qué manera favorecería tal resolución a NI? Los chuchos y sus aliados –particularmente la Alianza Democrática Nacional (ADN)– tendrían así una mayoría superior a 60 por ciento tanto en el congreso como en el consejo nacionales.

Con esa correlación de fuerzas iría el PRD a la elección intermedia, en tanto los dos grandes agrupamientos coinciden en que “no hay condiciones” para reponer la elección.

“Llevo 30 años en esto, y si sigo teniendo confiabilidad como interlocutor es porque nunca hablo de los detalles de las negociaciones y los acuerdos”, dice Manuel Camacho no en referencia, como podría pensarse, a su papel en curso en la actual crisis perredista, sino a la elección de 1988, uno de los temas que circulan en el recibidor del auditorio.

Una dirección interina para enfrentar los comicios de 2009

Pocos minutos después baja Jesús Ortega, pues es en los salones de los pisos superiores donde los jefes de grupo o los grupos mismos suelen reunirse con anticipación para llegar al consejo con acuerdos ya “planchados”.

El próximo miércoles se cumplen cuatro meses del inicio de la crisis, desastre que comenzó luego de que Ortega se negara a dar por buenos los resultados de las encuestas que el PRD contrató, con su anuencia. Desde entonces el partido ha sido casi tema de nota roja en los medios de comunicación, la ciudadanía lo ha visto caer en las encuestas rumbo a las elecciones legislativas del año venidero, se han lanzado toneladas de acusaciones e insultos entre los dos bandos y los intentos de resolver la crisis han fracasado uno tras otro.

Ahora las siguientes jugadas están en manos de una comisión (la de Garantías) a la que ninguna de las partes respeta en realidad, aunque dada la profundidad del conflicto, es el único asidero “institucional” posible.

Tanto los seguidores de Jesús Ortega como los de Alejandro Encinas saben que sólo un milagro haría que cualquiera de los dos fuera presidente del PRD. A la espera de la resolución, que todos auguran, “ahora sí”, para esta semana, la mayoría da por hecho que la CNGV anulará la elección.

Uno de los principales dirigentes de NI, por ejemplo, dice que la resolución menos probable es que Garantías dé como triunfador a Alejandro Encinas. “Eso no lo va a firmar Renato (Sales)”, se ufana.

Pero el dirigente tampoco cree que Jesús Ortega pueda ser presidente del partido.

De modo que la discusión vuelve a punto muerto: la necesidad de un “pacto político” para designar presidente y secretario general.

Izquierda Unida rechaza la permanencia de Guadalupe Acosta Naranjo en el cargo, mientras Nueva Izquierda lo sostiene, aunque en corto sus dirigentes sugieren que estarían dispuestos a negociar ambas posiciones si el presidente del partido fuese, por ejemplo, Lázaro Cárdenas Batel.

Y ahí los avances en la negociación se vuelven a atorar.

El partido-frente y el 80 por ciento

Llueva o truene, el PRD tendrá su úndecimo congreso los últimos días de agosto.

De seguirse el resolutivo aprobado por el Consejo Nacional, el acto será el comienzo de “una etapa de transición con base en acuerdos que permitan al PRD actuar a corto plazo con una estrategia clara y una acción política unificada”.

Aunque por ahora no hay acuerdo ni siquiera en la forma en que se votarán los asuntos esenciales en el congreso.

Por ejemplo, en la mesa de negociación, IU sostiene que todos los temas deben aprobarse con 80 por ciento de los votos, lo que resulta inaceptable para NI.

“Ellos dicen que no hay condiciones para una reforma estatutaria de fondo, pero tampoco ponen los puntos sobre la mesa”, se queja Jesús Zambrano, representante de NI en las negociaciones.

El “tema de fondo” no es otro sino la propuesta de los chuchos de convertir al PRD en un “partido-frente”, a la manera de otras fuerzas de izquierda de América Latina.

Los líderes de IU sostienen que con esta idea NI sólo busca formalizar una realidad: “El hecho de que ellos son un partido dentro del partido”.

“Quienes argumentan eso son los que van a hacer su propio congreso antes del congreso”, ataja Zambrano

¿Partido-frente? Las dificultades comienzan cuando se pregunta a los dirigentes de NI cuál es el modelo. “Tendría que ser algo sui géneris, digamos una mezcla entre el Partido de los Trabajadores de Brasil y el Frente Amplio de Uruguay”, explica Zambrano.

Es curioso que el dirigente de NI ponga el ejemplo de la segunda organización, puesto que los frentistas orientales toman sus decisiones importantes sólo con el voto de 80 por ciento de los grupos que lo integran.

En todo caso, el propio Zambrano reconoce que el modelo de partido que proponen aún está en pañales: “Es tema de discusión entre grupos pequeños y hay compañeros que no están de acuerdo, como un sector de ADN, que propone un partido de cuadros”.

Si lo que impidiese el acuerdo fuera la fórmula de partido-frente, Zambrano asegura que están dispuestos a retirarla: “Vamos a discutir reformas a los estatutos que nos permitan nuevas formas de convivencia, y nada más”.

La consulta como cemento

Los aplausos son sólo de un lado del salón semivacío. Habla Javier González Garza, coordinador de los diputados perredistas. El tema es el único cemento que mantiene ahora la frágil unidad del PRD: la reforma petrolera.

“No podemos confiar en el PRI ni en el PAN”, plantea González Garza y aplauden los consejeros de IU y algunos otros. No hay batir de palmas del lado de NI y sus aliados, quizá porque la frase se toma como una alusión al llamado que Acosta Naranjo hizo a sus pares priísta y panista para negociar una reforma energética.

En los pasillos se recuerda que la primera idea de la consulta surgió de una reunión de López Obrador con los senadores. Ahí la propuso Pablo Gómez Álvarez y el tabasqueño la hizo bandera.

Más tarde, en el Senado, el jefe de Gobierno la relanzó y la convirtió en un tris en “la consulta de Ebrard”. El sábado pasado fue motivo de acuerdo: en tres fases, todos juntos. Habrá consultas pese a la resolución de Garantías y a la imposibilidad de otros acuerdos.

Si no fuera por las consultas petroleras, muchos perredistas estarían pensando dónde sirven los mejores chilaquiles…

 
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