Usted está aquí: martes 15 de julio de 2008 Opinión ¿Misterio?

José Blanco

¿Misterio?

El caso “Ingrid Betancourt” está rodeado de hechos y dichos extraños; un misterio incomprensible cuyo origen se halla en la falta de información cierta y suficiente.

En breve lapso ocurren cosas como éstas, que tienen como trasfondo la negativa a rajatabla de Álvaro Uribe de negociar nada con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC); para Uribe y para muchos estados del mundo se trata de una banda de terroristas: lo son, secuestran y matan civiles inocentes; a pesar de ello, las FARC han buscado ser reconocidas como grupo político en rebeldía. Con más de 40 años en la selva, los medios esporádicamente se ocupaban de ellos; los partidos o los estados con gobiernos de orientación izquierdista no tenían política alguna sobre su “lucha”; las propias FARC no expresaban un discurso reivindicativo de los derechos de las mayorías oprimidas. Los medios comienzan a mover el asunto cuando las derechas latinoamericanas empiezan a perder poder político en Brasil, Venezuela, Nicaragua, Ecuador, últimamente Paraguay.

Después de la muerte en territorio ecuatoriano, por el ejército colombiano, de un grupo de las FARC, incluido el estratega rebelde Raúl Reyes, siguió la ruptura de relaciones entre Ecuador y Colombia; el presidente ecuatoriano Rafael Correa dijo que “si las FARC dejan esas prácticas (atentados y secuestros) y cumplen con las condiciones para ser tratadas como fuerza beligerante, es decir, que controle un territorio, que tenga una fuerza armada organizada, que respete los códigos de guerra (...) por supuesto que tendríamos que reconocerla como fuerza beligerante”.

En la medida que otros estados nacionales hubieren extendido ese estatus a las FARC, la soberanía de las acciones de Colombia sobre el grupo guerrillero se habrían visto crecientemente limitadas. Pero las FARC habían cometido atentados y secuestros que pueden señalarse como masivos, por años, y nada indicaba que dejarían de hacerlo. Los secuestros les servían para dos cosas: obtener recursos si se trataba de personajes adinerados y crearse un escudo humano que impidiera los bombardeos por las fuerzas armadas de Colombia.

Casi de pronto todo cambió. Parece detonarlo la foto de Betancourt, en la que aparece delgada y como enferma. Francia multiplica su presión sobre el gobierno colombiano y sobre las FARC; lo hacen otros estados; viene la hollywoodense y poco creíble liberación de Ingrid, tres mercenarios estadunidenses (a los que se llamaba “empresarios”) y un grupo de soldados. Ingrid declara que el ejército de su patria hizo una operación perfecta y se jacta de su eficiencia, y se le ve lozana y fresca; y al llegar a Francia declara que a Francia le debe todo (hablando de su liberación).

Betancourt un día dice que es necesario entender el movimiento de las FARC, otro día habla de la “crueldad” de su cautiverio por las FARC, misma que no apareció en los exámenes médicos de Betancourt según los galenos franceses.

En abril pasado la madre de Betancourt declaró: “nunca he hablado mal de las FARC porque entiendo su lucha”. Antes de su candidatura, Ingrid había sido señalada de complicidades con prácticas de corrupción en la Asamblea Legislativa. Demasiados caballos galopando en direcciones distintas.

El periodista Pierre Bavaud, de la radio suiza RSR, reportó que se habían pagado 20 millones de dólares de una cuenta en Estados Unidos para sobornar a un oficial de las FARC, Gerardo Antonio Aguilar, cuya esposa está cautiva en manos estadunidenses. Los enviados Jean Pierre Gontard y Noel Sáez –suizo y francés, respectivamente– estaban negociando con las FARC cuando ocurrió el operativo militar. En torno a esas fechas Jaime Caycedo, secretario general del Partido Comunista Colombiano, notó la presencia del candidato republicano John McCain, en Bogotá.

El embajador estadunidense William Brownfield dijo que Estados Unidos ayudó a localizar a los rehenes y que interceptaron comunicaciones telefónicas y por radio de las FARC. Fidel Castro, quien no se había ocupado mayormente de las FARC, descubre que los atentados y los secuestros son inhumanos, que deben cesar. ¿Por qué no había dicho antes una palabra sobre este espeluznante tema? También aconseja que no depongan las armas. Un consejo que acrecienta la posibilidad de que masacren a las FARC. Hugo Chávez demanda de las FARC la liberación de todos los rehenes a cambio de nada: nadie entendió nada.

Chávez y Uribe se reconcilian. Las maromas truculentas que ambos debieron hacer para relegirse los acercan. La paz vuelve inmediatamente entre Ecuador y Colombia. Betancourt comienza a ver que sus posibilidades de volver a buscar la presidencia crecen, mientras lo mismo ve el propio Uribe. De todos modos Ingrid dice que ella terminará viviendo en su patria francesa. De aquí y de allá, los medios se refieren a la inminencia del desmoronamiento de las FARC.

La política hace misterios y hace la magia de dizque “poner de acuerdo” a los que se aborrecen. Pero en Colombia, dice Azalea Robles, del Colectivo Latimos Unidos, en su artículo “El saqueo y el terrorismo de Estado”: hacia fines de 2007 había 4 millones de desplazados por los paramilitares del gobierno; 6 millones de hectáreas robadas a los muertos y víctimas desplazadas, legalizadas a favor de los paramilitares por la “ley de justicia y paz” de Uribe; 3 mil 500 fosas comunes con miles de cadáveres de colombianos masacrados por los paramilitares y el ejército; 11 mil 282 colombianos asesinados fuera de combate por el ejército y los paramilitares; 2 mil 554 sindicalistas asesinados; mil 700 indígenas masacrados que han de agregarse a los interminables muertos de las FARC. ¿Alguien puede con el rompecabezas?

 
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