Usted está aquí: lunes 21 de julio de 2008 Opinión Las Torres de Satélite: ¿golpe final?

Fernando González Gortázar

Las Torres de Satélite: ¿golpe final?

Ampliar la imagen Construir un segundo piso junto a las Torres de Satélite es como si se construyera un puente alto junto a la Torre Eiffel Construir un segundo piso junto a las Torres de Satélite es como si se construyera un puente alto junto a la Torre Eiffel Foto: Marco Antonio Núñez López

Con respecto a la encuesta divulgada recientemente, según la cual un alto porcentaje de vecinos de Ciudad Satélite apoya construirle a su avenida central un segundo nivel que pasaría al lado mismo de las Torres, quiero pensar que lo que realmente alientan es que se resuelvan las difíciles condiciones viales que padecen, y no precisamente esta solución concreta. Lo verdaderamente inaceptable, es que el gobierno del estado de México tenga el atrevimiento de proponer un viaducto elevado que conserva el mismo trazo de extremo a extremo, sin considerar las condiciones particulares de ese punto ni resolverlas en forma responsable. Es una monstruosa actitud de “voy derecho y no me quito”, tope con lo que tope y arrase con lo que arrase... aunque sea con una pieza cumbre del arte universal del siglo XX.

Consumar el proyecto existente sería un acto imperdonable de barbarie cultural. Hace apenas seis meses, celebramos el medio siglo de esta obra conjunta de dos de los mayores creadores que ha tenido México: Luis Barragán y Mathias Goeritz. Cuando a principios de 1958 fueron terminadas, las Torres conocieron un éxito instantáneo: se publicaron por todo el mundo, fueron generalmente consideradas una concepción maestra, una completa novedad, una propuesta que cambiaba el modo de entender el arte para la nueva dimensión urbana y en la era del automóvil. Las Torres de Satélite marcaron un antes y un después en el arte hecho para la ciudad.

Este monumento es una pieza imprescindible de nuestro proceso cultural, una seña de identidad visual para sectores muy amplios de la metrópoli, un punto de referencia, un emblema. No puede ser simplemente ignorado por funcionarios incapaces de concebir valores distintos, y argumentos más allá de los pesos y centavos. Al transformar radicalmente el sitio, la escala y los puntos de vista del espectador, su proyecto desnaturalizaría la gran obra por completo. Sería como si las autoridades parisinas hicieran pasar un alto puente junto a la Torre Eiffel; aquí están planeando algo equivalente, y a casi nadie parece importarle.

En este momento y desde hace tiempo, existen varias solicitudes presentadas al Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) para que la pieza sea declarada Patrimonio Artístico de la Nación, y así protegida. No se comprende que si el instituto ha actuado velozmente para salvar otras construcciones destacadas, en el caso de Satélite no haya habido respuesta, y mire venir el desastre sin actuar de inmediato.

A lo largo de su historia de 50 años, las Torres han sido terriblemente maltratadas. Por suerte, todos los golpes habían sido reversibles, pero con el segundo piso no ocurriría lo mismo: sería la culminación perpetua de la agonía de esta obra maravillosa. Es el momento de reconocer su altísimo valor artístico, cultural, urbano, simbólico y afectivo, y de rescatarla de una vez por todas. Por ejemplo, aunque no lo he visto, sé que ahora mismo se está repintando: no se trata de un asunto menor y rutinario que pueda tomarse a la ligera. Cuando hace unos 20 años se hizo lo mismo, el entonces director de Arquitectura del INBA, Juan Urquiaga, convocó a don Armando Salas Portugal, a los arquitectos Ricardo Legorreta, Andrés Casillas y a mí, para discutir cómo debían hacerse esos trabajos, y la decisión fue polémica y difícil. ¿Qué criterios se aplicarán ahora? No lo sé, pero ciertamente me preocupa.

En vez de agredir sin remedio al monumento insigne, lo que debe hacerse es restaurarlo a fondo, reubicar los pasos peatonales existentes, retirar la publicidad que ha invadido su entorno, ordenar el espacio; y por encima de todo, debe encontrarse una solución vial que salvaguarde sus valores. No podemos seguir destruyendo los elementos clave de nuestro patrimonio, aquellos que nos dan un orgullo y un rostro. Se trata de una riqueza del mundo. Si no somos capaces de respetar a las Torres de Ciudad Satélite, es que de plano somos incapaces de respetarnos a nosotros mismos.

 
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