Usted está aquí: viernes 25 de julio de 2008 Opinión EU: elecciones y política exterior

Editorial

EU: elecciones y política exterior

El inicio de la gira por Europa del virtual candidato del Partido Demócrata a la presidencia de Estados Unidos, Barack Obama, deja un mensaje claro y esperanzador con respecto del posible manejo de las relaciones internacionales de ese país en los próximos años, en caso de que el hoy senador por Illinois llegara a la Casa Blanca. Ayer, en Berlín, Obama señaló que Estados Unidos y Europa “no pueden estar divididos” y que “el único camino es derribar los muros entre pueblos y razas, ricos y pobres, contra inmigrantes o entre musulmanes, judíos y cristianos”, y “tender puentes”.

Por añadidura, el periplo europeo del primer afroestadunidense con posibilidades reales de ocupar la presidencia de su país, constituye un claro deslinde con respecto a la política exterior de la administración de George W. Bush, cuyo proyecto militarista, colonialista y hegemónico descompuso la alianza histórica entre Estados Unidos y Europa, sobre todo a partir de la aventura bélica ilegal y criminal que Washington emprendió en Irak hace ya un lustro. Cabe recordar que la invasión al país árabe enfrentó desde un principio, además del rechazo generalizado de la opinión pública mundial, la oposición de dos de los más poderosos integrantes de la Unión Europea, Francia y Alemania, lo que provocó un distanciamiento entre Washington y esos países, y llevó al entonces secretario de Defensa de Bush, Donald Rumsfeld, a referirse despectivamente a ellas como “la vieja Europa”. El apoyo que otros gobiernos europeos –especialmente Inglaterra, Italia y España– proporcionaron a la ofensiva militar lanzada por Bush, configuró una división adicional al interior de los países del viejo continente, entre los que respaldaron y los que se opusieron a la invasión a Irak.

Así, resulta positivo que el arranque de la gira europea de Obama haya estado marcado por expresiones que encierran propósitos plausibles, como el llamado a la unidad entre pueblos y naciones. Lo anterior, en conjunto con las posibilidades que actualmente tiene el político afroestadunidense de arribar a la presidencia –el día de hoy encabeza las preferencias electorales con 6 por ciento de ventaja sobre el republicano John McCain–, abre una perspectiva de reconciliación y de normalización de las relaciones entre ambos lados del Atlántico. Del mismo modo, cabe hacer votos porque tales asertos tengan un mínimo de consecuencia en la relación de Estados Unidos con otros países, en especial México, sobre todo ahora que se discute la vergonzosa construcción de un muro en la frontera de ambos países, medida a la que el propio Obama ha manifestado su apoyo, en una muestra de lamentable doble discurso.

Si bien en lo general los dos candidatos a ocupar la Casa Blanca están comprometidos con la lógica imperial que rige desde hace décadas la política exterior de ese país, los matices existentes entre ellos podrían marcar diferencias significativas en el rumbo de gobierno a partir de enero próximo: en esencia, McCain representa la continuidad de la política sostenida durante la administración Bush, mientras que Obama es una esperanza de que la conducción internacional de Estados Unidos recupere un mínimo de sensatez y de humanidad.

Es de esperar, en suma, que en caso de que Obama llegue a la presidencia, el mundo pueda asistir, con alivio, a un viraje en la política exterior estadunidense, que hoy es urgente e imprescindible para empezar a recomponer en alguna medida el desastroso saldo heredado por ocho años de Bush al frente de la nación más poderosa del mundo, y cuyos resultados están a la vista: para Estados Unidos, una debacle en los terrenos económico, político, social, diplomático, militar y moral, y para el resto del mundo, el padecimiento de guerras ilegales y cruentas, el incremento en los atropellos a las garantías individuales y colectivas y, en general, un planeta tremendamente inseguro, violento, injusto e inhumano.

 
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