Usted está aquí: domingo 27 de julio de 2008 Opinión La memoria negada de la ciudad de México

Ángeles González Gamio
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La memoria negada de la ciudad de México

Hace unos meses me dirigía al Instituto Mexicano de la Radio, que se encuentra en una callecita de trazo ondulante llamada Mayorazgo, que une las avenidas Universidad y Cuauhtémoc. Pasé al lado del enorme edificio “inteligente” de Bancomer, y de repente me encontré con una procesión, que se dirigía a un pequeño templo con su atrio arbolado; el tráfico se interrumpía por una feria, con su acompañamiento gastronómico: puestos con pilas de buñuelos con piloncillo, otros con antojitos, los de panes decorados y unos más con atole y tamales.

Me sentí en un pueblo y, efectivamente, estaba en el corazón del que fue el pueblo de Xoco, que en la actualidad pese a estar materialmente “envuelto” por la modernidad, defiende y conserva sus tradiciones. Esto sucede en muchas partes de la ciudad de México y rara vez le ponemos atención, si no es para quejarnos de que obstruyen el paso o de la música y los cohetes, sin pensar en lo que significa en términos de la identidad centenaria de nuestra ciudad, que es en realidad un conglomerado de antiguas villas, pueblos, ranchos y haciendas que rodeaban la antigua ciudad de México, lo que ahora llamamos Centro Histórico.

De este prodigio cultural nos habla el libro La memoria negada de la ciudad de México-sus pueblos originarios, que publicaron el Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México y la Universidad Autónoma de la Ciudad de México.

La obra es el fruto de los trabajos que llevaron a cabo sobre la “Etnografía de los pueblos originarios de la ciudad de México”, Teresa Lozada, Ma. Teresa Romero y un grupo de investigadores del Seminario Permanente, sobre la etnografía de la cuenca, que coordina Andrés Medina Hernández.

Explica Medina que la ciudad de México, resume de muchas maneras las características diversas de la nación, la cual, desde sus orígenes mismos, como capital novohispana, ha mostrado sus afanes cosmopolitas y los ha mantenido hasta la fecha, a pesar de las más diversas vicisitudes históricas. Ha conformado su ser con dos civilizaciones enfrentadas, que definen a sus protagonistas como “españoles “ e “indios”, transformados en el largo proceso histórico de cinco siglos.

Pero la parte india que guarda la herencia mesoamericana, siempre presente, hasta fechas muy recientes ha sido negada, como bien lo afirma el elocuente título del libro. Los investigadores por medio de su acercamiento a algunas de estas poblaciones, nos van descubriendo la presencia de múltiples manifestaciones culturales, que conforman la otra cara de nuestra urbe.

Es impresionante conocer la cantidad de fiestas colectivas que se celebran, tanto las del santo patrón, como aquellas otras articuladas a los ciclos festivos. La obra nos muestra como la realización de estos ceremoniales, establecen los ámbitos simbólicos donde se mantienen y reproducen las identidades comunitarias, la memoria histórica misma, los mitos y tradiciones.

La lectura del libro nos ha llevado a acercarnos a estos festejos y verlos con otros ojos, como la fiesta de San Lorenzo, que se celebra en el antiguo barrio de Huipulco, en donde el agasajo inicia desde la decoración de la portada del pequeño templo del siglo XVII con un artístico arco de flores. En el lindo atrio al que da sombra un centenario fresno, se inicia la procesión, con la música de la banda, los danzantes y toda la parafernalia que rodea el centenario ritual, que conlleva detrás una compleja negociación, alianzas y compadrazgos que dan como resultado una auténtica solidaridad social y un poderoso lazo de identidad comunitaria.

 
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